Por: Redacción/
Las sociedades poscapitalistas basadas en el autogobierno y la autonomía ofrecen una solución a la profunda crisis civilizatoria que podría poner fin a esta era y, por fortuna, es muy amplio el número de personas organizadas en el mundo para generar relaciones sostenibles y de respeto a la naturaleza, sostuvo el doctor David Barkin Rappaport, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En la North-South Conference on Degrowth celebrada en México, el académico del Departamento de Producción Económica de la Unidad Xochimilco de la Casa abierta el tiempo expuso que el descrecimiento significa un cambio de vida radical derivado de la preocupación intelectual y política ante los elementos destructivos de la modernidad, proponiéndose como un rechazo al espejismo del crecimiento al sostener que se puede vivir mejor con menos, pero en común.
La cultura, en el sentido más profundo de la palabra, implica una nueva relación de la sociedad con la Tierra en todas sus dimensiones, así como nuevos vínculos entre la población y las instituciones, que en casi todo el mundo se están volviendo inoperantes, pues aquellas de orden globalizador suponen la conservación del capitalismo mediante simples mejoras.
El Profesor Distinguido de la UAM señaló que la península de Yucatán dejará de ser habitable en 30 años, no necesariamente porque vaya a hundirse sino porque posee una superficie kárstica debajo de la cual hay un enorme acuífero que requiere desalinizar el agua para hacerla potable, sin embargo en todo el estado de Quintana Roo no existe una sola planta de tratamiento y la empresa francesa que maneja las residuales, las vierte tres kilómetros mar adentro.
“Necesitamos construir sociedades poscapitalistas que no dependan ni emanen del Estado nación” las cuales tendrán que surgir y brotar desde abajo, en el sentido más literal de la palabra, así como fuera de toda relación patronal-proletaria que carezca de la acumulación privatizadora para ceder su lugar a la propiedad comunal.
Estas sociedades no son nuevas, ya existen, continúan siendo perfectibles, generan alternativas múltiples y cada vez brotan más en todas partes del orbe, haciendo que asistentes, estudiantes, académicos, voluntarios y asociaciones no gubernamentales asuman el reto de aprender de ellas.
Además implican el autogobierno, en simbiosis con la autonomía, una situación que daría pie a reorganizar las ciudades y reconcebir la infraestructura urbana, el transporte público y otros elementos, pero sobre todo las relaciones de la población con sus fuentes de trabajo, por lo que algunos sectores quizá no tengan del todo resuelto el futuro, aun cuando ya han tomado la decisión de cambiarlo a través de la autonomía, no obstante la violencia que enfrentan.
Decenas de pueblos que padecen el calentamiento global examinan y proponen respuestas de altura y mecanismos para asegurar la producción de alimentos y energéticos que cubran sus necesidades básicas, como evidencian experiencias de agroecología en África que no llegan a ser registradas en los medios de comunicación, pero que constituyen una salida real a la crisis global.
El miembro Emérito del Sistema Nacional de Investigadores reconoció también a los cientos de personas que buscan construir alternativas a los desequilibrios medioambientales que otros han generado, capacitándose en nuevas formas de sociedad poscapitalista para construir una cultura que invita a aprovechar lo más rico de la Tierra con lo más prometedor del ser humano, haciendo de ello el fundamento más profundo de la cultura.
El reto ante la crisis civilizatoria es trascenderla como ocurre en muchos rincones de América Latina, donde hay un reconocimiento en todo momento de la urgencia de transformar el modo de vida hacia un modelo que reduzca el consumo y reformule las fuentes energéticas, al considerar que la problemática continúa tomando formas y consecuencias.
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