Por: Redacción
El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) está caracterizado por pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes que ocasionan inquietud, aprensión, temor o preocupación, y por conductas repetitivas o compulsiones, dirigidas a reducir la ansiedad asociada; esos pensamientos y conductas repetitivas pueden agravarse tanto que llegan a mermar la funcionalidad de quien los sufre.
Se estima que 1.8 por ciento de la población mundial padece este trastorno psiquiátrico; además, tiene más incidencia en hombres que en mujeres, en una proporción de dos a uno.
Las personas con TOC cometen fallas de planeación, anticipación y organización; pierden la noción de lo que es una funcionalidad rutinaria y se concentran obsesivamente –sin importarles algo más– en un solo aspecto o detalle que para los demás puede parecer nimio, pero que para ellos es esencial.
Los pensamientos obsesivos rumiatorios los impulsan a bañarse durante horas o a lavarse constantemente las manos por miedo a adquirir alguna infección o enfermedad, o a ordenar la ropa u otros objetos por color o de cierto modo. Es decir, se vuelven personas obsesivas en su rutina diaria, lo cual también les crea dificultades en sus relaciones, en sus estudios o en su trabajo.
“Hay que considerar el alto nivel de comorbilidad que el TOC presenta con otros trastornos o enfermedades, como ansiedad y depresión, en el mejor de los casos, y trastorno bipolar o esquizofrenia, en el peor. El individuo se hace poco funcional, incluso es posible que abandone sus actividades cotidianas y dependa totalmente del cuidado de su familia”, señaló Norma de Jesús Yépez García.
La psicóloga del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, que desde hace tres años encabeza un protocolo de investigación en estudiantes de esta casa de estudios para tratar el deterioro cognitivo de los pacientes con TOC, explicó que, por lo general, se manifiesta con más frecuencia después de los 12 años de edad.
Cuando aparece antes (entre los ocho y los 10 años, regularmente), los padres del paciente no saben detectarlo, por lo que su manejo y tratamiento resultan más complejos y difíciles.
De acuerdo con el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders o DSM, por sus siglas en inglés), de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, el TOC debe cubrir ciertos criterios para ser considerado como tal.
Entre éstos destacan dos: que los pensamientos y compulsiones de la persona sean constantes y repetitivos y, sobre todo, que como consecuencia de esta obsesividad su nivel de funcionalidad baje a menos de la mitad y no le permita realizar sus actividades cotidianas.
“Es importante destacar que todos los pacientes sufren deterioro cognitivo. Ahora bien, si un individuo ha recibido una buena atención psiquiátrica, quizá la afectación no sea grave. En ese caso, podemos proporcionarle la estimulación cognitiva necesaria para que funcione adecuadamente.
“Asimismo, según la comorbilidad que tengan, pueden ser más o menos funcionales. Si la tienen con ansiedad o depresión, todavía pueden ser funcionales y seguir yendo a la universidad, por ejemplo, aunque deben recibir un manejo muy específico”, dijo Yépez García.
Hay que distinguir entre las conductas obsesivas compulsivas y los rasgos obsesivos. A diferencia de las primeras, éstos pueden beneficiar a una persona, siempre y cuando no se desborden.
“Muchos individuos los poseen, es decir, son constantes, minuciosos, se preocupan por hacer su trabajo lo mejor posible, pero todo tiene un límite: cuando ese rasgo se desborda puede originar un trastorno obsesivo compulsivo y, por ende, un deterioro cognitivo”.
El primer abordaje de un paciente con TOC es psiquiátrico: con inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina, compuestos usados en el tratamiento de cuadros depresivos, trastornos de ansiedad y algunos de personalidad.
Al cabo de dos meses, por lo menos –es decir, una vez que remiten los síntomas por la acción de estos compuestos–, en el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental se inicia una terapia psicológica conductual que incluye una orientación dirigida a los padres para que conozcan la naturaleza del trastorno, cuál es el deterioro que provoca y cómo tienen que tratar a su hijo en casa.
“Por lo que se refiere a nuestro protocolo de investigación en estudiantes universitarios, la intervención consiste en habituar, mediante un programa de entrenamiento cognitivo por computadora denominado Captain´s Log, procesos intelectuales como la atención, la concentración, la memoria y el razonamiento lógico, que son los que se deterioran principalmente con el TOC. La idea es que, vía la repetición y búsqueda de solución de ciertos ejercicios, se rehabiliten esos procesos”.
Para participar en este protocolo de investigación, los candidatos (alumnos de los planteles de la Escuela Nacional Preparatoria y del CCH, así como de las facultades de la UNAM) deben cumplir estos requisitos: que hayan sido diagnosticados, según los criterios del DSM y otras escalas psiquiátricas que se les aplican en el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental.
Que hayan mostrado síntomas después de los 12 años, por lo menos (quienes los presentan antes de esa edad llegan a tener comorbilidad con trastorno bipolar, esquizofrenia o psicosis, por lo que requieren otro tipo de intervención); que exhiban deficiencias a nivel académico por fallas de atención, concentración y memoria, sobre todo en habilidades relacionadas con la planeación, la anticipación y la organización; y que hayan recibido tratamiento farmacológico, mínimo durante dos meses.
“Nuestra propuesta original fue trabajar con 10 sujetos, pero debido a su problema es difícil que los pacientes se apeguen a un tratamiento. De 25 sujetos que seleccionamos sólo cuatro han terminado el nuestro, que dura seis meses y se divide en 20 sesiones de media hora cada una (dos por semana)”, indicó.
En esas sesiones los jóvenes deben resolver en la computadora –y en un lapso determinado previamente– problemas con diferentes niveles (básico, intermedio y alto). Yépez García ha observado que con esta estimulación cognitiva experimentan una mejora en su capacidad de atención, concentración, memoria y razonamiento lógico, fundamental para que puedan rendir adecuadamente en sus estudios.
“A nivel de puntuación, si tienen un coeficiente intelectual de 100 al inicio del tratamiento, al final logran incrementarlo de 10 a 14 puntos. Ahora queremos captar a los seis sujetos que nos faltan para terminar nuestro protocolo de investigación y dar a conocer sus resultados”, finalizó.
Los alumnos interesados en participar deben acudir al Departamento de Psiquiatría y Salud Mental, en Ciudad Universitaria.
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