Por: Redacción/
El desplazamiento y el choque de los continentes, la emisión de lava de volcanes y los sismos frecuentes son ejemplos de las poderosas fuerzas que trabajan de manera constante en el planeta. Sucesos como éstos y muchos otros son destructivos para la vida y las construcciones, por lo que es necesario aprender a afrontarlos.
El ingeniero geólogo Alberto Pérez Rojas, profesor-investigador del Departamento de Hidrobiología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), explicó algunas de las causas de los sismos del siete y el 19 de septiembre en México.
¿A qué se deben los terremotos que se producen en los márgenes del Océano Pacífico?
Los científicos saben de buena fuente que tres cuartos de los volcanes de la Tierra y 90 por ciento de todos los terremotos se localizan en una larga región alrededor del Océano Pacífico conocida como Anillo del Fuego o Cinturón Circunpacífico, un arco de acontecimientos geológicos.
En el contexto geográfico, México se ubica en una región de alta sismicidad debido a la interacción de cinco casquetes de placas litosféricas (corteza formada por rocas duras): de Norteamérica, de Cocos, del Pacífico, de Rivera y del Caribe, cada una con movimientos propios.
Los dos últimos sismos que ocurrieron en el sur y el centro del país –de 8.2 grados de magnitud en el Golfo de Tehuantepec, el 7 de septiembre, y de 7.1 grados de magnitud con epicentro en Axochoapan, Morelos, el 19 de septiembre– se originaron por un mismo movimiento de subducción o hundimiento de la placa de Cocos bajo la placa Norteamericana.
Sin embargo, no tuvieron relación porque sus focos de origen se localizaron entre las placas de Cocos y Americana (interplacas), el primero, y dentro de la de Cocos (intraplaca), el segundo.
El sismo ocurrido en el Golfo de Tehuantepec y con epicentro a 133 km al suroeste de Pijijiapan, Chiapas, no fue tan destructivo en la Ciudad de México como el que se localizó a 120 km al oriente del estado de Morelos, a pesar de haber sido de magnitud menor, pero con una intensidad mayor dada la cercanía del epicentro.
¿Por qué no sonó la alarma sísmica el 19 de septiembre?
La proximidad del epicentro a la Ciudad de México posibilitó que las ondas generadas por el temblor llegaran antes que la alerta sísmica, por lo que no hubo tiempo suficiente de prevención y la alarma coincidió con el movimiento. Esto pudo haberse advertido colocando también una red de sensores en el continente y no sólo frente a las costas de Guerrero.
¿Qué papel corresponde a la sociedad para contribuir a una cultura de la prevención?
Los sismos y sus réplicas no se pueden predecir, por lo tanto habrá que estar preparados y bien informados ante cualquier eventualidad: desde la preparación personal con planes familiares, hasta la vigilancia de que se sigan los códigos de construcción y se observen los lineamientos de ordenamiento urbano. Además debiera destinarse presupuesto para más redes de monitoreo sísmico.
¿Cuáles serían las principales recomendaciones para contender antes, durante y después de un sismo?
Es importante respetar los códigos de construcción; respaldar las prácticas y el entrenamiento para el caso de sismo, enseñar a todos los miembros de la familia cómo desconectar la electricidad, el gas y otros aditamentos.
Son necesarios planes de acción sobre qué hacer si ocurriera un temblor mientras algunos de los integrantes de la familia están en la escuela, el trabajo, la casa o de viaje.
En casa deben atornillarse los estantes y anaqueles a las paredes y quitar cualquier objeto pesado que haya en los mismos; retirar las camas de las ventanas; contar con extintores de incendios, un botiquín de primeros auxilios bien provisto, una linterna con baterías nuevas y una radio de pilas, y almacenar alimentos, agua, cobertores, jabón y desinfectante.
Además evitar la compra de vivienda cerca o en zona donde se conozca que existen fallas o áreas de deslizamiento de tierra o aguas abajo de presas y adquirir, si fuera posible, una póliza de seguros contra temblores e incendio.
Durante el sismo es importante no dejar dominarse por el pánico, conservar la calma y pensar en las consecuencias de cualquier acción que emprendamos.
En casa debe permanecerse adentro, lejos de ventanas, muebles pesados, aditamentos del techo y de paredes exteriores; ubicarse cerca del centro del edificio, protegiéndose entre muebles o en un espacio estructuralmente consolidado; correr fuera del edificio sólo en caso de estar en pisos inferiores o de que el recinto esté mal construido o sea viejo.
Al estar a la intemperie es necesario alejarse de edificios y alambres de corriente eléctrica; en el interior de un vehículo en movimiento apartarse de cables de energía y puentes, y quedarse dentro; en un vehículo quieto, la persona debe bajarse y permanecer agachada a un lado sin tocar los metales ni usar velas ni cerillos ni flamas descubiertas.
Después del temblor habrá que corroborar que no haya heridos y suministrar primeros auxilios, si los hubiera; conservar puestos los zapatos para evitar heridas con vidrios y cascajos, y verificar si hay incendios o peligro de fuego, revisar todos los servicios del edificio y cerrar o desconectar las líneas eléctricas, de agua y de gas en sus principales puntos de control.
Además, no usar ni poner a funcionar nada que pueda encender el gas hasta que se esté doblemente seguro de que no hay fuga; no tocar los cables de corriente eléctrica que se hayan caído e inspeccionar la casa en busca de grietas, cuarteaduras y otros daños.
También se recomienda encender la radio o la televisión para escuchar los boletines de emergencia; no usar teléfono o celular, excepto para llamadas de emergencia y apegarse a los planes que haya preparado con anticipación respecto de localizar a los demás miembros de la familia.
Las calles deben estar despejadas para que pasen los vehículos de emergencia y no transitar a menos que sea absolutamente necesario.
Es preciso evitar entrar en edificios que estén seriamente dañados y mantenerse preparado para las réplicas, pues aunque éstas, por lo general, son menos intensas, pueden ocasionar el derrumbe de estructuras que hayan quedado debilitadas por el impacto inicial.
En algunas áreas tendrá que mantenerse alerta contra marejadas (tsunamis), deslizamientos de tierra o fallas de presas.
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