Por: Luis Alberto Rivas
Alerta de Spoilers
En diez capítulos, el autor se da tiempo de explicar qué pasó con los tres personajes centrales de “The Fight Club”, hacer uso de la ironía para satirizar a aquellos fanáticos que movidos por la euforia de la cinta, fundaron su propia versión del club de la pelea o bien se tatuaron alguna de las anárquicas frases de Tyler Durden, sin siquiera conocer que la cinta está basada en un libro con el mismo nombre.
Acompañado con el arte de Cameron Stewart y Dave Stewart, Palahniuk se arriesgó a crear esta secuela, desafiando el estigma que “las segundas partes no son buenas”.
El formato que el autor eligió para desarrollar ésta secuela, le permitió ir más allá, comenzando con su propia aparición dentro de la historia, conjugada con elementos menos realistas, como que los personajes tomen conciencia de que están dentro de la imaginación del escritor y vayan a su casa a exigir respuestas sobre como culminará la historia.
La metaliteratura, es una peculiaridad de esta obra, ya que los personajes toman consciencia de sí, jugando con los limites entre la ficción y la realidad. Tal y como lo usara Miguel de Unamuno en la novela “Niebla”, donde el personaje principal toma consciencia de sí, Palahniuk se tomó a sí mismo y sus personajes para presentar una nueva propuesta en el mundo de la novela gráfica.
La novela comienza 10 años después de la fundación de la organización secreta de Tyler Durden, quien aparentemente es controlado por Sebastian, el cual continúa en un trabajo de oficina en el que no parece ser feliz, además de un endeble matrimonio con Marla Singer y un hijo con tendencias de piromanía.
Tras salir del hospital en el que fue internado después de dispararse en una mejilla para terminar con Tayler, Sebastian necesitó una terapia con el psiquiatra y constante medicación para mantener oculto a aquel en el que se convierte mientras duerme.
Marla vuelve a colarse en grupos de apoyo, esta vez de niños con progeria, para confesar que extraña el álter ego de su esposo, ya que el matrimonio y la vida “ordinaria” no la hacen feliz.
Las sospechosas conductas de su hijo y la secreta reducción de dosis de medicamento a la que Marla somete a su esposo, derivan en una explosión en casa de Sebastian, la cual marca el regreso de Tayler y todo su séquito.
Con elementos narrativos idénticos a los usados en su primer novela, Chuck Palahniuk revela que el proyecto estragos nunca se detuvo, ya que el psiquiatra de Sebastian está coludido con el Club de la Pelea, liberando por medio de hipnosis a su fundador por cincuenta minutos, tres veces a la semana.
Durante los 10 años que han transcurrido, El Club de la Pelea ha seguido en pie, con más misiones y menos límites.
Durante las terapias, Tyler da ordenes de nuevas misiones, recluta a nuevos “sacrificios humanos”, hace explotar ciudades y corrobora que la venta de jabón vaya a la alza.
A lo largo del cómic, los personajes secundarios del primer libro tienen apariciones que no se reducen a simples cameos, ya que su participación es fundamental para el desarrollo de la historia.
Los elementos un tanto fantásticos, utilizados por Palahniuk, prácticamente vuelven imposible que la obra sea adaptada como cinta.
Las revelaciones e incógnitas que se resuelven en “The Fight Club 2” convierten a esta historia no en una continuación directa imperdible, más bien -y como el autor mismo lo explica en una viñeta- buscó hacerse justicia, profundizar un poco más en cada personaje y plasmar aquello que no pudo ver la luz en la película de 1999 y se quedó entre las páginas de su opera prima.
Vale la pena conocer la verdadera naturaleza de la condición del protagonista, como aquella revelación que Tyler ha estado presente como un virus en la genética de la familia de Sebastian durante siglos, apoderándose de su padre, abuelo, bisabuelo y todos sus predecesores, llevando a cada uno al fracaso y la miseria.
El Club de la Pelea 2 se encuentra disponible en español en varias librerías de México.
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