Por: Redacción/
El 99.7 por ciento de los tumores de cuello uterino tienen su origen en una infección con virus de papiloma humano (VPH) persistente. De acuerdo con estimaciones, más del 80 por ciento de las mujeres se contagia con ese virus durante su vida sexual activa, pero sólo uno por ciento desarrollará cáncer, afirmó Alejandro García Carrancá.
El jefe de grupo del laboratorio “Virus y Cáncer”, en la Unidad de investigación Biomédica de Cáncer de la UNAM, expuso que las infecciones recurrentes por VPH son “como acostarnos sobre la vía del tren: aunque pase sólo una vez al día o al año, tarde o temprano lo hará por encima de nosotros, pues promueven el desarrollo de cáncer de cuello uterino”.
El avance tumoral puede tardar de 10 a 15 años, por lo que la “ventana” para detectar las lesiones y atender a las pacientes es grande. En México, el cáncer cervicouterino ocupa el segundo lugar en frecuencia de morbilidad por neoplasias malignas en la mujer, sólo después del cáncer de mama, y “no debería existir una incidencia tan alta”, resaltó
Uno de sus tipos, el VPH 16, podría infectar no sólo células epiteliales, sino las troncales normales (llamadas también “madre”); ahí podría permanecer “silencioso” y expresarse décadas después. Por eso, el equipo de investigación de García Carrancá en la Unidad de investigación Biomédica de Cáncer y el Instituto Nacional de Cancerología, procura entender cómo ocurre esa relación.
Uno de cada cinco tumores humanos son consecuencia de un “encuentro desafortunado” con un agente infeccioso; “los virus nos infectan a casi todos, pero no todos desarrollamos cáncer”, reiteró.
El investigador nacional en el máximo nivel destacó que en el caso del VPH las lesiones son fáciles de detectar y es relativamente sencillo tratarlas para así evitar el cáncer de cuello uterino, además de que hay una vacuna eficaz.
Recordó que los virus de papiloma están presentes en otras especies: peces, serpientes, cocodrilos y aves, y que ya existían antes de que aparecieran los humanos, en quienes son muy comunes las infecciones por VPH en piel y mucosas genitales.
De los 200 tipos que existen, dos terceras partes infectan la piel y producen verrugas, y una tercera parte infecta mucosas: orales, genitales y anales, y de ellos alrededor de 15 son considerados de alto riesgo, como los tipos 16, 18, 31 o 33, por ser los que frecuentemente se encuentran en los tumores, aunque algunos con incidencia muy baja.
El científico explicó que los VPH no tienen “envoltura”, sólo una cápside proteica o estructura formada por las proteínas L1 y L2, dentro de la cual se encuentra un genoma de poco menos de ocho mil pares de bases de doble cadena circular y en forma de cromatina.
Como parte de ese genoma existen dos oncogenes: E6 y E7, que contribuyen al desarrollo de los tumores. El último, ejemplificó, permite que células que ya no se iban a replicar, lo hagan; es decir, les proporciona las condiciones para duplicarse.
El material genético del virus generalmente se integra al de la célula, y aunque quedan sólo fragmentos de su genoma, invariablemente permanecen los oncogenes E6 y E7, que ahora en los tumores y líneas derivadas de ellos se expresan continuamente, remarcó García Carrancá.
El tipo 16 es el más común en prácticamente todas las regiones del mundo (con excepción del este de África, Japón y Taiwán) entre mujeres con citología normal: que no tienen cáncer. Pero también es el más presente en los tumores, hasta en 50 por ciento de ellos.
Los virus infectan cierto tipo de células; el VPH necesita un epitelio en diferenciación. Ahí las células se replican y generan copias de ADN, creando alteraciones propias de una lesión de bajo grado que se cura sola, o de alto grado, cuando sí se requiere tratamiento, finalizó.
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