Por: Redacción/
Los principios del movimiento zapatista en la Ciudad de México se mantienen vivos a través de nuevas formas de organización y de expresión de colectivos, en medio de una severa crisis del modelo económico neoliberal y de una falta de credibilidad de las instituciones políticas, expusieron los maestrantes en Psicología Social de Grupos e Instituciones, Jorge Alfonso Ramos Sagaón e Imanol Antonio García Vergés.
Al intervenir en el 1er Coloquio de investigación de la 12ª generación de la Maestría en Psicología Social de Grupos e Instituciones. Intervención: dispositivo e implicación, presentaron los avances de la tesis Experiencias colectivas zapatistas en la Ciudad de México, asesorados por los doctores Fernando García Masip y Carlos Pérez y Zavala, docentes del Departamento de Educación y Comunicación de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana.
“La crisis del neocapitalismo llevó a la reflexión y acción de nuevas alternativas como la revalorización del pensamiento político del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y otros movimientos antisistémicos, experiencias que han tenido resonancia en espacios urbanos de la Ciudad de México, planteando posibilidades de hacer y de cómo construir un sujeto colectivo no-capitalista”, señalaron.
Los maestrantes comentaron que las colectividades zapatistas no están cuantificadas ni ubicadas en sitios o espacios geográficos específicos en la capital del país, pero se identifican por el discurso, la práctica cotidiana de los principios zapatistas y en su participación en seminarios, las escuelitas zapatistas y en la solidaridad con otros colectivos.
El zapatismo urbano y las experiencias colectivas pretenden crear en el espacio urbano de la Ciudad de México proyectos de autonomía, diferentes relaciones sociales a las dominantes y una organización, vinculación y proyectos de producción alternativos, tanto en lo individual como en lo social.
Entre sus aportaciones sobresale la crítica a lo instituido, hacia las formas capitalistas de dominación económica, política e ideológica. Su propuesta es un mundo diferente, similar al que promulgó el levantamiento armado del 1 de enero de 1994, heredero de mitos y símbolos de la Revolución Mexicana y de las experiencias de las guerras de los años setenta del siglo pasado.
Ramos Sagaón y García Vergés expusieron que el zapatismo urbano debe entenderse como un movimiento social que pretende multiplicar las experiencias del Zapatismo de Chiapas, en el entorno urbano de esta ciudad.
El maestro César Enrique Pineda Ramírez, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, sostuvo que si bien el fenómeno de la multitud urbana zapatista ha sido escasamente estudiado, ha identificado cuatro grandes ciclos: de 1994 a 1995, influenciados por la movilización contra la guerra; de 1996 a 1999, de la resistencia de los indígenas y la lucha por el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés Larraínzar; la Marcha del Color de la Tierra y su arribo a la Ciudad de México, en 2001, y la Otra Campaña, en 2006.
Los individuos y colectivos son adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, documento presentado en junio de 2005, en el que el EZLN expone un análisis de las condiciones del país y se propone un “programa de lucha nacional”.
Este documento, reconoció, resulta trascendente para la consolidación del zapatismo urbano, que si bien inicia desde 1994, luego de la aparición de La Sexta se anuncia “otra forma de hacer política”, la cual hace sentido en algunos sectores de la población.
La declaración invita a toda la sociedad a participar directamente con los zapatistas en la campaña nacional para la construcción de otra forma de hacer política, de un programa de lucha nacional y de izquierda, y por una nueva Constitución.
Además permitió que de manera individual o colectiva, los sujetos, más allá del EZLN, fueran partícipes del programa nacional de lucha y se asumieran como adherentes a un proyecto que busca la consolidación de un movimiento nacional.
A 11 años de su nacimiento, La Sexta es un referente importante de colectivos y/o sujetos adherentes, quienes asumen los siete principios zapatistas: “servir y no servirse; representar y no suplantar; construir y no destruir; obedecer y no mandar; proponer y no imponer; convencer y no vencer, y bajar y no subir”.
La invitación del EZLN es a conocer y replicar su proyecto de organización, pero también ha constituido un horizonte y un reto para crear experiencias de resistencia o emancipación en las distintas latitudes urbanas y rurales, en donde ha hecho sentido el discurso, dando como resultado el llamado zapatismo urbano.
El proceso de desplazamiento del zapatismo de las montañas y su replicación/aplicación en lo urbano, tiene relevancia social y teórica principalmente porque proviene de la inquietud por reflexionar estas nuevas y diversas subjetividades que dan luz a dicho movimiento social y las cuales han germinado a la sombra de una sociedad cada vez más violentada y desencantada de un Estado que responde a intereses y proyectos neoliberales.
Los sectores más golpeados y desilusionados han buscado nuevas formas de revitalizar la lucha popular y de poder hacer política, pues “el sistema de partidos tiene graves problemas para seguir siendo la vía de participación de los ciudadanos; la forma de partido parece estar siendo desplazada por otras modalidades de expresión de las demandas de la sociedad que se manifiestan, en primer lugar, en los movimientos sociales”.
El académico de la UNAM reconoció que desde su surgimiento en el año de 1994, el zapatismo ha sido un movimiento social que, sin ser su objetivo, se colocó como referente de los denominados movimientos antisistémicos y a la par fue cobrando relevancia para su estudio en las distintas ciencias sociales.
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