Por: Carolina Carrasco/
A las ocho de la mañana los voluntarios comenzaron a reunirse en el auditorio del Hospital Infantil Federico Gómez de la Ciudad de México para repartir juguetes, muchos donados por ellos mismos, este Día de Reyes Magos a los niños internados. Algunos eran compañeros de trabajo o amigos de toda la vida de los organizadores, otros simplemente escucharon el llamado a ayudar y asistieron por voluntad. Todos eran recibidos con café y ensalada de pollo por la señora Esperanza, quien les daba la bienvenida y les agradecía su asistencia.
Faltaban numerar algunos regalos y añadir ropita a otros paquetes; poner en orden las cosas, afinar detalles. Afuera, dos hombres terminaban de instalar un ring de lucha libre mientras algunas enfermeras ponían sillitas de madera alrededor del cuadrilátero. Los voluntarios se colocaban en sus posiciones, cada uno supervisaría una hilera de juguetes, que estaban acomodados por orden de folio, y los irían pasando a los que, disfrazados, acompañarían a los niños de la mano con los tres Reyes Magos, quienes los entregarían a cada uno.
Dadas las diez de la mañana los niños, a los cuales su salud se los permitía, ya habían bajado al patio del hospital. Esperaba impacientes que las puertas de ese auditorio, lleno al tope de regalos, abrieran. Uno por uno, acompañados por un “duende” y sus papás, pasaban a las mesas con las listas y el folio de la cartita que enviaron a los Reyes Magos.
Muñecas, carritos, carriolas, bicicletas, andaderas y hasta prótesis se entregaban, seguidas de una bolsa de dulces y un aplauso de todos los presentes. Los niños, felices, agradecían el regalo a los tres médicos que personificaban a los Reyes Magos, y que repartían lo que a cada uno les tocaba. Les tomaban la foto y les daban un pedazo enorme de rosca. Así arrancó, por onceavo año consecutivo, El Milagro de Jiovancka, iniciativa que cada seis de enero lleva al Hospital Infantil juguetes a los niños que allí se recuperan, y que es impulsada y organizada por Juan Temores, padre de Jiovancka, niña de ya 13 años que cuando tenía un año de vida fue detectada con cáncer, y “milagrosamente” se recuperó en ese mismo nosocomio.
Jiovancka en el Hospital
Si tú ves a Jiovancka, no creerías que estuvo cerca de morir cuando tan solo era un bebé. Tú miras una jovencita alegre, menuda, con el cabello a media espalda que con mucha energía lleva paquetes de juguetes de un lado a otro. Ayuda a su padre y a su abuela, la señora Esperanza Temores, a poner en un rincón sus pertenencias para que no estorben cuando los niños entren. Le pide de favor a una voluntaria que le planche el cabello, para estar lista mientras juega con su celular. Una adolescente saludable, eso es lo que ves.
Sin embargo, Jiovancka llegó al hospital en el 2007, con tan solo un año y dos meses de vida, y un diagnóstico del cáncer más agresivo que puede dar en el hígado. La enfermedad, de acuerdo con los resultados de los diversos exámenes médicos, eran poco alentadores, y su padre sentía morirse. Quien atendió a la pequeña Jiovi fue el doctor Pablo Lezama, especialista oncólogo del hospital, eminencia en su campo que muchos años después confesó que no se explicaba cómo fue que la niña se pudo recuperar tan bien, y que hoy es cómplice del evento. En esta ocasión le dio vida a Melchor para entregar juguetes a los niños que se encontraban en piso internados y no podían bajar. Juan Temores recuerda que cuando Jiovancka estaba internada había otras dos niñas con el mismo diagnóstico. Ella fue la única que sobrevivió.
El señor Temores asegura que, tras 12 sesiones de Quimioterapia, y gracias a la madre de la niña, que la cuido diligentemente, a los doctores, a Dios, “y a que, si a mí me decían que Jiovancka ocupaba un pedazo de luna, mismo pedazo de luna que subía a conseguir”, ella pudo salir adelante. Actualmente Jiovi esta fuerte, y no tiene riesgo de recaer. Está agradecida con la vida y asegura que poder regresar y ayudar los niños del hospital es lo más bonito que puede hacer.
El Milagro
A raíz de la estancia de su hija en el hospital, que llegó a coincidir con un seis de enero, Juan Temores, cabeza y pionero de esta iniciativa, se dio cuenta que para los niños en el hospital no había un festejo real cuando de Día de Reyes se trataba, y en agradecimiento a la institución, a la vida y a Dios, comenzó esta tradición, a la cual llamó El Milagro de Jiovancka.
