Por: Carolina Carrasco

El 19 de septiembre de 1985 se pensó que la Ciudad de México había desaparecido. En punto de las 7:19 de la mañana, se registró un sismo con magnitud de 8.1  grados; de tipo trepidatorio y oscilatorio. Duró poco más de dos minutos, y fue más letal que el de 1957, cuando se cayó el Ángel de la Independencia.

A la fecha no existe una cifra exacta de cuántas personas perdieron la vida, debido a la censura impuesta por el gobierno, el cual reportó “oficialmente” entre 6 mil y 7 mil personas fallecidas, sin embargo, tras la apertura de información, el conteo asciende hasta 10 mil posibles víctimas.

Asimismo,  4 mil personas fueron rescatadas de entre los escombros, algunos que habían pasado  hasta diez días sepultados entre toneladas de metal y concreto que correspondían a las 30 mil estructuras que resultaron  destruidas.

Entre ellas, destacan la unidad de ginecología y la residencia médica, en el Hospital General, el Hospital Juárez (con pacientes y personal médico en su interior); los módulos central y norte del edificio Nuevo León, en Tlatelolco, los edificios A1, B2  y C3 del Multifamiliar Juárez, Televicentro (hoy Televisa Chapultepec), los lujosos Hotel Regis (hoy Plaza de la Solidaridad) , D’Carlo y del Prado, en la Alameda Central, y varias fábricas de costura en San Antonio Abad fueron algunos de los edificios más emblemáticos que se vinieron abajo durante el siniestro.

Sismo de 1985

Foto: La Ciudad de México en el tiempo (Facebook)

El estadio de béisbol del Seguro Social (donde actualmente está Parque Delta) tuvo que ser usar como anfiteatro; la cantidad de fallecidos era desmesurada, y algunos estaban tan maltratados que fue imposible su identificación. Se les colocaba entre bolsas de hielo para tratar de retrasar su descomposición.

Los servicios de luz y agua cesaron, y aun cuando ésta última se restableció –debido a la contaminación ocasionada por los escombros y los cadáveres expuestos–, se recomendaba no tomarla ni hervida, se promovía el consumo de  refrescos, pues aún no se vendía agua embotellada.

El Sistema de Transporte Colectivo Metro quedó afectado en 32 estaciones, y comunicarse hacia las afueras de la urbe era casi imposible: El sismo dañó la red primaria de Teléfonos de México, entonces una paraestatal, y no hubo servicio en varios estados aledaños, ni a larga distancia nacional o internacional. Era imposible la comunicación exterior, y el único medio de información en pie era la radio

La incomunicación fue tal que, en medios internacionales, se daba a la Ciudad de México como desaparecida. Y las autoridades, todo este tiempo, brillaron por su ausencia.

La autoridad rebasada

Fue hasta las 4 de la tarde que el presidente en turno, Miguel de la Madrid, recorrió las zonas afectadas en helicóptero, y no sería hasta tres días después que mandaría un mensaje a la nación, inacción que le valdría ser abucheado, meses después, durante la inauguración del Mundial de México 1986. La labor inicial de la policía y el ejército se limitó a resguardar los edificios en ruinas.

La Ciudad fue tomada, rescatada y reconstruida por sus habitantes. La población tomó en sus manos las labores de rescate; la auto-organización de brigadas de hasta 100 personas, sin otras herramientas que sus manos. Hombres y mujeres de todos los estratos sociales desafiaban los montículos de escombros para poder encontrar bajo ellos a alguien con vida.

Se improvisaban campamentos y estaciones de auxilio en plena calle, se ofrecían los autos particulares para transporte de cualquier índole, se recolectaba ropa y medicamentos para los damnificados. La UNAM, pese a no haber sido dañada, canceló sus clases para que los alumnos pudieran integrarse a las labores de rescate si así lo deseaban. La sociedad civil se impuso a una autoridad rebasada por la catástrofe.

Foto: La Ciudad de México en el tiempo

Foto: La Ciudad de México en el tiempo (Facebook)

Al momento del sismo no se contaba con ningún tipo de plan, norma o protocolo para casos de emergencia. El entonces Departamento del Distrito había delegado anteriormente algunas responsabilidades de protección a la policía, y lo más cercano a una respuesta para casos de desastres fue el Plan DN-III de la Secretaría de la Defensa Nacional, que entró en acción hasta el sábado 21, con tres mil elementos que continuaron con las labores de rescate.

El lunes 23, algunos pacientes de la Cruz Roja de Polanco fueron reacomodados en salas adornadas con flores y peluches, antes de ser visitados por las primeras damas de México y Estados Unidos, quienes recorrieron la zona afectada rodeadas de un prepotente equipo de seguridad. Parecía que el Gobierno estaba más ocupado en guardar las apariencias de eficacia, en lugar de ser realmente eficiente.

La ayuda internacional no se hizo esperar, y envió a la capital mexicana toda tipo de víveres que creían necesarios, insumos que De la Madrid rechazó, agradeciendo las buenas intenciones, recalcando que éramos “autosuficientes”, remarcando una y otra vez que “México está en pie”. Tuvo que aceptar toda esta ayuda cuando se dio cuenta que lo que había dicho no era del todo cierto.

En septiembre de 1985 no existía ninguna instancia gubernamental dedicada a la prevención y posterior auxilio a la población en caso de desastres. Por fortuna, el sismo cimbró tanto a la sociedad, que eso cambió radicalmente

Protección Civil: La enseñanza del sismo

Tras el siniestro, no sólo se comenzó a regular las construcciones, para que resistieran este tipo de fenómenos, sino se modificó el reglamento de construcción, añadiendo más obligaciones y requisitos para levantar un edificio, y la participación ciudadana en el gobierno local resultó más activa.

Hubo un cambio de mentalidad total. De las cientos de personas que voluntariamente ayudaron al rescate, nació la Brigada Topos de México Tlatelolco, quienes han sido una Asociación Civil que ha ayudado a labores de rescate no sólo en el país, sino han estado presentes durante el Terremoto de Haití en 2010, el Tsunami en Indonesia en el 2004 y el Terremoto en Taiwán en 1999.

La autoridad, por su parte, afinó las estrategias de rescate, no solamente agilizando la implementación del Plan DN-III, sino creando el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), que gestiona, promueve y evalúa políticas públicas para la reducción de riesgos en base a la Ley General de Protección Civil. Conduce la Escuela Nacional de Protección Civil, coordina sistemas de información sobre riesgos y sistemas de alerta e impulsar una cultura nacional en materia de protección civil.

Sismo de 1985

Foto: La Ciudad de México en el tiempo (Facebook)

De igual manera, el Sistema Nacional de Protección Civil es un conjunto orgánico derivado del terremoto. Este sistema cuenta con métodos y procedimientos que establecen las dependencias y entidades del sector público entre sí, con las organizaciones de los diversos grupos voluntarios, sociales, privados y con las autoridades de los estados, a fin de efectuar acciones coordinadas, destinadas a la protección contra los peligros que se presenten y a la recuperación de la población, en un desastre.

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Foto: La Ciudad de México en el tiempo (Facebook)

Durante la actual administración, el gobierno capitalino instaló alarmas sísmicas, y desde hace años la cultura de los simulacros en empresas, escuelas y oficinas gubernamentales está más que implementada. La página del Sistema Nacional de Protección Civil dice que no podemos modificar los ciclos naturales del planeta, pero podemos mitigar los riesgos estando alertas para responder con rapidez, oportunidad y eficiencia ante cualquier contingencia. México, sin duda, aprendió la lección a la mala.