Por: Oswaldo Rojas
“Ese día que él, el pequeño llegó, su abuelo iba de salida, luego de una vida interrumpida violentamente partida en dos por esa lengua nocturna de ojos de fusiles automáticos y espadas que cercenan y decapitan”, estas frases son parte de un libro marcado por la violencia, el dolor y la esperanza infinita. De familias destrozadas por las balas que en un bar, en una calle, en un domicilio, cayeron y dejaron huérfanos por doquier.
Las frases son del texto Huérfanos del Narco el libro más reciente del periodista sinaloense, Javier Valdez Cárdenas, editado por Aguilar.
Escudriña en los ojos, en los movimientos de las manos, en las huellas que el dolor deja en las palabras, en los movimientos y hasta en la manera de andar, muestra a las víctimas secundarias más vulnerables al narcotráfico: los niños y jóvenes. Pero ahonda en la situación anímica y moral que enfrentan padres, abuelos, madres, tíos, miles de mujeres y hasta niños recién nacidos que eran esperados con amor, pero a los cuales unas balas les arrancaron a su progenitores.
El dolor e impotencia de los protagonistas del libro no terminan en la resignación ante la obvia indiferencia de la sociedad y la burocrática mediocridad con que gobierno atiende este problema. Son luchadores de tiempo completo que siempre tienen la esperanza de encontrar a sus seres queridos cuando los desaparecieron entre sombras o a plena luz y frente a muchos que caminaban, todos son huérfanos, socialmente somos huérfanos todos.
En este sexenio se habla de 23 mil desaparecidos. Una herida dura de entender para aquellos que no somos alguna de las 23 mil familias afectadas directa e indirectamente por la violencia. De ellos habla Javier Valdez.
El periodista considera que su trabajo —como deberían considerarlo todos los informadores— es una gran responsabilidad. “No me considero un experto en el tema del narcotráfico, pero me gusta más que me ubiquen como alguien que narra hechos que impactan a las personas, estén o no en el narcotráfico. Víctimas como victimarios.
“El trabajo de los informadores es de mayor importancia en regiones en que todos los caminos conducen al narco. Donde solo tienes dos opciones: hacerte pendejo o reportar. Ahí el problema es la cobertura y cómo escribes estas historias. Es una tarea que hay que cumplir siendo prudente”.
Valdez transmite emoción en cada palabra, en cada expresión, es abierto, elocuente. Su libro se vuelve vívido durante la entrevista, habla de los niños afectados, del dolor de las mujeres y hombres que han perdido alguien, también de quienes tienen la esperanza de localizar día, con vida, al hijo, hija, padre, madre, abuelo, al parentesco casi interminable de víctimas que un día salieron a la calle y y no regresaron o que fueron sacados por la fuerza de sus hogares. Los buscan en donde les dicen que hay una fosa, que vieron alguien parecido a la foto del cartel que pegaron en postes, delegaciones de policía, en cualquier esquina.
“Que son regiones donde el narco ya no es un fenómeno policiaco. Entre cierto sector de la sociedad que involucra a todos el narco esta en todo: en le gobierno, en la iglesia, en los partidos, en el barrio, en la escuela…en el trabajo, la calle. Se metió a la vida cotidiana, se metió a la alcoba de los mexicanos.
“Al cuerpo de las mujeres para moldearlas a golpes de droga, poder, de dólares. Nos salpica todos, no determina o nos influye. A mi me han preguntado que por qué no investigo otra cosa y es porque si investigó la venta de vehículos ahí esta el narco o si investigó la pesca, la iglesia, etcétera. Entonces no hay salida, es cosa de que uno agarre un camino”.
¿Qué implicó hacer un libro que habla sobre niños y que te llevó a tratar con ellos?
Es el mayor de los retos porque tuve que ponerme de su tamaño, por usar una metáfora, empequeñecerme para agrandarme. Porque son niños grandes que en esto tienen mucha esperanza en que sus padres regresen. Fue muy delicado, no sabia de lo que hablaba cuando decía que iba a entrevistar a los niños, son asuntos que lastiman. Ellos son transparentes y no puedes tu llegar y solo poner la grabadora, tienes que ir midiendo poco a poco. Estamos hablando de un menor de edad, es muy espinoso tratar estos temas. Quiero pensar que cumplí porque respete lo sagrado de su inocencia, de su ternura y porque conté su historia.
Qué fuiste observando en ellos ¿hay características que los agrupe?
