Por: Redacción
La creatividad, por ser una virtud humana, es susceptible de desarrollo por medio de un proceso educativo y se potencia a partir de capacidades generadas con técnicas y dinámicas específicas, explicó la economista y maestra en Administración Mariana Montoya Herrera en el Auditorio Un paseo por los libros del Pasaje Zócalo-Pino Suárez.
La profesora del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y asesora de emprendimiento en el Centro de Incubación de Empresas de Base Tecnológica CIEBT-IPN impartió el taller Desarrolla tu creatividad, primero de tres del Ciclo Momento de Emprender, en el que expuso que 80 por ciento de la tasa de emprendedores en México tiene entre 25 y 44 años de edad, dato que explica que la población joven adulta busca sus propias oportunidades de negocio bajo su contexto y habilidades.
En la actividad convocada por Comunicación de la Ciencia de la Coordinación General de Difusión de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), afirmó que el emprendimiento es una acción asociada a la búsqueda de coyunturas que pueden ser materializadas en la creación de un negocio, una empresa o una idea tangible.
La creatividad es la facultad del pensamiento de crear un producto original e innovador, utilizar información y conocimiento de una forma sin precedente, y tomar, transformar o adaptar elementos existentes a las necesidades propias o de otros.
También es una elaboración transformadora del sujeto y los objetos que se manifiesta bajo un producto, la materialización de una idea que se plasma por escrito y se lleva a cabo, y nuevas cuestiones y planteamientos de preguntas y soluciones.
La licenciada en Economía por la Unidad Iztapalapa de la Casa abierta al tiempo señaló que además se manifiesta en la invención, la elaboración, la organización, la composición y la planificación, entre otras acciones asociadas al pensamiento, por lo que todas las personas pueden aprender a ser creativas o reactivar esa capacidad en cualquier momento de la vida.
El sujeto creativo aprende, transmite, comunica y recibe retroalimentación, está abierto a observaciones, comentarios y críticas; sabe asociar el conocimiento tácito y explícito y se arriesga a probar y a ejecutar sus ideas.
Entre las dinámicas o técnicas para consolidar esas habilidades están las que permiten identificar nuevos usos y funciones de los objetos cotidianos, así como el cuestionarse para qué, pues de esa forma se potencia la apreciación y la valoración de los objetos, junto con la actividad de ideas encadenadas que despliegan la creatividad y sensibilizan la idea del trabajo colaborativo. “Observa tu entorno, identifica y persigue oportunidades, recuerda que un emprendedor es quien hace tangible sus ideas y que materializarlas implica trabajo”.
La maestra Montoya Herrera comentó que cuestionarse para qué y laborar en ideas encadenadas sensibilizan la creatividad y el emprendedurismo, destrezas que se desarrollan en la etapa prescolar, pero que se pierden en los estudios superiores porque los objetivos están centrados en tener un empleo y no en ser generadores de trabajo o convertirse en empresarios.
El estímulo del pensamiento creativo además de concientizar sobre cómo concebir ideas para ser llevadas a la práctica y establecer empresas, también sirve para tener madurez en la solución de problemáticas personales.
El emprendedor es el sujeto que cambia su vida para bien, desde la perspectiva personal, empresarial y de negocios, porque las acciones que realiza están destinadas a ofrecer un destino positivo a su proyecto de vida.
Si bien el tema del emprendedurismo es común en las universidades privadas, las instituciones de educación superior públicas están rezagadas en estimular en los alumnos la intención de ser empresarios, de hacerles notar que los conocimientos obtenidos en su formación profesional ofrecen la posibilidad de ser independientes.
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