Por: Oswaldo Rojas
Ante la ola de violencia que asola al país desde el sexenio de Felipe Calderón el día de ayer siete organizaciones civiles realizaron el 9º Foro de Seguridad, Justicia y Paz. Justicia posible perdón necesario en la Universidad Intercontinental, donde las discusiones giraron en torno a la corrupción como factor de conflicto. El Procurador General de Colombia, Alejandro Ordoñez Maldonado, explicó que respaldado en la experiencia de su país debe evitarse que la paz se convierta en una negociación con el narcotráfico.
“La pedagogía social de los valores es lo que realmente impacta”, dijo el Procurador colombiano al referirse al tipo de políticas que considera deben implementarse en México para subsanar las deficiencias sociales. El mismo considero que no es posible pensar en tener políticos honestos sin ciudadanos que también lo sean. Afirmó que la falta de valores es una de la razones que han llevado a la actual situación de violencia.
En esa tesitura el ponente obispo de Acapulco, Carlos Garfías Merlos, explicó que para llegar ha rehabilitar el daño causado por los criminales se debe tratar a las victimas para que estas puedan otorgar el perdón y sanar su heridas psicológicas. Afirmó que la sociedad ha pasado demasiado tiempo realzando el diagnostico de la situación en lugar de haciendo un esfuerzo para cambiarla.
“El perdón parece cada vez más irracional. (Así) ante la irracionalidad de la violencia hay que considerar la – irracionalidad – del perdón” sentenció.
El ponente José Antonio Ortega Sánchez, miembro del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, durante su intervención dijo que aunque pareciera una contradicción “la paz hay que pelearla todos los días”, puesto que la violencia y situaciones de injusticia en el país se elevaron durante el sexenio de ex presidente Salinas de Gortari cuando se dejó a los narcos enfrentarse entre ellos.
Explicó que eso finalmente solo ayudó al establecimiento de los cárteles de la droga como empresas estructuradas que en los años recientes le discutieran al estado mexicano el derecho de cobro de impuestos por medio de la extorsión: el crimen que según sus estadísticas se ha viralizado. Termino afirmando que tan solo 6% de los crímenes denunciados son castigados.
Por su cuenta el General Brigadier José Carlos Beltrán Benites, director de Derechos Humanos de la Secretaría de Defensa Nacional (SEDENA), sostuvo que ante la opinión contraria de la población las fuerzas armadas se han visto afectadas igualmente por la violencia. Se refirió no solo a las bajas que como soldados pueden sufrir en el cumplimiento de su trabajo, sino también a los problemas de desigualdad de genero que existen en los cuerpos armados.
Aseguró que desde el linchamiento político hacia los militares sufrido por el caso Tlatlaya, la milicia ha reducido sus intervenciones en casos de secuestro a tan solo 22 al mes aproximadamente, mientras que antes del descredito generado por ese suceso realizaban cerca de 200. Lo anterior lo comentó explicando que la situación tiene que afrontarse en dos líneas conjuntas: la social y la militar.
A los asistentes les aseguró que el termino “militarización” utilizado por los medios es un equivocado para referirse a lo que realmente hacen, debido a que ningún cuerpo armado ha actuado de forma independiente en sus labores, ni dirigido sus recursos de forma autónoma.
A la opinión del General Brigadier de que las fuerzas armadas vienen realizando un buen trabajo desde 2008 se sumó la de Ortega Sánchez, quien comentó que de no contar con el apoyo de los militares la situación nacional sería peor. Aunque agregó que es fundamental que ellos: erradiquen las milicias privadas de los narcos, así como terminar el proceso de evaluación a policías que hasta ahora lleva 20 años y concretar la creación de policías únicas para poder garantizar el regreso de los soldados a sus cuarteles y con eso ayudar, en ultimo termino, a la pacificación del país.
El 9º Foro de Seguridad, Justicia y Paz. Justicia posible perdón necesario concluyó reforzando la idea de que el tejido familiar es el único que puede subsanar las carencias morales originadas de esa desconfianza, así como reabrir el camino a una sociedad empática y vigilante de las leyes.
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