En México, al igual que en otros países, los incendios forestales de gran relevancia propician cambios en la vegetación, disminuyen la calidad de los servicios ambientales y contribuyen al calentamiento global. En el territorio nacional, entre 2000 y 2014 los estados más afectados por tales fenómenos fueron Guerrero, por el número total de hectáreas dañadas, y Coahuila, por superficie alterada a causa de incendios de alta relevancia –de más de tres mil hectáreas–.
Estos son algunos de los resultados del estudio “Incendios forestales de gran relevancia en México: algoritmos y sensor MODIS para su detección y monitoreo”, que permitió la obtención del primer mapa en ese ámbito que se crea en nuestro país, realizado por Lilia de Lourdes Manzo Delgado, del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM.
La experta señaló que en nuestro territorio la temporada de incendios forestales inicia, por lo general, en enero y concluye en junio, y son los meses de abril, mayo y junio los de mayor frecuencia e intensidad. Además, se asocian a la ocurrencia del fenómeno de El Niño, con altas temperaturas y sequías severas, como lo que se vive este año.
En el periodo mencionado, las estadísticas oficiales registraron más de 120 mil incendios que afectaron alrededor de cuatro millones de hectáreas. El año 2011 tuvo 12 mil 113 incendios y la mayor superficie quemada, con 956 mil 405 hectáreas, seguido de 2013 y 2014. A partir de 2006, los datos han mostrado que 66 por ciento de los incendios dañaron superficies de menos de cinco hectáreas y que 83 por ciento fueron de corta duración (menos de 24 horas).
No obstante, hacía falta información detallada. Así, con base en datos de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), la experta hizo una agrupación con los incendios mayores a 50 hectáreas, separándolos en cuatro clases: entre 50 y 100 hectáreas; entre 100 y mil; mil y tres mil, o mayores de tres mil.
El objetivo fue representar en el mapa los de mayor envergadura, como aquellos que hicieron historia: el de Quintana Roo, en 1989, con 135 mil hectáreas quemadas; Chimalapa, en 1998, con 210 mil; y el de Coahuila, de 2011, con 314 mil hectáreas.
El método empleado por la científica fue el de percepción remota mediante sensores MODIS, de la Universidad de Maryland, cuya resolución de un pixel corresponde a 500 metros; la información fue procesada y validada con imágenes captadas por la NASA. Así se obtuvo una buena confiabilidad para la información.
De ese modo se consiguieron resultados interesantes: aunque los incendios de gran relevancia sólo representan el 0.6 por ciento del total, provocan el 26 por ciento de las afectaciones en las superficies quemadas. En contraste, los de muy baja relevancia (cuyo impacto es menor a 50 hectáreas) representan el 69 por ciento del total de registros, aunque su impacto en el daño en la superficie nacional quemada es menor al siete por ciento.
Entre 2000 y 2014, Guerrero, Durango, Jalisco y Sonora ocuparon los primeros lugares en superficie quemada. Quintana Roo, Querétaro, Aguascalientes y Tlaxcala fueron los menos afectados.
En cuanto a los incendios mayores a tres mil hectáreas, señaló Manzo Delgado, “identifiqué el año de mayor afectación, 2011, con 59 de gran relevancia y 679 mil 817 hectáreas menoscabadas, seguido por el 2000, con 32 quemas y una afectación de 166 mil hectáreas; el 2005, con 44 y 280 mil hectáreas”.
Asimismo, detectó que los estados del norte son los que tienen mayor incidencia de áreas quemadas superiores a tres mil hectáreas (Coahuila, Chihuahua, Sonora e, incluso, Baja California y Zacatecas). Hacia el centro y el sur estos fenómenos no son tan recurrentes.
La ubicación de los grandes incendios, explicó la especialista, se debe al tipo de ecosistemas: hacia el norte están los bosques de pino y matorrales, donde el fuego se propaga con más facilidad por las condiciones de viento, falta de humedad y temperatura.
En cambio, hacia el sur se localizan los hábitats tropicales y las selvas, donde hay mucha humedad. A pesar de ello, en 1998 en sitios como la Reserva de la Biósfera de Montes Azules, en Chiapas, se presentó un grave incendio del cual, a casi 20 años, la universitaria pretende evaluar la recuperación.
En su trabajo también se puso énfasis en las áreas naturales protegidas dañadas. Tal fue el caso de Tutuaca, Chihuahua, donde se han presentado varios incendios de diferente magnitud en los últimos 15 años; ahí se pretende analizar las razones de esa frecuencia, el tipo de vegetación o las actividades que propician el inicio y dispersión del fuego.
“El mapa nos sirve como base para tener idea de la distribución y la frecuencia, para así marcar la pauta para nuevos estudios”, consideró la integrante del IGg.
La investigación se hizo de manera especial para un capítulo del libro “Geografía de México. Una reflexión espacial contemporánea”, editado por el IGg y el Programa Editorial del Gobierno de la República-SEP, ahora en proceso de edición, y que pronto estará a disposición del público.
Por ahora, los resultados han sido presentados por su autora ante la comunidad científica, en congresos y simposios; queda pendiente un acercamiento con las autoridades correspondientes, como la Conafor, para una posible alianza encaminada a actualizar el mapa año con año y tener una herramienta útil que permita la prevención.
No Comment