Por: Redacción

La Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco –un punto significativo de la Ciudad de México por el nivel de daño que sufrió durante el terremoto que azotó a la capital en 1985– fue cuna de movimientos urbano-populares orientados a resolver la problemática de los damnificados, con repercusiones en la cultura política local, sostienen las doctoras Liliana López Levi y Alejandra Toscana Aparicio, profesoras-investigadoras de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En el artículo Vulnerabilidad en Tlatelolco a tres décadas de los sismos de 1985, publicado en el número 45 de la Revista Política y Cultura, explican que más de tres décadas después de dichos acontecimientos la Ciudad de México se ha transformado al generarse movimientos sociales, cambiar las normas de construcción, encauzar estrategias para reducir la vulnerabilidad e implementar políticas públicas y estudios académicos que podrían interpretarse como un avance en términos de protección de la población.

Una de las consecuencias más importantes de esos terremotos ante la vulnerabilidad institucional –referente a la capacidad de las instituciones gubernamentales para el manejo del desastre– fue la creación del Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc) diseñado para reaccionar ante estados de emergencia.

Al paso de los años fue modificando su discurso y actualmente está enfocado también a la prevención de desastres, además de que ha tenido avances, pues los desastres cada vez arrojan menos víctimas fatales debido a las notificaciones de alerta, pero las pérdidas materiales aún son altas.

Sin embargo, las académicas del Departamento de Política y Cultura consideran que el Sinaproc no ha logrado involucrar a la ciudadanía en las prácticas de protección civil, los grupos de voluntarios son prácticamente inexistentes y se trata de un sistema desarticulado, ya que no cuenta con un mecanismo adecuado que integre todas las instancias que lo conforman.

Las docentes afirman que es necesario desarrollar canales efectivos de comunicación con la población que vayan más allá de servir como medios para transmitir los mensajes, propiciar un fortalecimiento de la estructura social que lleve a relaciones sociales más cercanas que incrementen los niveles de participación y que posibiliten un trabajo comunitario que incluya a más personas.

Todo ello debiera coadyuvar a los mecanismos de toma de decisiones, a la implementación de acciones concretas para la protección y a construir una confianza en las autoridades y en los funcionarios públicos por parte de la población.

Respecto de la vulnerabilidad económica que se relaciona con el ingreso per cápita, López Levi y Toscana Aparicio señalaron que los sismos de 1985 ocurrieron en plena crisis económica, ya que no sólo muchas de las familias vivían empobrecidas sino también el Estado, el cual no estaba preparado en ningún sentido para hacer frente a una emergencia de tal magnitud.