Por: Risso Alberto y Gabriela Espinoza
Este fue el 3er año en que el presidente Enrique Peña Nieto se posó en el balcón central de Palacio Nacional para dar las tradicionales campanadas y dar el grito de independencia una vez más.
Este año, el entorno es muy diferente. Los problemas del país parecen pesar más de lo habitual. La violencia ha alcanzado a todos los niveles de la sociedad, misma que parece no verla en absoluto.
Al ritmo de la Arrolladora Banda El Limón, la gente bailaba y coreaban, algunos incluso hasta el llanto, mientras que Palacio Nacional se vestía y se arropaba con el verde, blanco y rojo. El lábaro patrio ondeaba justo arriba de la replica de la campana que alguna vez, en 1810, se hizo repicar una y otra vez.
Un fuerte dispositivo de seguridad rodeo en todo momento las calles aledañas al Zócalo y Palacio Nacional. Policía Federal, Policía Militar, Policía Preventiva, elementos de Marina y del Estado Mayor Presidencial custodiaban con precisión milimétrica el lugar.
Las persona estaban listas con bigotes, sombreros, matracas y banderas pintadas en sus pómulos. Mohicanas tricolores, huevos rellenos de confeti y latas de espuma iban y venían entre las manos de los asistentes, que sin dudarlo roseaban a quien se dejara.
Al otro lado de la valla metálica, la banda de guerra afinaba los últimos detalles, preparaba sus instrumentos cuidadosamente, los tocaban y escuchaban una y otra vez hasta que encontraban el tono correcto.
Salud por los que vinieron a pistear esta noche’, vociferaba Jorge Medina, cantante de la agrupación, incitando a los asistentes a olvidarse un momento de la ominosa situación en la que esta inmerso el país.
Minutos antes de las 10:30, la banda de guerra -que se encontraba justo enfrente de la puerta principal de Palacio Nacional-, comenzaron a tomar sus respectivos instrumentos con premura.
En el balcón central, se observaba la base que sostenía el micrófono donde Peña Nieto dio el grito de Dolores ante la plancha capitalina que ni por asomo se llenó; apenas 40 mil personas asistieron, entre acarreados y despistados.
¿Quién está orgulloso de ser mexicano?, preguntó Jorge Medina, antes de que Yordi Rosado cerrara las actividades musicales del día. Sin duda alguna, todos se encontraban en busca de la mejor selfie, nadie se escapo de ella, incluso marinos y militares no dejaron pasar la ocasión.
Luego del bailongo, los asistentes dirigieron su mirada al balcón central. Cuando el reloj marcó las 10:45 pm, la banda de guerra comenzaron sus redobles, augurando la salida del presidente.
Entre asombrosos gritos en apoyo a “Peña, Peña te queremos” y mentadas de madre, el presidente recibió de las manos de la escolta la bandera nacional. Salió al balcón y repicó la icónica campana. Nada fuera del guión.
Un mar de luces que provenían de los celulares se reflejó en la plancha del Zócalo, al momento en que se entonó el Himno Nacional. Luego del grito de independencia, la familia presidencial salió al balcón para presenciar los espectaculares fuegos artificiales, que las personas lo recordarán como un instante de gloria que alguna vez cobijó a la nación.
Así, en pocas palabras, fue la noche más mexicana del año. Después de esto, preguntémonos entonces, ¿qué se siente ser mexicano?
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