Por: Carolina Carrasco
Al promulgar la Reforma Política de la Ciudad de México, el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, aseguró que hoy concluye un proceso histórico que es “triunfo del diálogo y de la democracia, pero sobre todo, es un triunfo de los habitantes de la Ciudad”.
Con la promulgación de este Decreto, culmina un debate que inició con la discusión de la Constitución de 1824 y ha estado presente durante casi dos siglos.
La Reforma Política de la Ciudad de México es también otro logro del Pacto por México, el compromiso 91, que permitió a todas las fuerzas políticas construir acuerdos.
La Ciudad de México fue reconocida como una entidad federativa con verdadera autonomía.
La Reforma fortalece los derechos de sus ciudadanos y habitantes, quienes ahora estarán en mejores condiciones para participar democráticamente en la solución de los problemas y desafíos.
La Ciudad de México se mantiene como sede de los Poderes de la Unión y capital de los Estados Unidos Mexicanos. Tendrá autonomía en todo lo concerniente a su régimen interior y a su organización política y administrativa.
La Legislatura de la Ciudad de México formará parte del Constituyente Permanente, y los poderes de la Ciudad podrán ejercer todas las facultades que no estén expresamente conferidas a la Federación en la Constitución, como sucede con los estados, de conformidad con el artículo 124 constitucional.
Las actuales Delegaciones se transformarán en Demarcaciones territoriales, cuyo gobierno estará a cargo de Alcaldías.
Los habitantes de esta Ciudad Capital gozarán de una Carta de Derechos propia, acorde a sus libertades y aspiraciones.
Se establecerá la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, en los términos y plazos que dispone el Decreto; donde se señala que el Titular del Ejecutivo Federal designará a 6 de los 100 Diputados Constituyentes.
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