Por: Redacción/
Los trabajadores de los sectores de logística, manufactura y transporte, entre otros, están presionados hasta el límite por recortes salariales, descansos no pagados, despidos y recontrataciones debido a la crisis derivada de la pandemia de COVID-19 y, paradójicamente, el mundo depende de ellos ante la emergencia sanitaria, afirmó la doctora Aleida Azamar Alonso, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Desde los servidores públicos de limpieza y mantenimiento, hasta quienes se encargan de que permanezcan activas las industrias productoras de bienes básicos están cumpliendo sus obligaciones por necesidad, frente a la amenaza de un futuro incierto y porque en muchos casos son presionados de distintas maneras, incluida la falta de medidas elementales de higiene, puntualizó la académica de la Unidad Xochimilco.
El problema de fondo es que se asume que se trata de personal reemplazable sin dificultad y que el ámbito productivo se vuelve más eficiente, mientras menos mano de obra exista para sostener los niveles de ganancias.
Justo por esta lógica se están dando las condiciones para la formación de una crisis en la que la demanda se está contrayendo, provocando insuficiencia en la capacidad de gasto para reactivar el ciclo productivo, lo que a su vez va a limitar el potencial laboral para contratar personal, aun cuando la pandemia del coronavirus haya terminado.
Economistas y políticos miembros de la elite suelen subvalorar el papel preponderante de los empleados, en especial en las empresas que se dedican a la logística, la manufactura y el transporte, mencionando que la automatización y las revoluciones industriales contemporáneas disminuirán los costos del capital humano.
Si bien es cierto que la robotización masiva va a suceder en algún momento, al parecer cercano, ahora mismo, con la pandemia de COVID-19, el mundo depende de estos trabajadores, quienes han sido menospreciados y catalogados como obreros de baja especialidad, dijo la académica del Departamento de Producción Económica.
Por ejemplo, especialistas estadounidenses han reportado con alarma el incremento en 1,500 por ciento de la tasa de desempleo, que pasó de 282 mil a tres millones de personas en apenas una semana.
La doctora Azamar Alonso indicó que para comprender la dimensión real de la crisis económica –“a la que todos nos vamos a enfrentar en poco tiempo”– también debe considerarse la amenaza de cuarentena total que se cierne en particular sobre los trabajadores informales, los cuales, de acuerdo con la Organización Mundial del Trabajo, son más de 60 por ciento de la población económica activa a nivel global.
Este amplio sector no cuenta con seguridad social, prestaciones, pensiones ni otros derechos básicos, por lo que en un panorama tan incierto tendrá que elegir entre el riesgo de enfermarse y contagiar a su familia, o pasar hambre y, aun así, tener probabilidades altas de contraer el padecimiento.
Los gobiernos deben tomar conciencia de que no sólo se trata de incentivar la economía mediante estímulos fiscales y monetarios, sino que es una buena oportunidad para establecer nuevos mecanismos de trabajo en los que los actores informales sean miembros activos que ayuden a colectivizar fondos de emergencia y subsidios para estas situaciones, además de sentar las bases para fortalecer la cohesión social, reconocer la aportación de aquéllos y mejorar la capacidad productiva de los estados.
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