“Cuando llegamos al hospital, en noviembre del 2007, para Reyes yo veía que empezaban a traer mucho juguete, pero mucha cosa usada, entonces yo le dije a la licenciada (Elisa Gómez Fuentes, responsable de Relaciones Públicas del hospital) que por qué, ella me dijo que eran donativos. Oiga ¿y yo puedo hacer un donativo para todo el hospital? le pregunté, y me dijo ‘¿a poco tú solo vas a poder?’. Dije deme la oportunidad; hablé con dos amigos de Guadalajara, y entre nosotros empezamos el proyecto.”
“Comenzamos como con 350 juguetes para puros niños de los pisos donde estaba Jiovancka, que eran juguetes muy económicos” narró Juan que, al día de hoy, junto a su hermana Carmen, su madre Esperanza y cerca de 100 personas más lograron surtir al menos 400 cartas de niños internados, con más de dos mil juguetes de marcas reconocidas, entre los que había más de 90 bicicletas, además de prótesis, carriolas para bebé y una cuna especial con valor de más de cinco mil pesos. Ningún niño se fue hoy a su casa sin haber recibido lo que pidió.
“Los primeros años fueron muy emotivos, porque todos los regalos eran arriba (en el piso de Oncología), ya como fue creciendo esto pues, ya viste cómo es aquí abajo, que no deja de ser emotivo, pero ya es demasiado grande”. A este evento han acudido personalidades como Edgar Vivar, actor que interpretaba al Señor Barriga, y Pedro Sola, conductor de televisión.
Organización y Seguridad
Diego, un pequeñito que padece la enfermedad de Hirschsprung, y que lleva más de dos años hospitalizado, mira con fascinación a los tres Reyes que entran a su cubículo. Grita y manotea cuando éstos le entregan una caja enorme y muy bien envuelta. “¡No puede ser, no puede ser!, ¿es lo que creo? ¿sí es? … ¡sí es!” se emociona y exclama cuando rompe la envoltura y ve que es la pista de carritos que pidió. No cabe de la emoción, a pesar de estar en cama y tener un suero atado a su bracito.
“Diego, ¿porque gritas diego? ¿estas feliz?” le pregunta emocionada la licenciada Elisa al niño que poco caso le hace por ver una y otra vez la pista de carritos. Ella acompañaba a los voluntarios a repartir regalos en los pisos de Oncología y Nefrología para supervisar la entrega correcta de los juguetes, de mano de los Tres Reyes Magos, y asegurarse que se cumplieran los protocolos de seguridad y sanidad a la hora del evento.
Desde el comienzo de la iniciativa, estuvo aliada al señor Temores. Recuerda que al principio no era con cartitas, eran donaciones libres de “juguetes sueltos”, y que con el tiempo ha crecido tanto que ya es uno de los eventos más grandes del hospital. Poco a poco ha mejorado la logística, hasta poder cubrir la demanda de todos los niños internados. Afirmó que a veces es difícil, porque la gente, al creer que es algo del gobierno, exige y acusa a los que se prestan para que esto sea posible, incluso con groserías y desplantes.
“El año pasado y este se ha incrementado (el tamaño del evento) con espectáculos de lucha libre, cuentacuentos y el payasito, que no se hacía antes”. Cabe destacar que absolutamente todos los juguetes entregados son producto de donaciones, y compras especiales que la misma familia Temores hizo a lo largo del año pasado. Ni el gobierno estatal ni federal han aportado nada, nunca.
La licenciada Elisa se siente, personal y profesionalmente, muy feliz y satisfecha. Con una jornada laboral de más de 12 horas, verifica que todo salga a la perfección hasta cuatro días antes del evento, siempre con la prioridad de ser justos y mantener seguros a los niños.
“Lamentablemente, cada año muchos papás tratan de meternos gol, hoy detectamos dos casos que hicieron doble carta, entonces es muy triste y feo porque en esos casos recurrimos a cancelarles las cartas, y los niños no tienen la culpa de que eso suceda”. Asegura, con un suspiro, que estas situaciones la ponen como “la mala del cuento”, pero es algo que debe hacerse, por respeto a los menores y a quienes colaboran para que esto sea posible.
Cerca de las cuatro de la tarde, los juguetes estaban por agotarse. Ya solo faltaba subir unos cuantos obsequios a los niños internados que estaban en revisión a la hora de la entrega. El ring de lucha había desaparecido y los voluntarios se abrazaban y se felicitaban por una labor bien cumplida. Jiovancka jugaba con una pelota junto a su hermano mayor mientras los adultos en ruedita comenzaban a planear la estrategia para el año entrante. No es una labor fácil, pero los ahí presentes aseguraban que el próximo año sería más grande, mejor.
“Esto debe ir creciendo año con año, ese es el objetivo — señaló la licenciada Elisa–, que cada año todo mejore, porque no hay mejor manera de agradecer todo lo bueno que hay sino es haciendo felices a los niños que tenemos aquí”.
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