Por: Redacción
Colectar lluvia, potabilizarla y distribuirla en escuelas rurales e indígenas de Chiapas es el proyecto al que Edali Yareni Murillo Gómez –egresada de la Facultad de Arquitectura (FA) de la UNAM– dedica, literalmente, la mitad de sus días, pues por cada dos semanas que está en la Ciudad de México para atender asuntos personales, pasa otras tantas en San Cristóbal de las Casas, donde perfecciona un sistema que podría solucionar muchos problemas de disponibilidad hídrica en una de las regiones más pobres de México.
“La idea es abastecer a colegios de Los Altos de Chiapas, muchos sin acceso a una red hidráulica, pero enclavados en zonas con copiosa precipitación pluvial que, de ser aprovechada, dotaría del líquido a la población, prevendría enfermedades gastrointestinales y ayudaría a aminorar los altos índices de consumo de refresco en la zona”, agregó la diseñadora industrial.
Para demostrar la viabilidad de la iniciativa –llamada Agua Segura en las Escuelas–, la universitaria y un equipo de emprendedores de la Fundación Cántaro Azul instalaron un kiosco de tratamiento en el patio de la primaria Josefa Ortiz de Domínguez, el cual ya es aprovechado por los 714 niños del plantel sancristobalense.
Un sistema “sobrado”
Actualmente, en cada uno de los 18 salones del lugar, hay un garrafón y vasos apilados para que los alumnos mitiguen su sed con lluvia purificada y muchos de ellos, incluso, conocen el trayecto que ésta recorrió para llegar de las nubes a sus bebederos, pues Edali, además de explicarles el ciclo del agua, modificó parte de los contenedores y tubos de flujo a fin de que los infantes entiendan en qué consiste este proceso y observen cómo las lloviznas almacenadas en un tinaco se aclaran gradualmente al recorrer diversos filtros.
“El aspecto pedagógico es esencial y para ello transparentamos parte de la infraestructura. Los niños son curiosos y durante los recreos, al vernos trabajar, se acercaban con toda clase de preguntas; nosotros aprovechamos esta inquietud nata para mostrarles cómo opera cada sección y la manera en que cada una se engarza con la siguiente”, explicó.
Así, muchos de ellos se han enterado de que una vez que captamos y almacenamos la lluvia, la separamos, es decir, desechamos el fluido inicial, ya que como se aprovechan las azoteas como superficie de recolección, los primeros litros vertidos suelen acarrear polvo y hojas de las techumbres. Aunque el agua que cae del cielo nos llega casi limpia, no está de más tomar precauciones, refirió la joven.
Lo siguiente es pasar el fluido por tres filtros: el primero es uno de arena lento donde el líquido es percolado a través de gravilla; el segundo es una membrana semipermeable, y el tercero es de carbón activado a fin de eliminar contaminantes, olores o sabores extraños.
El último paso –el único en el que no interviene Edali– es desinfectar el flujo con luz ultravioleta. Esto se hace mediante el dispositivo Cántaro UV, desarrollado por la fundación de emprendedores y la Universidad de Berkeley en California (EU) y elimina bacterias mesófilas aerobias y coliformes totales a un ritmo de cinco litros por minuto.
“Es un sistema sobrado pues supera cualquier estándar de calidad, incluso al remover alguno de sus elementos; esto nos permite modificarlo acorde a las condiciones de cada plantel: por ejemplo, podemos prescindir de algún filtro si se requiere, o si la lluvia no es suficiente, conectar sus tuberías a la red hidráulica o alimentarlas con pipas. Los buenos resultados del prototipo nos ponen en el umbral de la siguiente fase: llevar esta propuesta a mil colegios más”.
Son tres los modelos base que se instalarán según el número de alumnos de cada escuela: el más pequeño potabiliza hasta 500 litros por semana y puede atender desde 20 hasta a 50 alumnos; el mediano limpia hasta mil 500 litros en el mismo lapso y contempla de 100 a 300 estudiantes, y el más grande procesa más de mil litros por día y sirve para dar servicio a un máximo de 999 menores.
“Nuestro objetivo es que todo niño disponga, al menos, de un litro diario para beber. A mayor precipitación pluvial es más fácil lidiar con el almacenamiento, pues se requieren contenedores menos pesados y voluminosos, por eso iniciaremos en Los Altos de Chiapas, una región en la que parece que llueve un día sí, y al otro también”, dijo Edali.
El reto: abatir el consumo de refresco
México figura entre los principales consumidores de refrescos en el mundo —según la OMS, en 2013 ocupó el primer lugar— y los habitantes del suroeste de la República son quienes beben más en el país, lo que representa un grave problema de salud, agregó.
Se trata de un hábito difícil de desarraigar, pues aunque favorece la desnutrición, un crecimiento inadecuado, obesidad y diabetes, para muchos ha sido la única opción para combatir la deficiente distribución hídrica o compensar la mala calidad del líquido que llega a las casas (en pleno siglo XXI, 20 millones de mexicanos sólo tienen acceso a agua contaminada, lo que deriva en enfermedades).
En este escenario, el sistema potabilizador de Cántaro Azul busca resolver una asignatura pendiente en el país y promover un descenso en la adquisición de gaseosas. “El inconveniente es que el refresco ha establecido lazos culturales con las comunidades chiapanecas, al grado de que no sólo es un invitado permanente en cada comida o un elemento central en juegos infantiles como el bote pateado, sino que sus botellas se han transformado en objetos rituales en ceremonias religiosas; ante eso, ¿qué hacer?”, planteó la joven.
Para Edali la solución es educar a las nuevas generaciones de manera divertida, por lo que ha diseñado un módulo especial que consiste en una bomba accionada con pedales de bicicleta que, al ser puesta en marcha por los colegiales, forma un surtidor que higieniza los garrafones y después produce un arroyuelo en el que los pequeños pueden jugar a capitanear barquitos de papel.
Diseño con enfoque social
A últimas fechas Murillo Gómez ha obtenido notoriedad por sus proyectos de sustentabilidad hídrica, como el garrafón purificador con el que se tituló en la UNAM o la lavadora ecoamigable ÖKO3, que funciona con ozono y con la que ganó el tercer lugar en la Octava Bienal de Diseño 2015, organizada por el INBA.
Debido a estas credenciales, cuando la Fundación Cántaro Azul se contactó con el Centro de Investigaciones de Diseño Industrial de la FA en busca de una experta en temas de agua, el primer nombre que surgió fue el de Edali. “Así fue como terminé en Chiapas. Fui a aplicar lo aprendido en la UNAM y en retribución recibí un aprendizaje que de otra forma no hubiera tenido. Como diseñadora suelo crear productos con miras a resolver asuntos concretos, pero en esta labor rara vez pensamos en términos de impacto social. Trabajar así, tan cerca de las comunidades, ha cambiado mi visión de las cosas”.
Sobre el potencial de la lluvia para subsanar problemas de abastecimiento, añadió que es algo más que le dejó esta experiencia. “El trabajo de campo te obliga a considerar condiciones específicas del entorno y adaptarte a ellas. En este caso la pregunta era cómo llevar agua a poblados que carecen de este recurso. Hay ocasiones en que la respuesta sí te cae del cielo”.
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