Por: Redacción/
Aunque hay avances en materia de equidad de género, las mujeres siguen peleando por las mismas causas, pues no se ha logrado erradicar los núcleos duros de la desigualdad. Para ello, además de un cambio cultural se requiere de un andamiaje con plataformas legales, políticas públicas y recursos que no sólo garanticen sus derechos, sino su pleno ejercicio.
En México, como en otros países, las demandas no resueltas se relacionan con el acceso de ellas a la educación, al trabajo en igualdad de condiciones, o a los derechos sexuales y reproductivos, así como erradicar la violencia en su contra, que en una de sus formas exige estereotipos de belleza inalcanzables, dijeron expertas de la UNAM.
La presencia femenina en el mercado laboral ha crecido, pero la mayoría se ubica en los trabajos de más bajos ingresos, en la economía informal, el comercio y los servicios, o en industrias como la textil y en las maquiladoras.
Mientras 78 de cada 100 hombres de 15 años y más disponibles para producir bienes y servicios son económicamente activos, en el caso de ellas son sólo 44, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (2018). A eso hay que sumar que en el país siete de cada 10 mujeres con un empleo (68 por ciento) gana como máximo cinco mil 300 pesos mensuales, equivalentes a dos salarios mínimos.
María Luisa González Marín, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc), explicó que aunque la participación de la mujer en el mercado laboral nacional se incrementó, sobre todo en los años 80, no alcanza ni la media de América Latina, que es de más de 50 por ciento, y está por debajo de países como Perú.
Brecha digital
En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer 2019, que este año lleva por tema “Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio”, ONU Mujeres señaló que la innovación y la tecnología brindan oportunidades sin precedentes.
Sin embargo, “las tendencias indican que ellas no están lo suficientemente representadas en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería, las matemáticas y el diseño, por lo que la brecha digital se está ampliando, lo que les impide influir en el desarrollo de innovaciones sensibles al género.
“Desde la banca móvil hasta la inteligencia artificial, es vital que las ideas y experiencias de las mujeres influyan por igual en el diseño y aplicación de innovaciones que conformarán las sociedades del futuro”, expuso González Marín.
Según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información en los Hogares (2016), de los usuarios de computadoras e Internet en México, los hombres representan la mayor proporción a lo largo del periodo 2001-2015, aunque tiende a incrementarse la participación femenina: de 46.4 a 49.2 en el uso de computadora; y de 45.4 a 49.4 por ciento, en la utilización de la red. “Ellas son quienes más usan el teléfono móvil”.
Al respecto, Ana Buquet, directora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), sostuvo que las mujeres deben ser parte de la innovación para contribuir a cambiar su condición de género. “Si participan en el desarrollo tecnológico pensarán en aspectos que ellos no consideran; por ejemplo, una aplicación sobre la menstruación o un cinturón de seguridad de coche que no aplaste los senos o sea adecuado para una embarazada. Si somos parte de innovar, podremos crear a favor de nosotras”.
No obstante, los avances para el sector femenino crean desigualdades, no sólo para las mujeres, sino para todas las personas feminizadas, aquéllas que no cumplen la imagen de lo masculino, como los hombres homosexuales o los transgénero, resaltó.
Este sistema es complejo y difícil de erradicar, y no ocurrirá sólo mediante leyes y reglamentos o políticas públicas, se requiere de cambios culturales en cuanto al significado que tiene lo femenino y lo masculino, y cómo se traduce en prácticas sociales.
Avance y retos de las mujeres
Ejemplo claro de los logros femeninos es su ingreso a las universidades. En el pasado, algunas libraron una lucha constante para lograrlo, como Sor Juana Inés de la Cruz. La entrada a las aulas universitarias fue paulatina e inició a finales del siglo XIX, cuando algunas usaron recovecos legales para ese fin. Otro avance fue el sufragio femenino, que se obtuvo en 1953, recordó la académica.
Pero fue hasta la década de 1970 cuando se conformó un movimiento feminista mexicano más cohesionado y consolidado, en el que se establecieron demandas claras que aún son vigentes, dijo la directora del CIEG.
Hoy, las mujeres tienen presencia en todos los ámbitos y poseen los mismos derechos que los hombres. Pueden desempeñar cualquier cargo y enfrentar todo tipo de reto; pueden ser exitosas y brillantes en todos los campos del conocimiento, resaltó Buquet.
Sin embargo, todavía enfrentan obstáculos que les hacen creer que hay ciertas “cosas” que no pueden hacer, o que “está mal” o es “mal visto” que hagan.
Uno de los rezagos a superar es la división sexual del trabajo, porque ellas se incorporaron al empleo formal, pero los varones no se integraron a las tareas del hogar, del cuidado y responsabilidad familiares, “y ahí viene el concepto de la jornada doble y hasta triple de trabajo para las mujeres”.
González Marín explicó que las labores que realizan ellas en sus casas supera el valor económico y es imposible valorizarlo en dinero, “porque no se puede poner precio al cuidado de los hijos, al apoyo emocional, sentimental y de cuidados que brindan”.
El trabajo del hogar no tiene límites y no puede medirse desde el punto de vista monetario. “Es una gran aportación de las mujeres, además de su contribución como trabajadoras”. En contraste, los hombres no tienen esas obligaciones sociales e históricas. Para ellas, preparar la comida o limpiar la casa, se percibe como un deber, y muchas no sólo no reciben apoyo de sus parejas, sino de la propia sociedad”.
Además, ahora las madres deben dejar a sus hijos por más tiempo con los abuelos u otros familiares, pues pocas tienen trabajos de medio tiempo, y a la jornada laboral hay que agregar las horas que pasan en el transporte, donde padecen acoso, maltrato o discriminación.
Otras formas de violencia
Patricia Castañeda Salgado, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), indicó que los estereotipos de género son un tipo de violencia. En general se trata de “una imagen fija y al mismo tiempo prefijada; es una manipulación de la realidad que genera una idea que no se cuestiona”.
Es un ideal aspiracional que, en el caso de ellas, consiste en ser delgadas, de cabellos largos y de preferencia blancas o rubias. “Eso conduce a que, en ocasiones, las personas que no responden a ese modelo sean violentadas o se violenten a sí mismas”.
Cada sociedad tiene su ideal de belleza. La mexicana, en contextos fundamentalmente urbanos, sigue el modelo global impuesto por las grandes empresas, que dictan la forma de vestir, estilo de vida y apariencia. Las personas que se inscriben en la diversidad sexual responden a otro conjunto de contravenciones a la norma; ahí también se generan estereotipos.
Además, resaltó, los modelos de belleza cambian con el tiempo. Por ejemplo, en las sociedades de principios del siglo XX consistía en ser robustas, y antes, en el XIX, en ser pálidas. “Hoy tenemos un conjunto de contradicciones: se impone el cuerpo femenino delgado, pero voluptuoso”.
Hay mujeres conscientes de la arbitrariedad de esa “norma” sin fundamentos sociales y se resisten a los errores del modelo; esa rebeldía depende de la condición de clase, etnia, edad, nivel educativo, postura política, formación religiosa y todo lo que nos constituye como sujetos, finalizó la académica del CEIICH.
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