Por: Redacción/
México y Estados Unidos comparten aguas subterráneas con graves problemas de contaminación, sobreexplotación, tratamiento asimétrico y desorden en las perforaciones de pozos, en ambos países, afirmó Gonzalo Hatch Kuri, posdoctorante del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM.
“El Tratado de Aguas de 1944, vigente a la fecha, es la ley que rige la distribución política del recurso hídrico de tres cuencas compartidas: los ríos Bravo, Colorado y Tijuana, todos con aguas superficiales. Sin embargo, en ese tratado no existe facultad jurídica para tratar el tema de los acuíferos transfronterizos”, aseveró el doctor en geografía.
El tema es muy importante porque, además, hay fuerte presión sobre la extracción del agua subterránea, pues resuelve problemas como la sequía en la frontera norte, aunque poco se conoce acerca de cómo funciona este sistema hídrico bajo el suelo, lo que abona a la falta de conciencia sobre su importancia ambiental y económica.
Asimetrías e invisibilidad
Autor del libro “Paso del Norte: la competencia por las aguas subterráneas transfronterizas”, Hatch encuentra en el abordaje de los acuíferos subterráneos asimetrías en tres niveles: científico (la forma en cómo se valúa el agua subterránea); jurídico-institucional (referente a cómo se gobierna sobre este recurso); y en el diseño de la política pública (que ambos países realizan). “Tendrían que estar concatenados, pero no están consolidados y uno depende del otro”.
Para hacer visible este tema, consideró que se requiere una caracterización científica de estas aguas para evaluar su funcionamiento sistémico: por dónde entra y por dónde sale hacia ambos lados de la frontera.
“También se necesitan programas que conjunten bases de datos sobre su calidad y cantidad, los usuarios que la utilizan, los volúmenes que usan para establecer así programas binacionales de conservación y protección ambiental”.
Esto lo tendría que hacer un comité mixto, propuso, en el que participen científicos y autoridades de ambos territorios de los tres niveles de gobierno, así como los usuarios del agua, anotó el especialista universitario.
En su libro plantea implementar la teoría de sistemas de flujos, que parte de la hidrogeología moderna y se refiere a que el agua subterránea se mueve en tres flujos distintos: local, intermedio y regional.
“Cada uno es agua infiltrada que se mueve lentamente por el acuífero y descarga en distintos puntos. Unos flujos tardan décadas, otros de cientos a miles de años, y algunos más de miles a millones de años. Necesitamos saber cuál es el flujo que estamos extrayendo, cuánto tiempo ha estado ahí abajo y qué tipo de esquema de manejo se dará”, agregó.
Sobre su libro, el geógrafo señaló que “se analizaron los puntos que nos hacen débiles frente al trabajo que ha hecho Estados Unidos desde 2006 a la fecha. También se propone una nueva metodología de evaluación para el agua subterránea desde un enfoque interdisciplinario, en donde se estudien los aspectos hidrogeológico, jurídico y la perspectiva de una política pública novedosa para gobernar esas aguas compartidas”, finalizó.
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