- Es una de las enfermedades más caras en términos económicos para el sistema nacional de salud y la cual surge cuando se forma un coágulo que obstruye una de las arterias cerebrales, lo que detiene el flujo sanguíneo y todo el tejido que está más allá de ese “tapón” empieza a morir.
Por: Redacción/
Profesores de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y del Centro Nacional de Investigación en Instrumentación e Imagenología Médica (Ci3M), situado en la Unidad Iztapalapa de esta casa de estudios, desarrollaron un dispositivo médico para disminuir las secuelas derivadas de accidentes cerebro- vasculares, quinta causa de muerte de adultos en México.
El doctor Emilio Sacristán Rock, investigador del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la UAM, expuso en entrevista que el infarto cerebral es un padecimiento muy común –con más de 17 millones de casos al año en el mundo– una muy alta mortalidad –casi 40 por ciento– y con gran probabilidad de secuelas entre los sobrevivientes, entre ellas hemiplejias que conllevan problemas de discapacidad motora y del habla, conduciendo al paciente a transitar una larga recuperación.
Además es una de las enfermedades más caras en términos económicos para el sistema nacional de salud y la cual surge cuando se forma un coágulo que obstruye una de las arterias cerebrales, lo que detiene el flujo sanguíneo y todo eltejido que está más allá de ese “tapón” empieza a morir. Eventualmente el organismo disolverá el coágulo en unas 24 horas, pero para entonces el daño de la parte cerebral estropeada va a morir por falta de oxigenación.
Las consecuencias en la persona dependerán de la región afectada del cerebro, así que hay casos en los que se observa un gran infarto, pero no ocasiona mayor deterioro y hay otros pequeños que, no obstante, perjudican justo las capacidades de hablar, respirar y controlar muchas de las funciones vitales.
Los tipos de tratamiento de emergencia son varios: uno consiste en restaurar muy rápido el flujo sanguíneo para salvar el órgano cerebral y el cual se debe aplicar en las primeras horas, pues después de 12 el daño será irreversible; otros están enfocados en rehabilitar las funciones cerebrales para recuperarlas o reaprender algunas.
También existe uno estándar, que consiste en la administración de trombolíticos –fármacos que disuelven el coágulo– y facilitar el flujo sanguíneo, lo que debe efectuarse en las primeras seis horas, sin embargo, uno de los principales problemas es que los pacientes no llegan a tiempo al hospital o se enfrentan a la falta de infraestructura para acceder a una tomografía o una resonancia magnética y a ser atendidos por especialistas, en este caso un neurólogo. La realidad es que la mayoría no recibe atención inmediata.
Otro procedimiento de emergencia es por medio de un catéter para llegar al coágulo, atraparlo y removerlo, aunque para ello se requiere –en cuestión de horas– un quirófano, personal y equipos con los que sólo cuentan los sanatorios de muy alto nivel.
El proyecto desarrollado en la UAM provee una alternativa a esa problemática, al significar atención al enfermo incluso en una ambulancia antes de su ingreso al nosocomio u ofrecer una opción a aquellos que no disponen de lo necesario para suministrar un tratamiento en el posterior traslado donde pueda recibirlo.
El dispositivo electrónico cuenta con un cabezal para colocarlo en la testa del individuo y dos antenas que se alinean con el canal auditivo, generando un campo magnético de diez pulsos por segundo alternadamente, lo que estimula el nervio facial –en particular, el ganglio geniculado que se encuentra en el oído interno– con lo que se obtiene un rápido efecto vasodilatador en todas las arterias cerebrales que promueve el restablecimiento del flujo sanguíneo.
Este nervio es complejo y tiene muchas funciones, pues controla los movimientos de la cara y la clausura y apertura de las arterias cerebrales, lo que permite un flujo sanguíneo constante, además de constituir “el sistema que nos posibilita pararnos de cabeza, dar una maroma sin desmayarnos y asegura que el cerebro –antes que alguna otra parte del cuerpo– tenga una irrigación sanguínea muy controlada”.
Sin tener interacción directa alguna sobre el cerebro y el coágulo, la estimulación de este nervio propicia el relajamiento de las paredes de las arterias, que se vasodilatan e incrementan el flujo de sangre, con lo que disminuirá la zona afectada en forma significativa.
El prototipo está en la fase de pruebas clínicas y el primer estudio se hizo en siete sujetos normales –después de cientos de experimentos en animales y de conseguir la aprobación de los comités de ética y los permisos sanitarios– pues “queríamos ver la dosis-respuesta, es decir, qué tanta potencia se precisa para causar la vasodilatación, si era tolerable, seguro y no dejaba secuelas”.
Después de la estimulación “vimos que el flujo sanguíneo se restablece, se recupera la función y, en este caso, los enfermos” también, por lo que no hay problemas de seguridad, así que “decidimos que todos tuvieran 80 por ciento de potencia y que la secuencia de estimulación durara dos minutos”.
Este procedimiento no implica intervención sobre el coágulo o el cerebro y si por alguna razón se estimulara a un paciente con derrame, esto no le causaría daño, porque “no vamos a reabrir el coágulo o hacer que vuelva a sangrar, que es el problema de los trombolíticos”.
El dispositivo es mucho más seguro y “podríamos empezar a tratar a los enfermos en una emergencia, sin necesidad de imágenes cerebrales, diagnóstico diferencial ni especialista, porque es muy fácil de usar y no es invasivo. Esta versión portátil puede llevarse en la ambulancia, además de dar una opción a hospitales que por lo general no atienden infarto cerebral para que lo puedan hacer”.
Por ejemplo, si alguien tiene una sospecha de infarto “puede comenzarse a tratar con el dispositivo”, lo que no impide acudir a otros métodos, pues de hecho “pensamos que los trombolíticos pueden ser más efectivos, si se usan en conjunto con esta estimulación, debido a que aumentamos el flujo sanguíneo que permitirá al fármaco llegar más rápido y tener una mejor respuesta”.
Este grupo de investigación –que cuenta con más de diez años de trabajo científico– ha invertido más de 12 millones de dólares en desarrollar esta tecnología provenientes en su mayoría de institutos de salud de Estados Unidos y Europa, ya que este tipo de indagación “es carísima” y en México los recursos para ello no son suficientes, expuso.
Con ese financiamiento, el equipo de la UAM –constituido por más de 30 expertos que han colaborado en distintas fases, entre ellos alumnos de licenciatura, maestría y doctorado, así como por miembros del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía– ha iniciado un estudio clínico en varios sanatorios para aplicar el tratamiento en unidades de urgencias.
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