Por: Redacción/

Hasta julio de este año, México se había mantenido con un perfil neoliberal respecto del escenario económico latinoamericano caracterizado por el continuismo político, que bien podría calificarse como oligárquico, explica la doctora Aleida Azamar Alonso, investigadora del Departamento de Producción Económica de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En el artículo México extractivista, la académica expone que eso generó un crecimiento económico por debajo del promedio regional y baja competitividad, que indican la necesidad de impulsar estrategias enfocadas en fortalecer el mercado interno, antes que seguir intentando competir o satisfacer a otras naciones.

Dicha etapa ha sido de grandes dificultades para el desarrollo de pequeñas y medianas industrias debido a los apoyos del Estado a las grandes empresas, en particular aquellas con orientación extractivista, que han recibido beneficios públicos notables –exenciones fiscales y flexibilidad en trámites concesionarios– con la intención de hacerlas más competitivas.

Sin embargo, el sector minero está integrado en 70 por ciento por firmas extranjeras, que producen menos de uno por ciento de la ocupación nacional, aportan 0.35 por ciento de la tributación al Estado, registran nulo impacto en las finanzas de las entidades donde llevan a cabo dicha actividad y fomentan la pobreza y la marginación.

En ese escenario el cambio de gobierno en México ha abierto grandes expectativas, ya que el presidente electo Andrés Manuel López Obrador será el primer mandatario proveniente de un partido autodenominado reformador y progresista.

Sin embargo, aunque en múltiples ocasiones se ha pronunciado en favor de una conciencia más ambiental, entre las propuestas del próximo gobierno existen varias que podrían tener implicaciones socioambientales comprometedoras: la construcción de vías férreas, la plantación de un millón de hectáreas de árboles maderables y frutales, el fortalecimiento del sector minero y petrolero, que de no implementarse adecuadamente amenazarían la ecología nacional y las poblaciones originarias.

La modificación y reutilización de cientos de miles de kilómetros del territorio nacional –mucho del cual está ocupado por comunidades indígenas o campesinas– para fines puramente productivos es algo ajeno a las necesidades y diferentes cosmovisiones que persisten en el país y que seguramente fueron piezas clave para la victoria del abanderado del Movimiento de Regeneración Nacional.

En parte puede entenderse que el mandatario electo tenga una perspectiva economicista y semicontinuista, pues no se ha mostrado radical sobre las estructuras económicas contemporáneas, sino que busca apropiarse de ellas y usarlas en favor de una agenda política más social.

Aunque el inconveniente de esto es que se mantiene una perspectiva poco plural que sigue invisibilizando a quienes han pasado toda su existencia en el olvido, los habitantes de la periferia que, en su mayoría, dependen de la tierra que les fue heredada o que ganaron por derecho, mucha de la cual se vería en peligro o directamente afectada por los proyectos antes mencionados.

Por ejemplo, más de 50 poblaciones indígenas se encuentran en conflicto con el Estado y/o con empresas por invasión de sus territorios, principalmente por minería y petróleo, por lo que se trata de encontrar un rumbo económico en el que quepan todos.

En el proyecto de nación del gobierno que entrará en funciones el próximo primero de diciembre uno de los objetivos más notables es fortalecer a las pequeñas y medianas empresas (Pymes) al beneficiarlas con mayor acceso a créditos y participación en proyectos del Estado, ya que emplean al grueso de la población, pero generan sólo la tercera parte del Producto Nacional Neto (PNN) y, por lo tanto, también crean pocos beneficios para la sociedad.

Hay Pymes que surgen dentro de las comunidades indígenas y campesinas e, incluso, quieren apoyar su propio desarrollo sin cambiar su forma de vida; son éstas las que reclaman mayor atención y deben ser escuchadas, pues si se mantiene una agenda continuista ajena a la realidad del país se replicarán los mismos errores de algunos presidentes con orientación progresista de América Latina, concluye la académica.