Por: Colectivo 2452 FES Aragón/
El señor Figueroa es un ingeniero de 38 años y se divorció hace poco tiempo, pero todavía sigue su proceso jurídico por la división de bienes: “No podía seguir viviendo en un ambiente así de tóxico (…), busqué que las leyes tomaran las riendas y acciones correspondientes lo que llevó a que el caso ya tenga casi tres años sin cerrarse”.
El conflicto ha afectado a sus hijos, de 11 y 6 años, por la entrega de pensión alimenticia. La situación no hace más que complicarse debido a que su anterior esposa tiene ya una nueva pareja y también vive de lo que él entrega mensualmente, razón por la que ha solicitado una demanda por aclaración. “La separación de mis hijos, el ya no poder verlos y que a nadie, ni a los jueces, les importara su bienestar es lo complicado. Ante un divorcio la mujer tiene la preferencia por todo. Simplemente por ser la mamá se inclina la balanza a su favor”.
Según especialistas en terapia clínica, sólo 20 por ciento de hombres divorciados acude a ayuda.
Rodrigo Sánchez, directivo del Centro de Atención y Evaluación Psicológica Doctor Benjamín Domínguez, explica que se debe a que el tipo de educación que proporcionan los padres brindan una rigidez en el hombre para no buscar ayuda externa en una institución, autoridad o persona. No obstante, cuando acude a terapia es porque ha tomado autoconciencia”.
Al mismo tiempo, recalca que los más afectados emocionalmente son los hijos y menciona sus retos: “Según la edad y el desarrollo del niño es como asimila un nuevo entorno, que radicalmente cambia en muchos sentidos. Es vital que el pequeño haya adquirido individualidad suficiente para afrontarlo.
Es indiscutible que se trata de un proceso sumamente estresante y de adaptación social, puesto que se efectúan cosas como cambios de residencia, discusiones personales y pleitos legales, cambios de escuela, menor presencia del padre o la madre, convivencia forzada, introducción de nuevas parejas de los progenitores, etcétera. Muchos estudios se han dedicado específicamente a mostrar el aspecto académico, donde en la mayor parte de los casos no hay un buen desempeño, y la tendencia a presentar trastornos psicopatológicos”.
La causa más común es por mutuo consentimiento, tan sólo en 2016 hubo 58 mil 32 divorcios acordados. Le siguen abandono de hogar, violencia intrafamiliar y adulterio o infidelidad. El portal especializado en organizar citas extramaritales, Ashley Madison, indica que cada año hay más infieles.
Claudio Raúl Ramírez, abogado independiente y con amplia experiencia, comenta que hay muchos motivos por los que las parejas se divorcian, el más común es por infidelidad, sin importar la edad es algo que se normaliza; para él, la segunda razón es no aportar dinero de la manutención y la tercera, pero no menos importante, es el maltrato familiar.
El sociólogo Ludyv Cruz analiza que en la relación de una pareja intervienen los hábitos y la educación que se adquieren dentro de la familia; los patrones negativos que se repiten, por lo regular, son los causales del divorcio. Por ejemplo, donde se educa al varón sólo para ser proveedor y no participar en las tareas domésticas. Incluso hay situaciones que se presentan donde uno de los cónyuges no cuida su aseo personal y comparte dormitorio.
Tal es el caso de Alejandro y Lucía, comerciantes y exesposos que vivieron juntos legalmente por 22 años. Ahora comparten el mismo techo sin ninguna relación amorosa, sólo por su negocio en Tepito y dos hijos: Sofía y Jesús. Sus problemas comenzaron cuando él fue infiel. Después de enterarse, Lucía hizo lo mismo. Ojo por ojo.
Alejandro es un hombre muy alto y fornido, pero el físico no es todo. Es un romántico empedernido, le encanta escribir y Lucía ha sido su única musa en la vida, le ha dedicado más de 50 poemas y cientos de párrafos de lo que siente por ella, incluso en la etapa más difícil. Al llegar a casa, ella no paraba de hablar del trabajo, esto molestaba a Alejandro, puesto que quería olvidarse de eso. “
Yo me veía con él hasta viejita, siendo como éramos, cuando novios, nomás que con canas y arrugaditos, arrugaditos”, dice Lucy con un nudo en la garganta.
El negocio es próspero y lo empezaron cuando se fueron a vivir juntos al cumplir 18. Carpe diem, se podía leer en las playeras juveniles que cada uno portaba hace unos años, tal vez esta filosofía es más antigua de lo que la poesía de Horacio dice.
Al divorciarse, su negocio cayó, necesitaban uno del otro para que funcionara. “Yo sé que somos como los engranes de un reloj y acepto que ella es la mejor en su trabajo, si no lo hace bien es porque no se siente bien, todo se viene abajo, somos un equipo y es muy difícil separar las cosas”, dice Alejandro.
