- El investigador Alberto Cruz dijo que el desarrollo de la economía y su sostenibilidad se deben lograr por la vía del mercado doméstico, del consumo interno, y “toda vez que la inversión privada no responde, la otra opción es la inversión pública”.
Por: Redacción/
Aunque la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) calcula que el crecimiento de México en 2022 será bajo, de 2.3 por ciento, es difícil hacer predicciones. Además, en un contexto como el actual, de incertidumbre, en el que parecería que la pandemia está controlada, no se puede establecer si el coronavirus resurgirá, habrá nuevas variantes o si las vacunas van a funcionar; o bien, qué va a pasar con el conflicto Rusia-Ucrania, coincidieron en señalar académicos del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM.
Durante la mesa redonda “El crecimiento económico de México 2021 y perspectivas para el 2022”, Moritz Alberto Cruz Blanco dijo que el desarrollo de la economía y su sostenibilidad se deben lograr por la vía del mercado doméstico, del consumo interno, y “toda vez que la inversión privada no responde, la otra opción es la inversión pública”.
En este sentido, hay avances que, si bien son insuficientes, alientan una visión de por dónde seguir para mantener el crecimiento económico. Además, no es una respuesta al fenómeno de la crisis, sino una política que se adoptó a partir del inicio de la administración actual. “Se quiere estimular el consumo, hacerlo crecer”, precisó.
El experto mencionó que el primer aspecto que se rescata de 2021 es el crecimiento de 4.8 por ciento, que no representa una recuperación de la caída pronunciada que se observó en 2020. Aunque no es explosivo, es importante.
En el segundo trimestre del año pasado se detectó un “rebote”, impulsado, sobre todo, por el sector terciario de la economía; fue fuerte y vigoroso, pero de corta duración, de apenas tres meses. “Se ha dicho que se desaceleró porque faltaron políticas para mantener el dinamismo, pero eso no es necesariamente cierto, porque la desaceleración fue global”.
En Estados Unidos se observó el mismo patrón: una fuerte recuperación en ese lapso y después una desaceleración, reflejando un comportamiento sincrónico. “La razón de ello no tiene que ver con política económica, sino con la incertidumbre asociada al rebrote de contagios de COVID y el surgimiento de variantes del coronavirus, como delta y ómicron”, acotó Cruz Blanco.
Estos factores mermaron la relativa estabilidad que parecía emerger y establecieron nuevamente la incertidumbre, de modo que la actividad no se recuperó y a eso se asoció la inflación globalizada, que obligó a varios bancos centrales a tomar medidas contracíclicas para, en teoría, controlarla.
Para la administración actual, expuso Moritz Alberto Cruz, las vías para estimular el consumo interno son: incrementos al salario mínimo; transferencias a los sectores con menores ingresos (programas de apoyo a adultos mayores, personas con discapacidad, becas para estudiantes, etcétera) e inversión pública.
Esta última, de acuerdo con el Presupuesto de Egresos de la Federación, alcanzará este año 3.1 por ciento del producto interno bruto (PIB), el monto más elevado en los últimos 10 años; tiene como prioridad la conectividad de regiones por tierra y aire mediante proyectos como el corredor interoceánico del Istmo de Tehuantepec, el aeropuerto de Tulum o el tren interurbano México-Toluca, por ejemplo, los cuales deben tener efectos como la generación de empleo.
En su participación, Arturo Ortiz Wadgymar añadió que la pandemia fue un factor que determinó la disminución de la actividad económica en el segundo semestre del año pasado. A pesar de factores en contra, el crecimiento del PIB de casi cinco por ciento, llámese recuperación o “rebote”, nos ubica en el cuadrante positivo.
“Eso le pareció poco a algunos, que pensaron que teníamos que crecer a siete u ocho para alcanzar niveles anteriores, pero se olvidan que hay una crisis internacional y una pandemia con dos variantes del virus que afectaron la posibilidad de un crecimiento mayor de la economía”, precisó el especialista.
Es incierto, continuó, saber qué va a pasar con el asunto de Rusia y Ucrania; está fuera de razón hacer proyecciones de un aspecto que no podemos controlar; los costos que esta guerra pueden tener tampoco son confiables. En lo interno desconocemos qué vaya a suceder; está pendiente la reforma eléctrica, por ejemplo.
México, puntualizó el especialista, se ha enfrentado a una recesión económica mundial y a una pandemia. Aun así, el 2021 “no fue tan malo como algunos quieren hacerlo ver”. Hay posibilidad de que en 2022 siga un crecimiento claro, no tan alto como cinco por ciento, “pero 2, 2.5 o 3 sería razonable”.
Gerardo Minto Rivera, moderador de la sesión a distancia, explicó que estamos en un momento de crisis, nacional e internacional. En 2020 la economía mexicana tuvo su contracción pronunciada; el PIB se desplomó por el tema, aún presente, de la pandemia. Si a eso le sumamos la invasión militar de Rusia a Ucrania, “habrá afectaciones a la economía nacional, querámoslo o no”.
Organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial establecieron que se desconocen los efectos que tendrá en la economía mundial la invasión rusa; “hay bastantes elementos que ubican a la economía nacional en un ambiente de crisis global”, finalizó.
No Comment