- Los priistas solo necesitaron tres años de genuflexión ante el poder presidencial y aprovechar la dirigencia disfuncional del priista Alejandro Moreno, para conseguir espacios, de manera indirecta, en las filas de la cuatroté.
Por: Israel Mendoza @imendozape /
A diferencia de Alberto Anaya, dirigente sempiterno del Partido del Trabajo, que lleva casi dos décadas colgado de la imagen del presidente Andrés Manuel López Obrador, y solo recibir mendrugos, los priistas como el gobernador Omar Fayad, la exgobernadora sonorense Claudia Pavlovich y los exmandatarios Carlos Miguel Aysa y Quirino Ordaz supieron que el tributo a la cuatroté debe ser mayúsculo para lograr premios políticos.
Anaya Gutiérrez puso el partido de la estrella amarilla desde el año 2000 al servicio político de Andrés Manuel López Obrador y a la fecha no ganó un espacio en el gabinete ni una embajada, como premio de consolación, la razón es de que el Partido del Trabajo sólo es un membrete satélite y no una fuerza política decorosa con la que se pueda negociar o tener acuerdos debido a que todo pasa por las manos y caja registradora de Alberto Anaya.
Los priistas solo necesitaron tres años de genuflexión ante el poder presidencial y aprovechar la dirigencia disfuncional del priista Alejandro Moreno, para conseguir espacios, de manera indirecta, en las filas de la cuatroté.
La sumisión de Anaya es enorme y usar al partido para negociar es lo que lo ha mantenido como un partido satélite. En el año 2000 el PT fue relegado por el desaparecido Partido de Centro Democrático, tras la declinación de Marcelo Ebrard al gobierno de la Ciudad de México. Ahí se exhibió su pobreza como negociante.
Pero Alberto Anaya es un personaje de claroscuros, quien pone el partido a disposición de la cuatroté, pero no se olvida su oscura alianza con Roberto Madrazo en 2004 —enemigo histórico del presidente Andrés Manuel López Obrador— para llevar al poder a Ulises Ruiz Ortiz en el gobierno de Oaxaca.
Ahora, Pavlovich forma parte de la diplomacia con sello de la cuatroté. Mientras que el hidalguense Omar Fayad se forma en la fila de aspirantes a conseguir un lugar en el consulado Francia.
La amenaza la lanzó Alito Moreno a Pavlovich y al exgobenador de Campeche, Carlos Miguel Aysa, si aceptan cargos diplomáticos serán expulsados del PRI. El choque en el PRI da visos de ruptura interna. Pero es parte de la estrategia de dividir al partido tricolor.
En cambio Anaya es sólo un aliado de conveniencia. A quien con unas palmadas en la espalda se conforma mientras tenga el control económico del partido que fundó. Y aunque tenga las mejores intensiones de quedar bien con la cuatroté no alcanza más cargos. Prefiere el maltrato político y quedar ante los ojos de los demás partidos y de su propia militancia como un dirigente dedicado a la mendicidad política.
Si esto no es suficiente para marcar una distancia o recordarles que no son los más “cercanos” es suficiente para volver los sótanos de la política a los que acostumbra refugiarse Anaya Gutiérrez cuando sabe que no es su momento de figurar. Su presencia trae más alejamientos que simpatías y entrar a las grandes ligas de la 4T se ven lejanas.
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