Sería absurdo negar el papel de la sexualidad en las relaciones maritales y su finalización. El sexólogo Enrique Carrera González, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, cree que son diversos los motivos que llevan a la separación. “Los hombres crecieron sin un modelo masculino y no tienen claro por qué se casan, al principio sólo se dejan llevar por sus impulsos biológicos latentes, pero no saben cómo mantener una interacción, por ejemplo, cuando se inicia el juego de la seducción por parte del hombre: trata de conquistar o enamorar a la mujer por medio de cosas, cumplidos, experiencias, entre otras, y una vez que sienten que ya han conseguido ese premio que es su esposa, el hombre cae en una zona de confort llamada matrimonio”.
Mantener el deseo sexual resulta difícil para una pareja que lleva años de conocerse y eso puede llevar a la frustración que se verá reflejada en la búsqueda de nuevas experiencias satisfactorias, sin tener la voluntad de resolver los problemas ya existentes. “Hoy en día encontrar a alguien por medio de aplicaciones tipo Tinder resulta ser muy cómodo para algunas personas y sienten que es muy fácil reemplazar a cualquier persona”.
En el matrimonio las parejas crean vínculos que podrían fortalecer la relación o en su defecto romperla; con eso, se encuentra el compromiso, que se adquiere por la integración de la pareja y la comunicación. El sentimiento de felicidad y satisfacción personal está muy vinculado al equilibrio afectivo, y éste, a su vez, está en conexión con la vida familiar y de pareja.
Al respecto, la psicoterapeuta Ruth Zamarripa menciona que la terapia de pareja es una herramienta que puede ayudar a dos individuos en conflicto o crisis a elaborar psíquica y emocionalmente aquellos aspectos que perturban la relación que han mantenido (hasta que deciden buscar ayuda y asistir a psicoterapia). No está de más mencionar que existen diferentes modelos de trabajo con parejas. Sin embargo, el ejercicio está enfocado en dos aspectos principales: aprender a hacer vida juntos, a ser pareja y trabajar el proceso de disolución (llámese divorcio o separación). Cada uno tiene metodologías diferentes para llegar a los dos aspectos mencionados”.
Al hablar de divorcio no sólo involucramos a la pareja en sí, sino que hay un cúmulo de personajes que resultan afectados alrededor de todo este proceso. Un grupo en el que más recaen estas consecuencias, claramente son los infantes, si es que los hay de por medio.
Saúl Damián Macouzet Calixto, joven abogado que tiene ya cinco años de experiencia en divorcios, comenta un caso peculiar sobre cómo influye en los hijos.
“Era un matrimonio con dos hijos, una niña de cinco años y un niño de ocho. La señora decidió separarse porque su esposo la engañó; el trato del uno al otro durante el proceso era de odio a muerte, no querían hablarse ni verse. El día de la audiencia, al momento de dictar quién se iba a quedar con la guarda y custodia, nadie esperaba que cuando les preguntaron a los niños si estaban de acuerdo con el convenio ellos comenzaron a llorar, no querían y se opusieron a aceptar, ya que no querían que sus padres se separaran.
“En una de las audiencias los niños lloraron tan fuerte que el juez primero los escuchó y decidió que salieran. Los pequeños lloraban porque no aceptaban el régimen de visitas e intentaron convencer a sus papás de arreglarlo, pero ellos ya estaban convencidos. El juez se vio obligado a suspender la audiencia y finalmente, la custodia de los niños se la dio a la madre”.
Una pareja con hijos encuentra incluso más dificultades a la hora de la separación puesto que, incluso al tratarse de un acuerdo mutuo, son utilizados como un arma en contra de la otra persona. Al respecto, el sexólogo aconseja: “Lo ideal sería ver por tu salud propia y la de tus hijos. Si sientes que estar con una persona de manera forzada te está haciendo mal tendrías que dejarlo, pero hay que dejar claro a los hijos que son amados y los padres no deberían limitar el contacto con sus hijos para verlos crecer o apoyarlos en cualquier situación emocional o académica que necesiten”.
Entre uniones y rupturas
Pero con todas esas experiencias muchos se aventuran a la vida en pareja legalmente. El número de matrimonios registrados pasó de 584 mil, de 2012 (su nivel más alto del que se tenga registro), a 526 mil en 2017, lo que significó una caída de 10 por ciento.
Por su parte, los divorcios en el país repuntaron de 99 mil a 147 mil durante el mismo periodo, es decir, 48.3 por ciento más en sólo cinco años. Lo anterior trajo como consecuencia que por cada 100 matrimonios hubiese 17 divorcios en 2012 y 28.1 en 2017.
En 2018 se divorciaron 156 mil 283 matrimonios, la mayor cifra que se tenga registro en el país. Las separaciones se han incrementado en años recientes de manera constante, pues la tasa nacional por cada 10 mil habitantes pasó de 7.4 casos en 2008 a 12.5 en 2019.
Hay dos tipos de divorcio: administrativos y en judiciales. Los primeros se dan cuando son tramitados en el Registro Civil, existe mutuo consentimiento de los cónyuges, son mayores de edad, no tienen hijos o que la mujer no se encuentre embarazada, además que de común acuerdo hayan liquidado la sociedad. Los judiciales son aquellos en los que interviene algún juez de lo familiar, civil o mixto, independientemente de que se trate de uno necesario o voluntario.
