Por: Mugs Redacción
La solución al problema de la elevada contaminación atmosférica en la Ciudad de México está en reducir el alto número de vehículos en circulación, señalaron expertos del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM.
“Por eso la elevada contaminación no se ha reducido, sino que se mantiene”, agregaron los universitarios.
En cuanto al programa Hoy no circula, se promovió el tránsito de vehículos nuevos; la reacción de la gente fue tratar de conseguir uno y ahora se tiene otro problema, que es reducir el alto número de autos en las vialidades.
Para que se registre una mala calidad del aire en la Ciudad de México se requieren dos factores: emisiones contaminantes y condiciones meteorológicas adversas, afirmaron.
Las primeras no han cambiado significativamente, lo que sí se registra desde hace unos días son problemas de dispersión y, con ellos, la activación de precontingencias ambientales, que deben hacer conciencia en la población de que el asunto de la contaminación aún requiere de su participación y de trabajo para su solución.
“En los últimos días se han sostenido los niveles de concentración de contaminantes como el ozono, que del viernes pasado a la fecha no ha disminuido significativamente por razones meteorológicas”, explicó Ricardo Torres Jardón, integrante del Departamento de Físico-química Atmosférica de la entidad universitaria.
En invierno hay condiciones meteorológicas que pueden ser poco favorables para la dispersión de contaminantes, como los frentes fríos, y detrás de ellos, los sistemas de alta presión –aire frío muy denso-, sin viento y cielos despejados, lo que provoca que las emisiones de los vehículos se procesen en la atmósfera y se produzca ozono y aerosoles, acotó Agustín García, del mismo Departamento.
No obstante, reconocieron que si bien los niveles se han acumulado y son “relativamente altos”, no son comparables a los de hace 15 o 20 años.
García señaló que los principales contaminantes primarios que existen en la atmósfera son monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y dióxido de azufre. Otros, los secundarios, se producen por la reacción de los primeros; es el caso del ozono.
En 2006, las contingencias se activaban al alcanzar los 200 IMECA (índice metropolitano de calidad del aire); para 2012 se disminuyó a 150. Además, en 2014 se publicó la nueva norma de calidad de aire para ozono, que actualizó el nivel permisible, de 110 partes por billón (ppb), a 95. De ese modo, el cálculo del nivel de precontiningencias tiene valores más estrictos para su aplicación, y éstas se han vuelto a registrar.
Es decir, “si tuviéramos los niveles de 2006, no hubiera habido precontingencia estos días y se creería que no tenemos problemas de contaminación, y no es cierto”, aclaró.
De ese modo, se espera que el número de precontingencias sea similar al del año pasado, es decir, seis o un poco más, porque falta la época de calor, cuando hay más ozono, pocas nubes y mucha radiación solar, hasta que comience la temporada de lluvias.
La Ciudad de México tiene una de las redes de monitoreo más grandes e importantes de Latinoamérica. Eso ha permitido a los especialistas hacer un seguimiento puntual de la contaminación. Empero, reiteró Torres Jardón, “debemos estar conscientes de que una cosa es el monitoreo y otra el control”.
La existencia de estas redes significa que sólo se vigilan y observan los niveles de contaminación para prevenir a la población de los posibles efectos que pueden tener, sobre todo, en personas susceptibles, acotó.
Mientras, García reconoció que hay avances, “como los programas ProAire, el cambio de combustibles, el control de compuestos orgánicos volátiles o las nuevas tecnologías”.
Pero la calidad del aire en esta metrópoli también depende de las urbes que hay alrededor, por eso se creó la Comisión de la Megalópolis, que considera a las seis entidades del centro del país: la propia Ciudad de México, Puebla, Morelos, Tlaxcala, Hidalgo y Estado de México.
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