Por. Redacción
A 15 años de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el mundo ha entrado a una nueva guerra fría, más peligrosa que la anterior, afirmó John Saxe-Fernández, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM.
El investigador del programa “El mundo en el siglo XXI” de esa entidad universitaria, señaló que se registran desplazamientos balísticos con armamento nuclear y el riesgo de una guerra mundial es mayor que antes.
La candidata demócrata a la presidencia de EU, Hillary Clinton, “acaba de hacer un discurso altamente belicista, de tal manera que podríamos decir que hay más riesgo de un conflicto bélico en estos momentos”.
El también profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales explicó que el epicentro de la Guerra Fría –registrada al finalizar la Segunda Guerra Mundial– cambió de Berlín a Ucrania, a partir de febrero de 2014, cuando el servicio de inteligencia de EU y otros urdieron un golpe de Estado en esa nación y modificaron su gobierno a uno anti-ruso.
Al calor de los ataques del 11 de septiembre, el entonces presidente de EU, George Bush, anunció que su país saldría del Tratado Antibalístico; así ocurrió en 2002, y procedió a instalar su Sistema Nacional Antibalístico en Polonia y Rumania y a colocar bases militares en países cercanos a Rusia, bajo el pretexto de proteger a Europa de un ataque iraní. Hoy, los rusos se sienten acorralados y eso hace la situación más peligrosa, consideró el académico.
Stephen Cohen, profesor de la Universidad de Princeton y principal analista de la historia y relación de Rusia y EU, considera un riesgo adicional: durante la primera Guerra Fría la prensa estaba abierta a la oposición y el New York Times, el Washington Post o el Wall Street Journal informaban las posturas críticas ante éste y otros conflictos, como la guerra de Vietnam. Pero ahora hay una cerrazón que impide que el público se entere y presentan las reacciones defensivas de Rusia como agresiones.
Tal hecho, precisó el investigador nacional con maestría por la Washington University y doctor por la UNAM, es bien percibido por analistas de primer orden, como Noam Chomsky, quienes han advertido de esa situación.
Saxe-Fernández expuso que recientemente se desclasificó una sección de la evaluación hecha por la comisión indagadora de los ataques del 11 de septiembre. Se trata de 27 páginas que el gobierno de Bush colocó en una bóveda en el edificio legislativo para que sólo pudieran ser consultadas por senadores y diputados, por separado, sin permiso de tomar notas y luego de firmar un documento en el que se comprometían a no revelar el contenido.
Hoy, cuando ya se puede tener acceso a esos documentos, aunque censurados, es posible concluir que desde aquel entonces se sabía que altos funcionarios de Arabia Saudita y de su cuerpo diplomático apoyaron a los terroristas que estrellaron los aviones sobre las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono.
La posterior guerra contra Afganistán e Irak -el primero, ruta hacia el petróleo de alta calidad y bajo precio, y el segundo, sede de una gran reserva de ese recurso- estuvieron en el cálculo de quienes perpetraron los ataques.
Además, los atentados fueron usados para hacer modificaciones sustanciales a nivel constitucional en EU, poniendo en vigor una inmensa cantidad de cambios a las leyes marciales y recortes a los derechos civiles.
A esa situación se suma una característica histórica en el comportamiento del Ejecutivo estadounidense: la usurpación de funciones legislativas y judiciales, en este caso, por medio del establecimiento de prisiones fuera de la jurisdicción de las cortes federales, como es Guantánamo, base utilizada para la guerra antiterrorista declarada por el gobierno de EU, consideró.
De ese modo, las consecuencias del 11 de septiembre afectan directamente la calidad de las leyes dentro del vecino país del norte y los derechos de la población, sus libertades civiles.
El mundo aún sufre las consecuencias de una guerra abierta contra el terrorismo, que no tiene límites espaciales ni temporales, y que puede profundizar la gran tragedia de derechos humanos, concluyó.
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