Por: Redacción
La moda –un constructo social por sus representaciones y discursos sintomáticos– habla del tipo de sociedad y los valores de una época, pero también abrió a los artistas un cauce a sus inquietudes y al cuestionamiento de la estética de los cuerpos y la industria del sector.
Rostros, labios, figuras, colores brillantes y líneas caprichosas son elementos esenciales amalgamados con la proyección de zapatos, bolsas, vestidos y otros objetos que conforman una propuesta para interpelar al espectador con la interrogante: ¿Qué me pongo?
La muestra así titulada de Álvaro Gómez García es exhibida en la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y en ella destacan Moda II –un collage que reconcilia el azul y el rojo en un lienzo lleno de cuadros chicos que en el centro tiene un personaje femenino cargando máscaras– y Mujer y violín, el rostro de una joven en técnica mixta que ensambla recortes y un trazo pictórico colorido con predominio del cian y el violeta.
En Reconstrucción I el artista plástico enfoca su atención en la figura femenina, en la mirada amorfa y disímil de un semblante humano extraviado en las pinceladas que constituye una apuesta lúdica y encuentra en el ensamble de componentes varios su mejor manifestación.
La propuesta resultó de un proceso de casi un año en el que Gómez García exploró los preceptos sociales de la idea de belleza y todo lo que la rodea a través de vehículos expresivos: piezas en pequeño y mediano formatos en técnicas diversas en las que lo sobresaliente es el qué y no el cómo.
El autor busca romper los estigmas, ya que “desde que nacemos nos programan con que esto es bonito y esto no, y nos inculcan juicios”, por lo que su intención es que cada quien construya una idea personal de la estética, ajena a los estereotipos.
¿Qué me pongo? –abierta hasta el 20 de julio en la Sala de Exposición de la mencionada sede académica– invita a observar la belleza con otras miradas, en un ejercicio para desprenderse de los condicionamientos, quitándose “un poco esas caras que a veces mostramos y ver con ojo crítico, sin veredicto y abierto”.
José María Camacho estima que el juicio une o separa conceptos, imágenes o criterios que han sido percibidos con anterioridad y apreciados con un sentido que, a su vez, utiliza para funcionar la percepción voluntaria, una de las tantas maneras en que el espíritu y la materia interactúan misteriosamente.
El artista “parece recordarnos, con esta serie de trazos firmes y metodologías arriesgadas, que todas las consideraciones estéticas dependen de una subjetividad muy frágil, pues la observación no es sólo eso, ya que la apreciación no puede separarse ni aislarse del sujeto y por tanto, el lujo es subjetivo, fugaz y fútil.
“En esta obra, el ojo y el juicio, es decir, todo el aparato social está puesto a prueba: ¿Qué me pongo?, se preguntan los personajes de Gómez García, en apariencia sin notar que están inmersos en un collage que los limita al mismo tiempo que los deja libres. No importa –parece ser la respuesta– el dictamen sobre ti no está en tus manos”.
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