Por: César Dorado/
“Mientras luchaba contra su enfermedad, permaneció siempre positivo, nunca perdió su pasión por la creación, y estaba firmemente decidido a recuperarse y regresar con energía totalmente cargada para verte de nuevo” se escribió en un comunicado a través de la cuenta de Instagram del diseñador de moda japonés Kansai Yamamoto, quien allá fallecido desde el 21 de julio debido a una leucemia mieloide aguda a la edad de 76 años.
Yamamoto se distinguió como uno de los diseñadores más importantes de su generación, ya que su estilo vanguardista logró combinarse con el arte tradicional japonés a través de diseños excéntricos y llamativos, que incluso pueden llegar a denominarse obras de arte.
Su peculiar estilo trazaría la línea para una carrera exitosa, pues desde su debut en la Semana de la Moda de Londres en 1971, bajo los preceptos del “Basara”, dejaría su marca con ese “exceso” y complejidad de diseños coloridos, además de ser el primer japonés en mostrar sus obras en esa pasarela con tan solo 27 años.
Durante ese primer contacto con los reflectores, el diseñador entabló amistad no sólo con colegas del mundo de la moda, sino también con estrellas musicales que quedaron fascinados por su estilo, pues traía consigo la combinación de la excentricidad de la moda occidental y las tradiciones y desconocidas costumbres de la tierra nipona.
Y aunque logró crear amistades con Stevie Wonder y Elton John, fue su relación con el cantante David Bowie lo que llevó su estilo a ser conocido y admirado por la gente. Para los años 70, Bowie ya había lanzado su cuarto álbum de estudio “Hunky Dury” y su excentricidad y carácter “camaleónico” habían hecho que el cantante británico no sólo fuera reconocido como un talento puro, sino como un personaje que rompía con la figura clásica del “rockstar” al ser llamativo y provocador con su maquillaje y su ropa.
Así, mientras David Bowie ya estaba creando su siguiente material “The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars” (1972) su camino con Yamamoto se cruzó- aunque no de manera física- y se logró entablar una conexión repleta de vestimentas excéntricas que se adaptaban perfectamente con los personajes antropomórficos del autor de Space Oddity, dándolo ese toque de espécimen que aterrizó en la tierra.
Un año más tarde, durante el lanzamiento del disco “Aladdin Sane” (1973), Kansai Yamamoto haría oficial su carta de presentación con la vestimenta que utilizó Bowie durante toda la gira del disco. En una llamada telefónica, alguien solicitaba conocer al diseñador, quien se enfrascó en un vuelo desde Tokio hasta Nueva York, después de cruzar la puerta del Radio City Music Hall, Yamamoto vio a Bowie luciendo uno de sus tantos diseños.
“No tenía idea de quién era hasta que lo vi usando mi ropa en el escenario del Radio City Music Hall. Yasuko Hayashi, mi estilista, estaba trabajando para él y le pidió algo de mi ropa”, comentó alguna vez el diseñador a Vice.
Las propias ideas vanguardistas de Bowie y los estilos de Yamamoto encajaron perfectamente para lanzar un mensaje que no conocía los límites del exceso y la excentricidad. Para la revista neoyorquina The Cut, Kensai comentó que ” “Sentí que lo conocía desde siempre. David era un verdadero artista de vanguardia: estaba haciendo olas en el panorama musical de la época. Su energía resonó con mi propio deseo de aventurarme en el mundo” y es que ver al creador de Mayor Tom vestido con esos colores y esos diseños, era ver a la extravagancia en persona, algo que también demostraba la combinación estética de ambos para “trascender los límites de género sorprendentemente hermosos”.
La mezcla del tradicional colorido de la cultura oriental, entre los que destacó la influencia del teatro japonés kabuki, llevaron a Kansai a ser visto por el exigente gremio de la moda y tenerlo como un sujeto de inspiración, pues siempre manejó su trayectoria con el lema “La energía humana es ilimitada” algo que resaltaba su dedicación y compromiso con el trabajo.
Su excentricidad ilimitada, que siempre, por incomodidad o admiración, hacía voltear a las personas, es una huella que no sólo se quedó plasmada en ese mundo de la moda, sino también en el de la música, el arte y, sobre todo, en el de su hija Mirai Yamamoto quien recuerda a su padre como alguien que “no era sólo el alma ecléctica y enérgica que conocía el mundo, sino alguien que también era considerado, bondadoso y afectuoso. Veía los retos como oportunidades para el autodesarrollo y siempre creyó en días más brillantes para el futuro”.
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