Por: Oswaldo Rojas
“Cada quien es dueño de su propia intimidad, lo que implica la necesidad de guardar secretos y que sus acciones no sean juzgadas por la moral sino por la Ley.”.
Luis Gabriel Carrillo Navas
La revelación de los 11.5 millones de documentos sobre los clientes de Mossack Fonseca es uno de los golpes periodísticos más importantes en años recientes no solo por los nombres que se encuentran en ellos, sino también por la enorme colaboración que esto significo: más de 300 periodistas en 78 países.
Los papeles de Panamá significa que nos olvidamos de la mítica figura del periodista como lobo solitario al acecho de la gran nota y se demuestra que el periodismo de alto impacto se genera gracias a la colaboración de un número amplio de personajes. En este gran paso hacia la justicia económica el estudio jurídico lo único que pudo decir en su defensa fue que la privacidad es un recurso cada vez más escaso en estos días.
Yo le preguntaría a Mossack Fonseca si ellos entienden por privacidad la capacidad para evadir, legalmente o no, las responsabilidades fiscales propias de cualquier ciudadano. Porque lo que se pone a discusión aquí no es la perspicacia con la que los hombres y mujeres que engrosan los documentos publicados encontraron su propio paraíso fiscal donde resguardar sus fortunas independientemente de la capacidad legal con la que lo hicieron. La discusión se trata de que son personas que 1) Bien pudieron pagar los impuestos, 2) Son personajes que dada su posición como líderes de estado deberían poner el ejemplo y 3) abren la discusión sobre la legalidad y procedencia de muchos de esos fondos.
Además de recordar que algunos de los nombres involucrados con el estudio jurídico ya se habían visto mencionados en escándalos. Para ejemplo esta el jugador Lionel Messi acusado anteriormente de evasión de impuestos, el padrino de la hija mayor de Vladímir Putin, Seguei Rolduguin, quien al parecer ha acumulado una fortuna por medio de geniales actos de transacciones siempre en favor de sus empresas y también está el presidente de Islandia, un país que hasta hace poco sufrió los estragos de la crisis económica europea.
Subirse a una alta tarima de moral y pedir el respeto a la privacidad de otros no tiene cabida cuando esos otros son aquellos a los que se les sirve, a los que se les pide respetar las leyes, para los que somos ejemplo y cumplen su parte del contrato social.
Los periodistas y organizaciones relacionadas con la aparición pública de los Papeles de Panamá no deben ser juzgados por la moral de quienes aprovecharon los resquicios legales para engrandecer sus carteras.
Esos periodistas exhibieron una serie de ‘irregularidades’ para que sea la ley de cada país y en cada caso particular la que determine si esa intimidad afecta a terceros y lucra perniciosamente en contra de otros.
Ya lo ha dicho el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Juan Pablo Castaños, “que esto vaya a fondo y no se quede en la nota periodística”, debe ir más allá.
Los reporteros han cumplido su parte, es hora de que las autoridades intimen con los involucrados sobre sus razones para no pagar impuestos.
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