Por: Redacción/

Con la más sensible indignación, REDIM, Red por los Derechos de la Infancia en México, se suma a las exigencias de justicia ante los graves y sistemáticos casos de violencia sexual en contra de niñas, adolescentes y mujeres jóvenes. Cada día se presentan diez feminicidios y cuatro desapariciones en total impunidad. Es urgente que las instituciones superen el patrón de revictimización a las mujeres que exigen justicia; son necesarias respuestas contundentes y mecanismos eficientes de prevención e investigación que frenen la violencia machista y los Feminicidios.

En reiteradas ocasiones se ha señalado la crisis nacional de violencia de género que enfrenta México, especialmente en contra de niñas y mujeres adolescentes; señalamientos ante los cuales no se han dado avances significativos para erradicarla.

Es lamentablemente el patrón construido desde las instituciones en donde dudar del testimonio, cuestionar la conducta de las víctimas, realizar filtraciones de la carpeta de investigación, invalidar evidencias y la coadyuvancia; se han convertido en una especie de procedimiento.
Y en los casos que alcanzan la indignación pública se prioriza el “prestigio institucional” sobre el interés superior de la niñez, violentándoles el derecho a la verdad y el acceso a la justicia.

De acuerdo a datos oficiales, de cada 100 carpetas de investigación donde niñas y mujeres adolescentes son víctimas de un delito, sólo un caso alcanza sentencia condenatoria. Es decir, existe garantía de impunidad en el 99% de las víctimas de abuso sexual. La tasa de violencia sexual en contra de niñas y niños en México es de 1,764 por cada 100 mil, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Además, cinco mil de cada 100 mil sufren tocamientos. De mil casos de abuso, solo se denuncian ante la justicia alrededor de 100; de esos, solo 10 van a juicio; y de ahí, solo uno llega a condena.

Las recientes denuncias por las agresiones sexuales a mujeres adolescentes a manos de policías de la CDMX y un funcionario de la UNAM, reactivaron las expresiones de indignación y exigencia de justicia. Ante lo cual la respuesta institucional repite el patrón de revictimización que sólo favorece la impunidad de los presuntos agresores. Al tener una respuesta reactiva para defender la imagen de la CDMX y la UNAM, y en muchos otros casos en la SEP, en torno a las denuncias de las víctimas, las y los funcionarios públicos violentan el artículo 4o Constitucional que les obliga a garantizar el interés superior de la niñez en todas sus actuaciones.

Realizamos un llamado urgente para que la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México acepte la solicitud de la Alerta de Violencia de Género AVG como compromiso real e inmediato.
Así mismo para que la UNAM inicie el diálogo institucional con estudiantes adolescentes de bachillerato para construir el perfil de una Unidad especializada en adolescentes dentro de la Defensoría de los Derechos Universitarios que les acompañe en las denuncias al interior de la máxima casa de estudios.

La Secretaría de Educación Pública necesita atender su responsabilidad de protección integral de 25 millones de niñas y niños en el sistema de educación básica, facilitando la investigación de los hechos denunciados, desarrollando mecanismos de denuncia y participación infantil e incluyendo en la formación curricular la igualdad sustantiva de niñas y mujeres adolescentes.

Reconocer que las diversas policías y funcionarios de instituciones educativas actúan desde prácticas sociales machistas nos permite caminar al desarrollo de políticas públicas de prevención, atención y contención de la violencia machista. Las adolescentes y mujeres jóvenes necesitan garantías de seguridad, libertad y participación ciudadana en la definición de protocolos, códigos de conducta y mecanismos de denuncia eficientes.

Es momento de abrir los ojos, y no perder la centralidad en las victimas y la responsabilidad del Estado para garantizar una vida libre de violencia a niñas, niños y mujeres adolescentes.
Centrar el debate y las acciones en escuchar las voces de las víctimas, que son calladas por el miedo y la impotencia que sufren.