Por. Redacción /
A pesar de que las múltiples adaptaciones de comics para cine son vistas como discursos hegemónicos que intentan introducir en un ciclo de consumo inacabable, con sagas y nuevos superhéroes como productos enajenantes de Hollywood, si se hace caso a una teoría analítica podrán observarse enunciados que intentan cambiar la realidad, expresó el doctor Carlos Molina Posadas.
En el Ciclo y conferencias Superhéroes en el cine, organizado por la Biblioteca Miguel León Portilla, las Secciones de Publicaciones y Difusión y la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Unidad Cuajimalpa de la Casa abierta al tiempo el especialista disertó acerca del contenido de los comics respecto de la realidad que, a partir de una noción de ficción, vislumbra un comportamiento de desobediencia civil.
Después de la proyección de El Caballero de la Noche Asciende, la tercera entrega de la serie fílmica de Batman dirigida, producida y coescrita por Christopher Nolan en 2012, el doctor Molina Posadas abundó que el origen de estos comics está relacionado con el mito de la formación que los estadounidenses tienen desde niños, en la que construyen la idea de una nación a la que le juran lealtad.
Basado en la legendaria frase atribuida a Thomas Jefferson que reza: “si una ley resulta injusta, no sólo sería correcto, sino obligación moral, desobedecerla”, se sustenta el significado de la democracia, cuyo entramado está entre la gente y no en los representantes electos.
El académico del Departamento de Humanidades de la Unidad Cuajimalpa sostuvo que la cita que se aprende muy bien en las primarias estadounidenses, en realidad no es de Thomas Jefferson, sino de Martin Luther King, y existe la evidencia en una carta que él escribió mientras se encontraba encarcelado en Birmingham, Alabama, en 1963.
Sin embargo, semejante texto no podía ser atribuido a un hombre prisionero de raza negra y justificar sus acciones en un Estado que en ese momento seguía teniendo políticas de discriminación, por lo que resultaba más fácil transliterarlo a Thomas Jefferson, padre fundador blanco que dijo “nosotros el pueblo somos”.
En casos como Batman y Superman, aunque este último sea un personaje venido de otra galaxia y el otro un sujeto con un entendimiento y unas capacidades físicas extraordinarias cuya familia es de plutócratas y ha estado en el poder desde hace mucho tiempo en Ciudad Gótica, los instantes fundamentales para su identidad sí son del hombre común, de ese niño que aprendió sobre democracia en la educación básica.
“Por ejemplo, Superman es criado por una pareja de granjeros güeros, decentes, en algún sitio del centro de Estados Unidos no del todo identificado, que podría estar en Utah, Idaho u Ohio, lo que en un principio lo convierte en un tipo común”.
Batman, también como un niño común y corriente, ve morir a sus padres y entonces desarrolla ese sentido de la justicia por el que eventualmente va a luchar convirtiéndose en el hombre habitual que discute qué es democracia y justicia, la observa y la aprende en el ámbito de la opinión pública.
El individuo común es otro de los mitos fundacionales del ser de los estadounidenses como nación, por lo que el superhéroe es siempre un sujeto normal. Superman es un guerrero que despliega sus poderes casi infinitos de acuerdo con una intuición moral propia, esa que le enseñaron sus padres en la granja cuando era pequeño, y que es la que aprende cualquier norteamericano en el proceso de volverse varón.
“Situándonos en el universo estadounidense son innumerables los momentos en que los comics han discutido qué es ser pueblo, qué es estar activo en estas grandes gestas de la modernidad con hechos que están siempre ligados a la desobediencia civil, pues es la existencia del bien y del mal como conversación la que vuelve posible todas esas ilustraciones y la construcción de la historieta.
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