Por: Redacción
Las universidades de México requieren con urgencia políticas institucionales que permitan el recambio generacional para el largo plazo, así como condiciones “óptimas, adecuadas y dignas” para el retiro de los académicos, consideró Lorena Olivier Villalobos.
La doctora en Sociología por la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y ganadora del Premio ANUIES 2015, en la categoría Estudios de Doctorado, hizo el planteamiento en la tesis Recambio generacional en las universidades públicas mexicanas: Universidad Autónoma de Chapingo y la Universidad Autónoma Metropolitana.
En esa investigación refiere la necesidad de desplegar políticas públicas que propicien un proceso de recambio del personal académico de las instituciones de educación superior, “en condiciones justas y atractivas” que permitan la llegada de nuevo capital humano y con ello la renovación de la planta docente.
La doctora Olivier Villalobos explicó en entrevista que su interés al realizar este trabajo fue analizar las implicaciones de contar con personal académico de edad avanzada en las instituciones, “pues al no haber salida vía la jubilación tampoco hay ingresos o éstos son muy limitados”.
Este fenómeno es importante y no sólo ocurre en la UAM o en Chapingo, sino en el resto de instituciones públicas de educación superior.
La investigadora señaló que diversos factores determinan la inexistencia de programas de recambio generacional en las instituciones, entre ellos la ausencia de mecanismos de regulación del retiro como hay en otros países –Estados Unidos, España y Francia– donde sí se establece una edad determinada obligatoria para la jubilación de los académicos.
En México un docente se jubila cuando lo desea, a lo que se suma que las universidades carecen de programas específicos, pues esa situación se lleva a cabo mediante el sistema de seguridad social que brindan los institutos Mexicano del Seguro Social (IMSS) y de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
Las universidades públicas enfrentan en este momento dos fenómenos: por un lado el envejecimiento de la plantilla, pues no cuentan con un esquema de jubilación, sino que los profesores lo hacen vía el ISSSTE o el IMSS y gozan de “muy buenas” prestaciones, pues tienen acceso a estímulos y becas que constituyen una parte muy importante de sus ingresos.
Por otra parte, en las universidades que poseen esquemas propios que se suman a los de carácter federal se pagan pensiones a veces por más tiempo respecto del que un profesor estuvo activo, lo que ha conducido a crisis financieras.
“Son los dos polos opuestos que hay en el panorama y ambos tienen afectaciones en los niveles financiero y del conocimiento” de las instituciones.
En la parte académica también hay elementos que debieran ser considerados, por ejemplo, la fuerte vinculación de los profesores con sus instituciones y con los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Los académicos de la UAM y la Universidad Autónoma Chapingo “están muy acostumbrados a la actividad académica, a investigar y a participar en congresos, seminarios y a gestionar el registro de patentes”, entre otras actividades que significan mantener un vínculo también importante.
Existen propuestas de retiro voluntario en instituciones como la Casa abierta al tiempo, pero no han alcanzado éxito porque abarcan la parte académica, pero no la humana.
Otro tema es cuando se abre una plaza por concurso de oposición. En ese caso el aspirante debe tener experiencia en investigación, docencia, elaboración de planes y programas de estudio y reconocimiento nacional e internacional.
Sin embargo “sucede que quienes concursan y ganan pueden tener una edad similar a la del profesor que será sustituido y entonces no hay un proyecto de recambio generacional de largo plazo”.
Esto representaría que el profesor que saliera fuera sustituido por otro con gran capacidad académica y de investigación, lo que solucionaría las necesidades en dichos aspectos, pero no las de un programa de largo plazo, como sí lo hubo cuando se fundaron la UAM y la Universidad Autónoma Chapingo.
La doctora Olivier Villalobos precisó que en ambas instituciones los recursos son limitados y ninguna cuenta con un sistema de retiro atractivo para los académicos. Esto ha llevado a desarrollar estrategias de contratación de docentes para cubrir algunas clases, pero no se ha podido establecer un programa de recambio como tal.
Las dos tienen pros y contras de contar con profesores de edad avanzada; entre las primeras están el amplio conocimiento de la institución, la operación diaria de la universidad, la atención de un grupo y, en general, la experiencia acumulada después de décadas dedicadas al desarrollo de una disciplina.
No obstante aparece como desventaja principal la resistencia al cambio. Otra es la edad promedio de los académicos, que en Chapingo asciende a 52 años y en la UAM a 58 años y la cual seguirá aumentando, mientras que la de los jóvenes oscila entre 18 y 24 años.
La investigadora mencionó que más que una propuesta, su trabajo consistió en señalar el fenómeno para “decir a los tomadores de decisiones que hay un problema urgente por resolver” y, en ese sentido, “se necesita contar con una política institucional que dé salida a un asunto que ha ido pasando de gestión en gestión, pero que en su momento a alguna corresponderá resolver”.
No Comment