Por: Melissa Medina/
El Fuerte de San Juan de Ulúa, ubicado en el Puerto de Veracruz, es un sitio que tiene más de 500 años de historia, pues en este lugar el 23 de noviembre de 1825 se llevó a cabo la expulsión del último contingente de las tropas españolas, en un movimiento armado encabezado por el Capitán de Fragata Pedro Sáenz de Baranda, consolidando así la Independencia mexicana y conformándose la Marina Armada de México como símbolo de la Soberanía Nacional.
El nacimiento de esta fortaleza, comenzó con la conquista española en el año de 1518, Juan de Grijalva quien fue enviado desde Cuba por Diego Velázquez, en búsqueda de nuevos territorios donde pudieran obtener más riquezas para la Corona Española. Es así que llegó a la región de “Culúa”, nombrada de esta manera por los nativos del lugar. Tras la exploración y la conquista, el Capitán Grijalva decidió nombrarlo como San Juan de Ulúa.
El puerto de San Juan de Ulúa, se volvió un punto de transito estratégico para la Corona Española, pues ahí arribaban todas las embarcaciones comerciales y de viajeros durante el virreinato, todo lo que entraba y salía pasaba por el lugar, por lo que fungió como una de las primeras aduanas de la capital.
Para el año de 1535 el Virrey Antonio de Mendoza, ordenó la construcción de una fortaleza, que sirviera de almacenamiento para las riquezas que entraban y salían del puerto. Es así que se construyó sobre el islote que era utilizado por los Culúa como adorador al dios Tezcatlipoca, un Fuerte de aproximadamente 32 kilómetros cuadrados, con un material llamado argamasa, que era una mezcla de arena, piedra mucar, coral blanco, agua de mar, entre otros, que al solidificarse formaron las paredes de la edificación, y que por cierto era la única construcción con este tipo de material.
Lo primero en construirse fue el famoso “Muro de las Argollas”, que originalmente contaba con 36 aros de aproximadamente 35 kilogramos de bronce puro. Éste fue hecho para proteger a las embarcaciones que arribaban al puerto, ya que los vientos alcanzaban rachas de entre 60 y 120 kilómetros por hora, por lo que hacía que las naves llegaran a estrellarse entre sí.
Pasaron varios años para que la Fortaleza quedara completa, pues se le fueron agregando los baluartes de San Crispín, San Pedro, Santiago y Soledad, que se que están unidos entre sí por cortinas, reforzados con un revellín (una estructura arquitectónica triangular) y dos lunetos, separados por un canal y puentes que ayudaban a cruzar por los pasillos. La estructura es importante ya que, desde los baluartes, los ángulos de tiro eran precisos para la defensa, lo que ayudaba a evitar invasiones enemigas.
Al ser un lugar de resguardo de las riquezas que se enviaban a España, fue un punto de mira para fuerzas invasoras, sin embargo, la estructura del Fuerte sirvió para contener ataques piratas, como los orquestados en 1568 por Francis Drake y John Hawkins, o la de 1683 a cargo del holandés Laurens de Graff apodado “Lorencillo”.
Además, resistió cuatro invasiones: la primera en 1825 con la rendición de las últimas tropas españolas; 1838 con el ataque de las fuerzas francesas durante la Guerra de los Pasteles, en 1847 frente a los norteamericanos durante la Guerra de Intervención, y finalmente en 1914 en la defensa contra el desembarco de las tropas estadounidenses; por lo que se le nombró como cuatro veces “Heroica” convirtiéndose en un símbolo de la soberanía nacional.
Para el año de 1601, se agregó a la Fortaleza la casa del Gobernador, que era el encargado de la administración y las riquezas que había en el lugar. Aquí vivió el Presidente Benito Juárez y dentro de estas paredes fue redactada la Constitución de 1917 por Venustiano Carranza.
También el Fuerte de San Juan de Ulúa es muy conocido por ser una de las prisiones más tenebrosas de la historia mexicana, en donde estuvieron presos políticos como Benito Juárez, los hermanos Flores Magón, Fray Servando Teresa de Mier, Fray Melchor de Talamantes, Francisco Xavier Clavijero, entre otros.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la prisión de San Juan de Ulúa era muy temida por las historias y leyendas que salían de sus paredes. Las condiciones en la que se encontraban los presos eran inhumanas, pues sufrían torturas y crueldades, además de que las instalaciones eran insalubres.
El puente que daba la entrada hacia las celdas se le conoce como “El puente de los Suspiros” o “El Puente Sin Retorno”, pues se decía que quien entraba ya no salía con vida. Había rumores de que era la mismísima entrada al infierno, y que difícilmente se podía escapar de él, pues por la falta de limpieza y condiciones, los presos enfermaban de tuberculosis, malaria o cualquier enfermedad gastrointestinal y terminaban muriendo a los pocos días.
Al estar rodeado por el mar, en ocasiones, las celdas se inundaban, lo que obligaba a los prisioneros a permanecer pegados a la pared y de pie durante horas. Por la humedad del lugar, los muros estaban repletos de salitre, lo que le otorgaba una vista más lúgubre y siniestra.
Algunos prisioneros intentaron escapar sin éxito, sus cuerpos fueron consumidos por la inmensidad del mar. Existen varias leyendas muy famosas como la “Mulata de Córdoba” y la de Jesús Arriaga, mejor conocido como “Chucho el Roto”, un prisionero que se dedicaba a robar a los ricos y parte del botín lo repartía a los más necesitados, fue capturado y llevado a San Juan de Ulúa, al año se escapó, sin embargo, fue re-capturado y regresado a la prisión. Intentando una segunda huida, fue descubierto y el castigo que recibió le causó la muerte.
Actualmente el Fuerte de San Juan de Ulúa, a excepción de uno de los baluartes que está ocupado por la Marina Armada de México, es un monumento histórico bajo el resguardo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), además es un espacio abierto al público.
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