Por: Redacción/
En Estados Unidos se presenta un fenómeno de racismo y xenofobia creciente, porque el presidente Donald Trump “les ha dado alas”; en el tiroteo de El Paso, Texas, a los mexicanos les ha tocado ser el grupo más estigmatizado.
En este caso se trató de un ataque directo y no va a ser el primero ni el único; es el comienzo de una tendencia, por lo que se requiere un diálogo entre ambas naciones, exigir seguridad en los consulados y la prevención de más actos de este tipo, afirmaron académicas de la UNAM.
En la conferencia de medios ¿Racismo, terrorismo o ambas?, Silvia Núñez García, integrante y exdirectora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN), afirmó que el presidente Trump ha dado lugar a que esta circunstancia de extremo racismo y resentimiento salga a la luz pública. Pero “hay mucho más qué estudiar de este fenómeno, pues quienes trabajan activamente para contrarrestar a los grupos supremacistas lo hacen mediante la violencia”.
En tanto, Paz Consuelo Márquez Padilla, también investigadora y exdirectora del CISAN, destacó que el racismo está presente en todos los países, y en EU la polarización ya existía antes de la llegada de su actual presidente a la Casa Blanca. No obstante, los líderes políticos deberían evitarla, pues “una vez que se alimenta, ya no se puede controlar”. Hoy, el uso de las redes sociales amplifica los mensajes de odio y discriminación, por lo que “los mexicanos debemos estar preparados”.
Núñez García refirió que el autor de la masacre del sábado pasado estudió cómo llevar a cabo ese evento, e incluyó un componente que se da en los grupos de Medio Oriente: ser terrorista suicida, porque muchos mueren ahí mismo, acribillados por la policía. “Saben que van al sacrificio y están dispuestos a morir para ‘defender’ a su nación, que ha cambiado de color de piel, y que hoy es la de mayor diversidad étnica, racial, sexual y religiosa del mundo”.
Lo registrado el fin de semana, consideró, forma parte de una tragedia en la Unión Americana, donde las masacres se registran con mayor frecuencia. Ésta es la tercera vez que sucede en Texas y la primera en El Paso. Hoy, el problema severo en aquel país es definir a nivel federal cuál es el calibre de las armas que se podrán vender a los ciudadanos, porque nunca se llegará a la eliminación de la Segunda Enmienda, que protege el derecho del pueblo estadounidense de poseer y portar armas, así como la integración de sus ciudadanos.
En México y EU “debemos ser cuidadosos de no construir y exacerbar los nacionalismos, que son la primera puerta para generar diferencias; por el contrario, hay que ser empáticos y defender a los que sufren, los inocentes y los vulnerables”. Pero el camino en el vecino país del norte no es sólo el de las políticas públicas para controlar las armas, sino que tiene que pasar por el sistema educativo para sensibilizar a la sociedad americana de que los “diferentes” a ellos en realidad no lo son.
Ambos países, continuó Núñez, tienen algo en común: están permeados por la violencia, aunque con características distintas, pero con una cantidad de muertos que pesan enormidades en ambos lados de la frontera. “No nos podemos sustraer de eso, de las similitudes, y evitar en México que se generen discursos que dividen a la sociedad, porque los problemas no se resolverán si profundizamos las brechas entre unos y otros”.
Por el contrario, remarcó, se requiere un diálogo entre ambas naciones para encontrar las causas profundas de la violencia y estudiar las buenas prácticas para atenuar las tensiones entre grupos distintos.
Márquez Padilla expuso que el conservador republicano que tiene un arma afirma de ese modo la defensa de su libertad. Por ello, no se habla de prohibición, sino de la regulación más estricta en la venta de armas, lo cual ya ha ocurrido en el pasado.
La especialista recordó que 42 por ciento de las armas del mundo se encuentran en territorio de la Unión Americana. Ahí se registra el mayor número de masacres masivas, “y no se trata sólo de un problema de salud mental de los atacantes, sino de una ideología pro-blancos, que quieren cambiar la cara de Estados Unidos”, como les prometió el presidente Trump.
En la nación vecina, 42 por ciento de la población vive en una casa con un arma y 44 por ciento conoce a alguien balaceado accidental o intencionalmente; además, 74 por ciento de quien posee un arma lo considera un derecho fundamental, así como el 35 por ciento de quien no la tiene.
Asimismo, dos de cada tres personas piensan que tener un arma es para tener protección, y por ello el magnate estadounidense ha propuesto que se armen los profesores en las escuelas. En contraste, sólo 33 por ciento de la población piensa que si hay más armas, hay más crímenes, y 47 por ciento considera que si es más difícil obtener armas legalmente, disminuirán las matanzas. No obstante, hasta ahora no existe una organización masiva de la población para que el Congreso y el presidente lleven a cabo regulaciones al respecto.
Márquez Padilla consideró que el ataque de El Paso es un caso de terrorismo contra mexicanos, aunque del otro lado de la frontera no se quiera definir de esa manera, lo cual implica que en este y otros casos los culpables reciban como castigo unos años de cárcel. “No hay legislación que defina este terrorismo que tienen en la actualidad, a pesar de que van en aumento los grupos supremacistas”.
Finalmente, la especialista dijo que el tema entrará en las campañas políticas de cara al próximo proceso electoral en el vecino país del norte. Los demócratas están por cierta regulación de las armas y lo que ha ocurrido podría afectar la intención de reelección del presidente Trump.
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