Por: Redacción/
La actividad del volcán Popocatépetl no está aumentando. Se mantiene dentro de los límites observados a lo largo de los últimos años, relativamente estacionaria y estable, afirmaron expertos en la UNAM.
El Departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica (IGEF) de la Universidad Nacional apoya al Sistema Nacional de Protección Civil, y tiene en su página, a disposición del público, el mapa de la actividad registrada por el coloso.
Hugo Delgado, director del IGEF, explicó que para la elaboración del Mapa de Peligros del Volcán Popocatépetl se utilizan trabajos científicos. En el Departamento de Vulcanología de la entidad universitaria se llevan a cabo estudios que permiten reconstruir las erupciones que ha tenido el coloso en el pasado, y en función de ello se analiza lo que puede ocurrir en el futuro.
Se construyen escenarios de mayor a menor probabilidad de ocurrencia, por ejemplo, la cantidad de ceniza que se puede depositar y a dónde iría de acuerdo con la temporada del año. El mapa sirve al Sistema Nacional de Protección Civil para establecer una respuesta coordinada con las autoridades locales, en caso de una contingencia.
Delgado Granados resaltó la importancia de instrumentar al volcán para reconocer cualquier cambio que indique que aumentará la magnitud de su actividad. De ser el caso, “se comunica a las autoridades, para que tengan conocimiento y tomen las medidas para proteger a la población”.
Mayor monitoreo
En el auditorio Tlayolotl, Servando de la Cruz, investigador del IGEF, aclaró que la impresión de que ha incrementado la actividad del volcán se debe a la mayor cobertura de observaciones, a la cantidad y calidad de cámaras a su alrededor que permiten mirar su actividad nocturna con mayor detalle.
Estamos ante un episodio de actividad eruptiva del volcán que no es diferente a lo que se ha observado en los últimos años. “Desde 1500 hasta ahora se han registrado 13 o 14 similares”, añadió en conferencia de medios.
El evento actual consiste en emisiones de lava que llegan del interior del volcán y se depositan lentamente en el interior del cráter, formando los llamados domos de lava. Al enfriarse, ese magma impide la salida de gas; de ese modo se acumula presión bajo el domo y, eventualmente, viene una sucesión de explosiones como las que se registraron hace unos días, que destruyen esa estructura. Con el paso del tiempo comienza el proceso nuevamente y se emplaza un nuevo domo.
De la Cruz explicó que el actual episodio eruptivo ha llegado a una especie de equilibrio en el sentido de que la cantidad de lava que se deposita, al explotar y ser lanzada como fragmentos y ceniza volcánica, mantiene estable la capacidad del cráter.
Recordó que entre 2000 y 2003 el cráter se llenó casi por completo, pero a partir de entonces la actividad de destrucción de domos le ha permitido recuperar un porcentaje de la capacidad que tenía inicialmente.
Ana Lillian Martín del Pozzo, también integrante del IGEF, expuso que la destrucción de los domos genera, además de fragmentos “balísticos”, ceniza. Este último es el fenómeno más extenso, pues de acuerdo con la altura de la columna y la dirección del viento, alcanza a las ciudades de México, Puebla y, como ahora, al estado de Morelos.
La científica alertó sobre las precauciones que la población debe tomar en torno a las emisiones de ceniza para evitar daños a la salud, como la irritación de la piel y afectaciones a las vías respiratorias:
Protegerse con cubrebocas, y en caso de que se registre una emisión importante de ceniza, evitar estar al aire libre.
En tanto, Ramón Espinasa Pereña, subdirector de Riesgos Volcánicos del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), refirió que el cráter original, antes de este periodo de actividad, tenía un volumen aproximado de 22 o 23 millones de metros cúbicos. A principios de la década pasada, uno de los domos más grandes que se han formado, con un volumen de 19 millones de metros cúbicos, prácticamente rellenó el cráter.
Luego de las explosiones de 2013, dentro del cráter principal se formó otro, interno, de alrededor de 300 metros de diámetro y cinco o seis millones de metros cúbicos de volumen. Y el domo que se está formando actualmente no ha llegado a los dos millones de metros cúbicos, así que “aún queda bastante volumen por llenar”.
Al respecto, Carlos Gutiérrez, también del Cenapred, aseguró que el Popocatépetl es uno de los volcanes con el mejor nivel de monitoreo de toda Latinoamérica.
Destacó la colaboración y el trabajo conjunto del IGEF con ese Centro, por ejemplo, en la modernización y ampliación de la red de monitoreo de don Goyo mediante un proyecto financiado con fondos federales, gracias al cual siete estaciones se actualizaron y se colocaron cinco nuevas.
Hoy también se cuenta con seis cámaras de vigilancia en tiempo real, junto con instrumentos de medición de deformación del cono. Todo ello se complementa con recorridos periódicos para colectar muestras de agua de manantiales y ceniza, que se analizan en laboratorio.
Por último, expuso que en este momento el semáforo de alerta volcánica se mantiene en amarillo, fase 2, y no se debe rebasar el radio de seguridad de 12 kilómetros, donde no debe haber asentamientos humanos ni alpinistas o paseantes, porque en cualquier momento puede haber una explosión y pueden caer fragmentos “balísticos”.
Gutiérrez recomendó controlar los asentamientos humanos en las zonas de influencia de volcán, en áreas donde puede haber gran acumulación de cenizas.
Entre uno y dos y medio centímetros de ese “polvo” sobre techos endebles puede provocar no sólo el colapso del techado, sino de la vivienda completa, concluyó.
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