Por Patricia Ramírez/
Aún se desconoce la mayor parte de contaminantes presentes en la atmósfera y sus efectos dañinos, un problema que debe analizarse desde el material particulado y no enfocarlo sólo en el ozono, como sucede, señaló el doctor José David Sepúlveda Sánchez, profesor-investigador de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Casi todas las actividades para mejorar las condiciones de vida respecto de la gran cantidad de sustancias producida por diferentes fuentes, móviles o estacionarias, derivadas del desarrollo económico resultan contraproducentes.
“Por ejemplo, al tratar de remediar el cúmulo de basura mediante la incineración se genera otro tipo de contaminantes, al igual que sucede con la quema de combustibles fósiles que realizan centrales térmicas, además del uso de la calefacción y los procesos de las fabricas químicas, metalúrgicas, petroquímicas, minerales o alimenticias”, alertó.
Amplios estudios han demostrado la existencia de mayores índices de cáncer en adultos y niños con malformaciones congénitas en poblaciones ubicadas en los alrededores de incineradores de residuos urbanos, ya que sus emisiones se componen de metales tóxicos y de más de 200 químicos orgánicos, incluyendo cancerígenos conocidos, agentes mutagénicos y disruptores hormonales.
Invitado por el programa Comunicación de la Ciencia de la Coordinación General del Difusión de la UAM, Sepúlveda Sánchez indicó que este tema cobra cada vez mayor importancia debido a los comprobados efectos negativos de las partículas suspendidas en la atmósfera sobre la salud humana por su pequeño diámetro, igual o menor a diez micrómetros, medida equivalente a la millonésima parte de un metro.
La romántica niebla que ensombreció Londres en 1952, en realidad no fue otra cosa que un agente dañino causado por la contaminación del aire por el que “murieron más de 700 personas, en un episodio en el cual las emisiones –provocadas no por los vehículos automotores sino por las chimeneas utilizadas en aquella época en casi todas las casas– ascendieron”, recordó.
Al participar en el ciclo de conferencias magistrales con la ponencia ¿Quieres ver lo que respiramos?, el docente del Departamento de Biotecnología apuntó que es urgente retomar el trabajo que desarrollaba el Centro Nacional de Investigaciones y Capacitación Ambiental (CENICA) en la década de 1990 en México, donde se analizaban los elementos y sus emisores con precisión.
“Los avances en la tecnología de capacitación de las partículas suspendidas en la atmósfera y la aplicación de métodos de estudio como la microscopía electrónica nos permiten conocer prácticamente todo este interesante macrouniverso, valorando así esta parte del entorno y lo que respiramos”.
En el Centro de Difusión Cultural Casa Rafael Galván de la UAM detalló que se han reportado cada vez más individuos con problemas de asma y bronquitis, y ha aumentado en los últimos años la incidencia de enfermedades en vías respiratorias como consecuencia de las altas concentraciones de dióxido de azufre, causante de alteraciones en la mucosa y el epitelio nasal.
La inhalación de sustancias sulfurosas relacionadas con las actividades industriales deriva en cambios en el comportamiento y neurológicos; el aluminio afecta al sistema nervioso central y provoca demencia, pérdida de memoria y temblores, mientras que el cromo está vinculado a erupciones cutáneas, malestar de estómago y úlceras, entre otros síntomas.
Sumado a los efectos en el medio ambiente que arroja la actividad humana se hallan la resuspensión de suelos, las tormentas, la actividad volcánica, los incendios o la emisión del polen de las plantas, asociada a padecimientos como la rinitis alérgica, o las esporas que pueden infectar heridas.
“En México es urgente gestar planes de prevención para la salud y la contaminación ya que los esfuerzos se encuentran en el último nivel respecto de la limitación del daño y la rehabilitación, por lo que requerimos regresar a la promoción sanitaria y su protección específica”, concluyó
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