Por: Redacción/
El paradigma del agua en la Ciudad de México debe cambiarse de manera urgente debido a que el estrés hídrico –lo que se extrae respecto de lo que se inyecta al acuífero– rebasa el 100 por ciento, advirtieron hoy investigadores participantes en el Foro Problemas metropolitanos: acciones para su atención, convocado por la Universidad Autónoma Metropolitana UAM), el Consejo Regional del Área Metropolitana de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (CRAM/ANUIES) y el Colegio de México A. C. (Colmex).
En la mesa Tratamiento y reúso del agua, los expertos señalaron que el esquema de gestión del recurso no es sustentable, por lo que es necesario un cambio de modelo y para lograrlo “debemos empezar ya, porque tal transformación nos llevará décadas”.
La doctora Margarita González Brambila, académica del Departamento de Energía de la Unidad Azcapotzalco de la UAM, subrayó la importancia de abordar los aspectos del consumo de agua como un problema holístico, que para hablar de él es obligatorio referirse al dispendio energético.
El traslado del recurso a la ciudad, sacarlo y someterlo en plantas de tratamiento implica consumir electricidad, pero además si el principal uso que se da es en la agricultura que provee de alimentos “debemos manejarlo como un solo problema: agua-energía-alimentación”, sostuvo.
Una planeación estratégica que incluya, no sólo el suministro –que tome en cuenta la recolección de aquella proveniente de lluvia– sino también la potabilización, la distribución, el consumo responsable, el tratamiento, la reutilización y la disponibilidad final.
El doctor Adalberto Noyola Robles, miembro del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), indicó que en las 2,477 plantas municipales de México, 57 por ciento del líquido residual es tratado, lo que no ocurre en el resto, además de que en las 2,832 industriales ese proceso se lleva a cabo sólo en 33 por ciento.
En el país hay una presión hídrica “muy desigual”, porque en el sureste, donde hay menos población, existe más agua, en comparación con el norte, y el caso más drástico, “sin duda, lo representa la Zona Metropolitana del Valle de México, donde “tenemos un estrés superior a 100 por ciento, “es decir, consumimos más de la que la propia cuenca puede proporcionar en determinado periodo” y esto, por supuesto, “es insustentable”.
Para revertir esta grave tendencia es necesario hacer un uso mucho más eficiente del recurso y un gran conflicto en el sector consiste en que, no obstante los esfuerzos, inversiones y ciertos avances en términos de cobertura, la población crece y con ello, el número de mexicanos sin acceso al servicio.
La responsabilidad del suministro y tratamiento recae en el municipio, de acuerdo con el artículo 115 constitucional, pero los organismos operadores son débiles financiera y técnicamente, ofrecen mantenimiento limitado a la infraestructura y las plantas de tratamiento laboran con deficiencia o están abandonadas.
Este esquema ya no es sostenible, si se considera que un bien “que nos costó tanto dinero y esfuerzo trasladar desde los ríos Cutzamala o Lerma, no podemos descargarlo simplemente, sino debemos reusarlo varias veces para beneficiarnos de un valor por el que se gastó tanto”.
Noyola Robles apuntó que para la región del Valle de México es fundamental concebir las plantas como procesadoras del medio natural, más que como tratadoras, mientras en algunas cuencas el agua limpia es tan escasa que se empieza a ver como un recurso no renovable, lo que obliga “a un cambio de paradigma en el que esa infraestructura sea considerada como procesadora, en el sentido de que este procedimiento arroje un beneficio y riqueza”.
En ese contexto el tratamiento descentralizado podría tener gran participación, ya que más que grandes plantas conectadas a grandes redes de drenaje y estaciones de rebombeo que consumen mucha energía, se requiere ubicarlas en función de las zonas alejadas, topografía accidentada o bien necesidades y demandas locales del producto reciclado.
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