El cierre del año 2015 para la economía mexicana está fuertemente determinado por dos
condiciones externas:

a) la continua caída en los precios del petróleo que ha llevado a que la mezcla
mexicana se esté cotizando por debajo de los 30 dólares el barril

b) la ansiada expectativa de que en su reunión del 15-16 de diciembre, el FOMC de la
Reserva Federal de Estados Unidos (el FED) iniciará, después de ocho años, un
ciclo al alza de su tasa de interés objetivo, la tasa de fondos federales
Ambos acontecimientos se han traducido en que la volatilidad del tipo de cambio se agudizó
en días pasados, alcanzando una cotización sin precedente cercana a los 18 pesos por
dólar.

Estamos en el umbral de una semana crucial para la economía mundial, ya que
prácticamente se asume que el FED iniciará con el proceso de normalización de su política
monetaria.

Este nuevo ciclo tendrá profundas repercusiones en la economía global. En
México, tal como lo ha anunciado el Banco de México desde hace ya varios meses, el
incremento de la tasa de interés interbancaria estará atado a la decisión del aumento de la
tasa de interés por parte del FED. Así, en esta semana está prácticamente asegurado que
la Junta de Gobierno del Banco de México ajuste su tasa, probablemente en 25 puntos
base.

Con ello, también nuestro banco central iniciará un nuevo ciclo de su política
monetaria que se extenderá, por lo menos, durante todo 2016.
Es de esperarse que con los anuncios que se anticipan para esta semana por parte del FED
y de Banxico, aminore la volatilidad del tipo de cambio del peso al disiparse un elemento
importante de incertidumbre.

Hacia adelante, para 2016, el IMEF vislumbra lo siguiente para la economía mexicana:

i. El cambio de ciclo de la política monetaria tendrá repercusiones sobre la economía real
(el crecimiento de la actividad económica), las presiones inflacionarias, el sendero del tipo
de cambio y las condiciones macro-financieras. Habrá, por ello, que mantenerse una actitud
vigilante y las autoridades financieras deberán estar atentas a adoptar políticas correctivas
de ser necesario

ii. Si bien es de esperarse que el precio internacional del petróleo no se recuperará de
manera importante de los niveles actuales, la atinada adquisición de la cobertura petrolera a
49 dólares el barril por parte del Gobierno Federal atenuará el impacto negativo sobre los
ingresos públicos.

iii. Se consolidarán algunos impactos derivados de una instrumentación de las reformas
estructurales, sobre todo en lo que respecta a avances de la energética, la de telecomunicaciones y
financiera

iv. La inflación continuará bajo control, si bien no al mínimo nivel que registrará en 2015, y sujeta al riesgo de que comience a manifestarse el traslado de las variaciones del tipo de cambio hacia los
precios, el llamado pass through. Ello será un motivo más para que el Banco de México esté muy
atento y no vacile en actuar si se manifiestan presiones inflacionarias no congruentes con la meta
anual de inflación de 3 por ciento

v. El consumo interno deberá continuar con el impulso con el cual está finalizando en este año y
esperaríamos en consecuencia también un repunte de la inversión

vi. Si bien el crecimiento de la economía mexicana continuará estando por debajo de nuestro
potencial, es importante señalar que se está dando una diferenciación a favor de México con respecto a la perspectiva de las principales economías emergentes latinoamericanas como Brasil, Argentina y Colombia.

Ante este escenario, es conveniente destacar que si bien México no crece a tasas deseadas y
superiores a su potencial de 5%, por lo menos registra un crecimiento inercial que permite mantener los equilibrios macroeconómicos y con ello registrar mejores perspectivas de crecimiento para la segunda mitad del sexenio.

Aunado a lo anterior, si en 2016 se registra una decidida instrumentación de las reformas
estructurales, el crecimiento esperado mejorará y podría ubicarse por arriba del hoy estimado
(2.78%).