Por: Arnulfo Roque Huerta/
La semana pasada mientras despedía a los papás de los chicos que egresaban de secundaria, pude darme cuenta que se encontraban muy felices pero también un tanto preocupados por lo que ha de venir, pues ellos saben que la nueva etapa que les espera a sus hijos no será sencilla; dicha etapa estará llena de retos y cada día los muchachos harán menos partícipes a sus padres de las situaciones que lleguen a vivir. Sin duda esto es preocupante pero no se debe temer al porvenir sino enfrentarlo de la mejor manera teniendo una buena estrategia para ganarnos la confianza de nuestros hijos y ser su primera opción cuando requieran un consejo.
Algo así le contesté a un padre de familia quien me comentó la preocupación que siente ante el siguiente paso de su hijo. La pregunta siguiente me pareció muy interesante: ¿cuál es esa estrategia que me permita ganarme la confianza de mi hijo? Seguramente muchos tendrán una pregunta similar o idéntica y por supuesto hay una respuesta; estoy seguro que existe una estrategia única que no necesita recomendarla algún organismo internacional o un grupo de famosos psicólogos especialistas en jóvenes; la respuesta es muy simple pero poderosa en demasía, dicha estrategia es: educar con “amor”.
En estos tiempos la mayoría de las personas procuran de todo para sus hijos, se esfuerzan por que no les falte que comer, trabajan duro para que ellos no tengan que hacerlo, están la mayor parte del tiempo fuera del hogar para que sus chicos tengan una casa en la cual habitar, no duermen para que sus hijos puedan descansar tranquilos y sin preocupaciones, pero en ese afán se van olvidando de lo más importante que es otorgar amor, pues al descuidar ese rubro ellos lo buscan en los lugares que menos imaginamos.
Ahora bien ¿cómo educar con amor? pues bien partamos del siguiente principio: “El que ama a su hijo lo corrige”. Según la Real Academia de la Lengua corregir es enmendar lo errado, advertir, amonestar o reprender. Comencemos pues enmendando lo errado: muchos padres prefieren cerrar los ojos cuando sus hijos comienzan a tener actitudes extrañas o poco convencionales las cuales prefieren relacionar con el crecimiento creyendo que será temporal, pero no es así pues pronto esas pequeñas inconformidades y falta de interés del chico irán creciendo por ello es recomendable atender la contrariedad en tiempo y forma.
Es común que ante el poco interés o desatención del padre de familia hacia los hijos, la mayor parte de las veces lleguen a enterarse de las dificultades del joven hasta que estos han llegado al límite; pero deben tener en cuenta que no todo está perdido pues mientras el chico viva la esperanza no muere. Aquí es donde se tiene que enmendar lo errado no solo del joven sino también de los padres, aquí es donde con paciencia y amor se recupera lo que se estaba a punto de perder.
Claro está que todo esto se puede evitar si advertimos: advertir no es amenazar sino poner atención. Los jóvenes se creen autosuficientes, maduros, que no necesitan de nada ni de nadie, que saben todo, que son los mejores en todo y sus papás se equivocan siempre, que están planeando como molestarlos a más de ser incomprensibles y poco tolerantes; sin embargo es todo lo contrario. Entonces pongamos atención haciendo que ellos también estén atentos a la vida que llevan gracias a sus padres, que adviertan que necesitan a sus progenitores para nacer, crecer, para seguir adelante, que el único amor sincero y verdadero que tendrán por ahora será de quienes les dieron la vida.
Otro significado de corregir es reprender y vaya que en estos tiempos hace mucha falta. Esta es una gran verdad pues muchos han caído en el error de creer que siempre el chico entiende hablándole con dulzura (ingenuos); en la mayoría de los casos los chicos han aprendido a lidiar con el regaño, por lo que mientras el padre se muestra molesto el chico pondrá cara de triste (entre más triste más podrá sensibilizar al padre), así mismo asentirá a todo lo que se le diga, fingirá que escucha mientras piensa en cualquier otra cosa y finalmente estará de acuerdo con el castigo que se le imponga aunque no piense cumplirlo.
Siempre es recomendable que los padres sean firmes en sus decisiones que su “sí” no cambie y que su “no” se mantenga; que papá y mamá se pongan de acuerdo apoyando las decisiones el uno del otro, que se reprenda fuerte si es necesario pero que nunca se violente, que se enoje cuando amerite pero que no guarde cada molestia hasta estallar, que dé una palmada si es necesario pero jamás un golpe que lastime seriamente, que sus palabras sean severas pero nunca lastimosas, que el castigo límite al chico de cualquier cosa menos del amor.
Yo no soy psicólogo, pero he sido hijo y ahora soy padre de dos (el mayor en esta etapa de secundaria). Con mis padres fui corregido más de una vez muchas de las cuales no faltó una fuerte reprimenda, la cual lejos de alejarme de ellos me llevó a admirarlos y amarlos cada día más. Con mis pequeños estoy aprendiendo pero siempre tratando de estar atento a sus necesidades y a la corrección que de vez en cuando necesitan; sé que también a ellos les ha ayudado esto, siempre para bien.
No pretendo aconsejar, ni modificar la educación que los padres de hoy les dan a sus hijos pero si este método les sirve de algo no tiene exclusividad y créanme que funciona bien. Recuerden que el AMOR es lo único que siempre trasciende.
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