Por: Redacción/
La UNAM, a través del Instituto de Biología (IB), realiza un inventario completo de la flora del Valle de Tehuacán-Cuicatlán, recientemente inscrito como “Bien Mixto” en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO por su riqueza natural y cultural.
Rosalinda Medina Lemos, académica de la entidad universitaria y coordinadora del proyecto, refirió que el estudio en ese sitio excepcional es necesario para contribuir al conocimiento y conservación de la biodiversidad que alberga nuestro país. “Es un lugar que concentra gran cantidad de especies con formas de vida extrañas, sólo conocidas en esta región”.
Su relevancia cultural y natural se manifiesta en la presencia de biomas con altos niveles de endemismo, especies de flora y fauna en riesgo y raras, además de ser reconocida como cuna de la agricultura y la irrigación mesoamericana (por el manejo del agua y el desarrollo de sistemas hidráulicos que propiciaron los primeros sistemas agrícolas).
La biodiversidad, en combinación con las condiciones adversas del desierto, dio pie a un proceso de adaptación y evolución tecnológica antigua que definió esa región cultural.
Gracias a esta labor, que comenzó como proyecto institucional en el IB a partir de 1979 (con antecedentes en exploraciones a finales del siglo XVII y en las primeras descripciones en el siglo XIX), hoy se tienen registradas tres mil 600 especies “y sigue el trabajo de campo, con el descubrimiento de nuevas plantas (alrededor de tres por año) en pequeños ‘huecos’ que aún quedan por explorar”.
Además, destacó la científica, cerca del 10 por ciento de las especies descritas son endémicas, por eso es importante proteger este sitio. La zona de estudio, ubicada entre los estados de Puebla y Oaxaca, fue decretada reserva de la biósfera el 28 de mayo de 1997, comprende una extensión de 10 mil 812 kilómetros cuadrados (de los cuales cuatro mil 874 son área natural protegida); ahí se albergan diferentes ecosistemas.
El matorral xerófilo y el bosque tropical caducifolio contienen las comunidades más interesantes, las más atractivas a la vista del viajero por la rareza en las formas de vida de las plantas. La región se considera el desierto más sureño de nuestro país.
Es un lugar que en la historia geológica, y debido a la tectónica de placas, quedó aislado; en realidad es una continuidad de los desiertos norteños, con condiciones particulares que permitieron el desarrollo de una flora excepcional, explicó la experta.
Un ejemplo son las cactáceas columnares –de hasta 12 metros de altura–, que forman comunidades únicas en el mundo, una especie de “bosques” de cactus gigantes, o las “grandes globosas”, que tardan cientos de años en crecer y que alcanzan la altura de un adulto (Echinocactus platyacanthus).
Las investigaciones a lo largo de tres décadas han dado como resultado la publicación de “La Flora del Valle de Tehuacán-Cuicatlán”, un inventario de las especies de plantas vasculares que habitan la región, y que se edita en una serie de fascículos. Ahí se refleja el trabajo de taxónomos nacionales y extranjeros, y de diferentes instituciones que clasifican y categorizan las plantas, las describen y registran.
El proyecto ha sido financiado (para exploraciones y publicación de resultados) en diferentes etapas por instancias como la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, la Fundación Mac Arthur y National Geographic Society. La tarea continúa y a partir de este año la divulgación se hará en formato digital.
Las plantas, en especial cactáceas, orquídeas y bromeliáceas están expuestas al saqueo; son muy apreciadas por coleccionistas y especialistas extranjeros, sobre todo alemanes y japoneses, que se las llevan de manera ilegal.
Medina Lemos, quien participó en la elaboración del expediente de nominación de la zona como Patrimonio Mundial, opinó que la declaratoria como Bien Mixto (proceso que se alargó por alrededor de tres años) sirve para que, como mexicanos, nos sintamos orgullosos de tener un país con tanta diversidad y lo valoremos.
No obstante, se corre el riesgo de que no se haga un buen plan de manejo del sitio para abrirlo al turismo. Si no se hace de manera adecuada, la región podría ser afectada. “No se debe evitar el desarrollo, pero sí establecer lineamientos claros para que se efectúe y consolidar la educación ambiental de la población”, concluyó.
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