Por: Arnulfo Roque Huerta/
El pasado 5 de agosto del año en curso, la Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (COMIPEMS) dio a conocer los resultados del concurso de ingreso, el cual tuvo un error que perjudicó a 11 mil 51 jóvenes quienes recibieron un resultado que no correspondía a su desempeño en el examen; según la institución hubo un desfase entre la plantilla de preguntas y la hoja de respuestas pero desfase o no, ahora enfrenta éste problema y también el de recuperar la credibilidad y la confianza de la sociedad.
Entre los alumnos rechazados siempre ha existido inconformidad ante los resultados obtenidos, principalmente por el desconocimiento del proceso de evaluación del examen y porque muchos están seguros de haber obtenido mejores resultados de los que les reportan; dicha inconformidad se había quedado solo en eso, aunque muchos optaban por realizar manifestaciones en busca de un lugar en la escuela de su preferencia sin obtener grandes resultados, más ahora COMIPEMS y su error del 5 de agosto han acrecentado las dudas e inconformidades para futuros concursos.
Joaquín cursó conmigo la secundaria y siempre fue un muchacho honesto, respetuoso y muy dedicado en la escuela; sus calificaciones nunca descendían del 9, era muy responsable, no recuerdo que tuviese ni una sola falta, participaba en todas las actividades que pudiera, apoyaba a los compañeros que no entendían en matemáticas (él era muy bueno en el álgebra), la verdad era un chico modelo. Yo lo tuve de compañero los 3 años de secundaria, llegué a conocerlo tan bien que al igual que muchos compañeros y profesores le augurábamos un gran futuro.
Él deseaba ser médico y al provenir de una familia con muchas carencias económicas Joaquín estaba seguro que al lograr su sueño pondría un consultorio donde la gente de escasos recursos no pagara; claro está esperaba también ayudar a sus padres y salir de la pobreza que había existido en su familia por muchas generaciones. Nadie dudaba que lo lograría, tenía todas las capacidades para lograrlo, había hecho un plan de vida que consistía en entrar a la preparatoria número 9 para estudiar por las mañanas y al salir irse a trabajar para poder sustentar sus estudios.
Recuerdo bien aquel día en que llenamos los formatos necesarios para poder realizar el examen único, todos externaban palabras de confianza a Joaquín quien no paró de escuchar frases como: “ya ni lo llenes”, “tu solo pon una opción”, “a ti ya te está esperando”, “quien como tú que se va a quedar en su primera opción”, entre muchas otras. Cabe destacar que el chico era bastante humilde y concienzudo por lo que aun con tantos halagos y confianza de parte de alumnos y profesores tuvo a bien elegir diez opciones lo que para mí como para muchos era exagerado tratándose de él.
El día de los resultados le fue difícil conseguir la gaceta; aquí tengo que explicar que en mis tiempos (aunque no fue hace mucho) los resultados solo se publicaban en gacetas que se podían conseguir en el puesto de periódicos y revistas, en ellas tenía uno que buscar su número de folio para consultar el resultado obtenido. Pues bien, muy temprano Joaquín llegó a mi casa para que le prestase la gaceta, la cual afortunadamente logré conseguir gracias a un tío que es voceador; por supuesto tuvo que consultarla en mi hogar pues sabía que otros compañeros acudirían a mí para poder también buscar su resultado.
Yo estaba contento porque había logrado quedarme en mi primera opción por ello imaginé que Joaquín no tendría problema alguno… pero las historias suelen bifurcarse sin aviso previo: cuando mi compañero consultó su resultado el mundo se le vino encima, no me dijo nada solo me devolvió la gaceta y vi como sus ojos se llenaban de lágrimas; no era para menos, no había logrado alcanzar un lugar en la educación media superior. Me es necesario destacar que en aquel tiempo la preparatoria aún no era obligatoria por lo que literalmente no tenía escuela en la cual continuar sus estudios.
El padre de aquel muchacho se decepcionó a tal grado que no lo apoyó en la búsqueda de alguna solución para que pudiera estudiar la educación media superior, por el contrario decidió que era tiempo de que trabajara para colaborar con los gastos de su casa, por lo cual le consiguió un empleo en el restaurante donde él llevaba algunos años trabajando. Joaquín no pudo discutir, en el fondo también estaba bastante frustrado e infeliz; hoy Joaquín sigue laborando en aquel establecimiento tiene una esposa y dos hijos que al igual que él tienen la esperanza de algún día romper esa maldición familiar, como le llaman a la pobreza.
Al ver el gran error de COMIPEMS, me ha quedado la duda sobre el resultado de Joaquín y sobre cuántos Joaquines han existido desde entonces; hoy en día la tecnología permitió a un chico hacer oír su voz ante la inconformidad de su resultado, muchos más se unieron a él logrando que se aceptara el error y se hiciera la revisión real, pero ahora surgen muchas interrogantes: ¿quién asegura que la falla es nueva?, ¿cómo afirmar que no ha pasado antes o que no volverá a pasar?, ¿es el sistema el indicado para evaluar a las nuevas generaciones? Entre muchas otras preguntas que la Secretaría de Educación debería responder a los miles de jóvenes que ya no se quedan callados.
Por mi parte creo que al hablar tanto de nuevos modelos, de reformas y tantos otros ajustes, ha llegado el momento de buscar nuevas formas de otorgar oportunidades para cursar la educación media superior. Es buen momento para renovar un sistema que ha empezado a mostrar las fallas que ha tenido desde el principio, las cuales eran maquilladas de buena manera; es hoy cuando las preparatorias deberían ingeniar sus propios modelos de admisión y sus estándares de calificación, los errores cuestan y éste no fue solo uno más, sino una alerta roja para COMIPEMS de renovarse o morir.
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