El 90.9 por ciento son judiciales, de éstos, 40.6 no tienen hijos menores de 18 años, en 27.6 sólo uno y en 21.2 hay dos. Sólo en 8.3 por ciento tienen tres o más hijos. Poco son los casos en el que las exparejas llegan a buen término, aunque a veces los hijos obligan a mantener una actitud diplomática.
La psicoterapeuta Zamarripa afirma que en las parejas que atiende sí existe el amor y la disposición a reaprender; sin embargo, la decisión está en ellos. “Uno como terapeuta no debe proyectar sus anhelos, expectativas o conflictos personales sobre la relación de la pareja consultante. Si el divorcio es la vía más sana se les acompaña en el proceso con el fin de que no terminen enemistados ni en conflicto. Vaya la sola separación de uno de los dos siempre le es más doloroso o difícil de elaborar y aceptar que se terminó”.
Para la psicóloga Claudia Rivera Smith su postura debe ser lo más objetiva posible, es decir, “se tiene que tomar a la pareja y crear un espacio de cordialidad y escucha activa para que puedan entablar cuáles fueron las razones que pudieron haber propiciado el divorcio y acuerden términos y soluciones para que el proceso sea lo menos doloroso posible y no exista una enemistad entre los integrantes. De hecho, es primordial que se llegue a un acuerdo mutuo entre la pareja para evitar problemas posteriores”.
Asegura que si esa decisión es buena o mala es cuestión personal; actualmente un divorcio significa que la persona es libre de a quién amar, a quién respetar y cuándo iniciar y terminar una relación. Los efectos para una persona recién separada van desde sentirse satisfecha por haber encontrado su libertad y estar en constante búsqueda de una pareja que la satisfaga emocional, física y económicamente hasta aquella que se limita a conocer a las personas por la derrota que ya tuvo en el matrimonio anterior”.
Un caso que demuestra lo anterior Y cuyo nombre se mantienen en el anonimato por cuestiones personales, es el siguiente:
“Yo crecí en una familia con cierta estabilidad económica, tuve la oportunidad de completar mis estudios universitarios y conseguí un muy buen empleo como gerente en un hotel del centro. Todos los trabajadores podían ir a la cafetería a la hora de la comida, incluida yo. Ahí conocí al que sería mi futuro esposo, un hombre amable que siempre me atendía rápido, era un camarero.
“Todo parecía ser maravilloso, nos enamoramos y decidimos compartir nuestra vida. Pero el encanto duró poco, él era un hombre que se sentía intimidado por lo que yo era, no le gustaba la idea de que su esposa ganara más que él y tuviera más estudios.
“Yo pagaba todo: el alquiler, la comida y todo lo que había en la casa. Tiempo después él se acostumbró y dejó su trabajo para continuar con sus estudios. Le di la oportunidad, yo lo apoyaba en todo, pero después de tener dos hijas la situación se complicó. Ya no era capaz de mantener a cuatro personas, hacer el aseo de la casa, ir de compras y además mi trabajo, entonces le pedí que me ayudara con los gastos, a lo que él respondió: ‘¡Siempre has tenido todo en esta vida, ahora te toca sufrir!’
“Ese fue el comienzo de largos años de maltratos psicológicos que me llevaron al punto de pensar que yo no valía nada. Tuve el apoyo de mi familia cuando comenté que me quería divorciar, lo primero que me propusieron fue darle una segunda oportunidad, finalmente no funcionó.
“Un divorcio cambia completamente tu proyecto de vida, hay muchos motivos que pueden interferirse en la separación, como lo es el amor, el miedo a la soledad y sobre todo la incertidumbre sobre el futuro.
“Por otra parte, también hay que tener muy presentes las razones por las cuales es más sano separarse que seguir en ese círculo vicioso. Lo que más me preocupaba era que mis hijas crecieran en un ambiente con violencia intrafamiliar, no quería que pensaran que los gritos, el chantaje, las humillaciones y las mentiras eran normales.”
Para ella, las experiencias de los niños pequeños y que se enfrentan a violencia física y psicológica repercuten en su desarrollo, como trastornos alimenticios, morderse las uñas, inseguridad y baja autoestima, entre otras cosas, son consecuencias que los hijos sufren al crecer en un ambiente hostil y nadie merece eso.
“Considero que antes los matrimonios duraban mucho más tiempo porque las mujeres no tenían tantas opciones. Para empezar, se tenía un pensamiento religioso muy arraigado en el que se decía hasta que la muerte los separe, las mujeres tenían pocas oportunidades laborales, algunas veces se casaban a muy temprana edad, lo que significaba que no podían concluir sus estudios y por último estaba muy mal visto ser madre soltera.
“Tengo 17 años desde que me separé, no volví a juntarme ni a casarme porque la felicidad la tengo con mis dos hijas, después de todo lo que pasó entendí que no necesito de ningún hombre para ser una mujer plena y completa”.
NOTA: Este reportaje fue elaborado por alumnos de la Facultad de Estudios Superiores Aragón.
Puedes consultar la primera parte haciendo click aquí
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