Por: Redacción/
La ciencia y las universidades son indispensables para hacer frente a las consecuencias de la pandemia del COVID-19, por lo que “se debe tener mucho cuidado” frente a la posible “tentación de recortar el gasto en educación superior”, advirtió el historiador Lorenzo Meyer Cossío.
Con la crisis por el coronavirus “estamos como en una guerra”, porque se ponen en tensión las variables centrales de un sistema político y en este momento en México y muchos otros países eso ha ocurrido en el ámbito de la salud y algo más allá con la estructura de clases y la enseñanza.
“No se puede cortar a las casas de estudio una cantidad considerable de recursos, pues se incurriría en un error que tendría repercusiones futuras”, ya que son los centros –aunque no los únicos– donde se genera el conocimiento científico, por lo que son imprescindibles para enfrentar la emergencia y otros asuntos, dijo durante la Mesa redonda virtual: Escenarios pos-pandemia, una visión desde la educación superior.
El doctor Luciano Concheiro Bórquez, subsecretario de Educación Superior de la Secretaría de Educación Pública, expuso que con la contingencia, la formación pasó casi en automático a una modalidad no presencial y a distancia, evidenciando “las profundas desigualdades del sector pedagógico general”, por lo que uno de los retos sobresalientes para las universidades ha sido el compromiso de reconvertirse.
La docencia, la investigación y la difusión de la cultura fueron puestas a prueba ante las nuevas tecnologías y todo lo relacionado con la informática, pero hubo la capacidad de “pensarnos en ese entorno que iba precarizándose y que tenía una condición de dificultad creciente frente a los efectos económicos y sociales del COVID-19”, indicó en la actividad, convocada por el Consejo Regional del Área Metropolitana de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) y moderada por el doctor Eduardo Peñalosa Castro, rector general de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y presidente del CRAM.
De las escuelas que están trabajando a distancia, 13 –9 por ciento– atienden a menos de 80 por ciento de los alumnos; 27 –20 por ciento– a entre 80 y 89 por ciento; 34 –25 por ciento– de 90 a 99 por ciento, y 64 –46 por ciento– a 100 por ciento, lo cual denota que “tenemos una desigualdad”, aun cuando “los centros de estudio se abocaron con fuerza a enfrentar este cambio”.
Una de las grandes enseñanzas “que nos conecta con la estrategia global que ha llevado adelante el gobierno mexicano” radica en que “con convencimiento y educación se genera una mayor convivencia, se construye una visión de conjunto sobre el COVID-19 y se ejerce la capacidad de establecer una plataforma de fortalecimiento del sentido de autonomía, una conexión con la sociedad y la interiorización de que la salud debe ser atendida permanentemente”, aseguró el Profesor Distinguido de la UAM.
La doctora Graciela Teruel Belismelis, investigadora de la Universidad Iberoamericana, advirtió que la caída masiva, tanto del empleo como de la retribución disminuirá los ingresos disponibles en los hogares y, en consecuencia, también la demanda de servicios docentes, pero la actual es una buena oportunidad para que las casas de estudio piensen un plan de acción, en caso de que se presente este tipo de situaciones, por ejemplo, cómo recomponer y repartir los presupuestos, reinventándose en este entorno sin precedente.
Las clases y el trabajo vía remota “llegaron para quedarse” y serán una opción para la posteridad, lo que tendrá repercusiones en los costos de operación y habrá que reflexionar sobre cómo volverse más eficientes en este escenario, ya que la oferta virtual será enorme y, por lo tanto, aumentará la competencia, lo que exige definir “la oferta de nuestros centros de enseñanza y en qué nos vamos a enfocar en específico”.
Teruel Belismelis consideró primordial que las escuelas adecuen los servicios para apoyar a estudiantes que, como resultado del confinamiento –entre otros impactos provocados por la pandemia– verán afectada su salud mental.
La doctora Blanca Heredia Rubio, miembro del Centro de Investigación y Docencia Económicas, dijo que el desafío que enfrentan las universidades, no sólo ha sido transitar de la formación presencial a la modalidad a distancia, sino hacerlo de un día para otro en el contexto de una contingencia global, lo que trae consigo complejidades más allá de lo que podría significar la evolución tecnológica, junto con la problemática del COVID-19.
El coronavirus y las secuelas económicas asociadas a la contención de la propagación de la enfermedad desnudaron y exacerbaron muchas de las deficiencias, fracturas y desigualdades que han habitado las instituciones educativas.
Esto plantea retos formidables, porque “no sólo tenemos que contender con la emergencia en lo personal y lo colectivo, sino circular a formas nuevas de enseñar, ocupándonos de que este cambio sea lo menos costoso para todos, en especial para los segmentos más vulnerables, pues la indagación disponible indica que este paso a la instrucción en línea trastorna en particular a niños y jóvenes que registran mayores carencias, así como a las poblaciones que padecen circunstancias de discriminación estructural, sobre todo mujeres e indígenas.
En el caso de ellas, las condiciones combinadas de crisis sanitaria y económica, así como el confinamiento en espacios reducidos está llevando al incremento de situaciones de violencia en los hogares, resultando víctimas especiales las estudiantes.
“Este es el tipo de condiciones al que nos estamos enfrentando y no podemos obviarlo, sino atenderlo”, aunque también deben ser tomados en cuenta aquellos que no poseen Internet ni computadora ni un espacio indispensable para poder estudiar.
La necesidad de contener el virus “nos aísla y hace más difícil mantener vínculos” y, en el caso de las escuelas, limita bastante una de las razones para las que nacieron: socializar en espacios para aprender en comunidad, resolver conflictos y construir lenguajes compartidos, afirmó Heredia Rubio.
El doctor Claudio Lomnitz-Adler, investigador del Centro de Estudios Mexicanos de la Universidad de Columbia, señaló que esta crisis ha sido la mayor en la historia del sistema de educación superior de Estados Unidos y “no creo siquiera que las dos grandes guerras del siglo pasado hayan calado tanto en el sistema como la actual”.
La meta de esta institución estadounidense cuando empezó el COVID-19 era pasar a la enseñanza virtual, lo que requirió una plataforma zoom y “las clases fueron detenidas durante dos días, antes de aprender a usarla. Además hubo problemas de desigualdad en cuanto al acceso, pero muy reducidos en comparación al rango que se puede ver en México”, donde una de las implicaciones más urgentes de la pandemia es el acceso libre, público y universal a insumos tecnológicos, por ejemplo la banda ancha, apuntó el Egresado Distinguido de la Casa abierta al tiempo.
“No creo que se pase de un sistema presencial a uno de larga distancia permanente, lo que sí es que estas transformaciones tendrán efectos de largo plazo”, ya que se están acelerando y van a significar el desarrollo de modalidades diversas en las instituciones, finalizó Lomnitz-Adler.
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