Por: Redacción/
La falta de información de la sociedad sobre la calidad del agua potable domiciliaria en México después de los sismos de 1985 –que se agravó con el cólera en 1992 y la entrada de transnacionales que aprovecharon la oportunidad de negocio con la venta del producto embotellado– cambió los hábitos de consumo del recurso, aseguró la doctora Delia Montero Contreras, académica de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En el libro Instituciones y actores. Un enfoque alternativo para entender el consumo de agua embotellada en México, de su autoría, expone que por desconfianza los capitalinos no toman la que llega a sus casas, aun cuando cumple con las normas que establece la Secretaría de Salud.
Cuando la gente es interrogada se limita a responder que compra el garrafón porque su mamá o abuelita se lo recomendó, lo que deriva en que 90 por ciento recurra a esta práctica.
En la edición 41 de la Feria Internacional de Minería, explicó que los resultados de una encuesta aplicada en 2011 sobre la situación la llevaron a escribir este libro, que analiza por qué los mexicanos dejaron de beber el bien que llega por las tuberías, encontrando que una de las razones es que las autoridades del Sistema de Aguas (Sacmex) no hicieron pública la información. “Todos sabíamos que se podía beber, pero nadie nos decía que era bueno o malo, y prevalecía la desconfianza”.
Esta situación se agravó con la ruptura de las tuberías por los sismos de 1985, que devastó en particular el centro de la Ciudad de México y, no obstante, hubo un cambio de conducta en los habitantes, quienes empezaron a hervir el agua durante la década de 1990.
La investigadora del Departamento de Economía de la Unidad Iztapalapa precisó si bien el problema hídrico fue local, se extendió a todo el territorio nacional, como es analizado en uno de los capítulos del texto.
En otro apartado expone cómo se van dando esas prácticas de ingesta vinculadas a la falta de información gubernamental sobre la calidad del líquido y la llegada de las 90 de empresas, entre ellas Danone, Bonafont –que tenía mucha experiencia en el tema del recurso embotellado y conocía bastante bien el negocio– y Nestlé.
“Estas dos últimas empresas se posicionaron en el mercado y con la presencia del cólera en 1992, aunado a la continuidad de falta de información del sector público y el alza del gas”, la gente dejó de hervir el agua y empezó a comprarla envasada.
En el Salón Galería de Rectores del Palacio de Minería, Montero Contreras refirió que para 2000 entraron dos nuevas empresas refresqueras, Pepsi Cola y Coca-Cola; la primera compró Electropura y la segunda creó su marca Ciel, que de inmediato desarrolló redes de distribución.
Otro asunto analizado fue la entrada en operación de purificadoras, pequeños negocios que tienen captado el mercado en un kilómetro a la redonda y que no requieren publicidad, pero donde la investigadora de la UAM trabaja en una hipótesis de que el desgaste de los garrafones que son utilizados hasta que se rompen, suelta nanopartículas, muchas de las cuales se alojan en los órganos blandos del cuerpo y posiblemente estén ligados a cánceres.
Es un proyecto que “nos acaban de aprobar y que se trabajará con purificadores”, por lo que es más recomendable tomar agua de la llave o aún mejor colocar un purificador u ozonificador.
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