Cada caso es diferente. Lo que te puedo decir, y que me asombró, fue que ninguno de ellos se planteó la idea de la venganza. En ningún caso encontré yo que el padre fue asesinado o desaparecido porque estuviera vinculado con el narco. Estamos hablando de hijos de periodistas, policías, empresarios, gente común y corriente. Encontré mucho dolor, casi todos ellos lloran a solas, a oscuras en sus cuartos. Son niños heroicos porque están ahí resistiendo, luchando por mantenerse en la escuela, yendo a terapia y recuperar sus vidas.
No hay un ambiente en que yo vea que van a la perdición. Pero si hay la acechanza permanente de la pobreza, la trata de personas, la drogadicción y el sicariato. Es una asechanza que en este país está a la vuelta para muchos mexicanos y en especial para ellos que son un sector muy vulnerable.
El narco esta ahí pero como una realidad general. Lo que no vi fue que sus padres estuvieran de verdad alejados. En muchos casos hay precariedad económica, es difícil ver opulencia generada por el narco.
¿En tu investigación observaste alguna postura del gobierno hacia estos huérfanos?
Al gobierno le vale madre. Para el gobierno los desaparecidos son invisibles y si ellos son invisibles ¿qué son los hijos? ¿Qué es peor que ser invisible? No hay políticas hacia ellos, ni siquiera las instituciones educativas están actuando con criterio, no hay ningún tipo de apoyo, ni ninguna investigación del gobierno.
Entonces el gobierno no tienen ninguna postura para ellos. La Comisión Ejecutiva para la Atención a Víctimas es una maraña burocrática que no te sirve para nada, lo mismo que la PGR Y y todas las dependencias. Solo multiplican la injusticia.
¿Y en la ciudadanía?
Apatía. Ven este tema como algo lejano, no lo quieren ver y hacer suyo porque duele. Implica tener un compromiso. La gente está normalizando la muerte, nos estamos acostumbrando a las desapariciones. Entonces están solos los desaparecidos, sus familiares, los huérfanos. Eso ubica a la sociedad mexicana también como huérfana, Huérfana de otredad, de acompañamiento. Estas personas también son ciudadanos y los hemos abandonados. Creo que el país está parado esperando la muerte porque no hay ningún gesto social que acompañe la lucha.
Estamos reproduciendo el discurso gubernamental de invisibilidad y estamos abandonando, ensombreciendo, ubicando como fantasmas a los desaparecidos. Si esto le pasa a estas personas le va a pasar al resto del país.
¿Tienes alguna idea para ir rompiendo con la apatía y la invisibilidad?
Por el momento que se haga un periodismo más humano. Uno que regrese y rescate a estas personas y las haga visibles. Una sociedad que se acerque y entere, que se indigne e inconforme y que luche por otro gobierno, por justicia.
Del lado del gobierno quiero pensar que en algún momento debemos tener uno justo que no permita que halla niños fuera de las escuelas, que sea posible un salario justo y empleo para todos. Que sea un delito de lesa humanidad provocar la orfandad y familias destrozadas por la desaparición.
Nos deben mucho. No hay quien abone a la esperanza más que los hijos.
¿Un periodismo como lo hacen en el portal Nuestra Aparente Rendición?
Sí, uno como ese o el que hacemos acá en RíoDoce. Se llega a dar en algunos medios grandes pero siempre se piensa que su cobertura son los capos, decomisos, operaciones, detenciones se ha olvidado que esa cobertura también está abajo, en las calles. De repente La Jornada, Proceso y otros portales realizan ese periodismo pero debe extenderse aún más.
Hablando de nuevo del perfil de estos niños ¿que observas para su futuro?
Quiero pensar que hay esperanza y fíjate que no se me da bien el optimismo. Ellos seguirán adelante, estudiando, tienen madres responsables y trabajadoras. La mayoría de los casos con una preocupación de mantener en una vía licita a estos jóvenes y aunque llevaran esa herida el resto de su vida no significa que los vayan a tumbar o que ingresen a la liga delictiva.
¿En tu investigación llegaste a ver algún problema que haga de esto un generador de mayor violencia?
El olvido es otra forma de violencia. No atender estos casos es multiplicarla, de por si la muerte y desaparición es violenta, se les violeta la vida si no se permite acceder a salarios, a empleos y educación. Si se traslada a fusiles y muerte peor.
Es alimentar el odio, rencor e impotencia. No creo que en una sociedad así los mexicanos alcancen la felicidad, al contrario, nos alejamos. Así nos violentamos cotidianamente.
Espero seguir escribiendo estas historias porque veo que se puedan complicar. Si esto sigue hay mucho que escribir, incluso de temas que ya he tratado. Uno siempre se queda corto es imposible contarlo todo porque uno corre riesgos y no se alcanza una cobertura completa.
[…]Espero seguir escribiendo, pienso que si dejo de escribir es una forma de morir. Ni quedándome manco podría tirar la toalla.
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