- “En el Valle del Mezquital, Hidalgo, se construyen casas de cemento, se promueve la electrificación y la educación en escuelas rurales”, señaló el Raúl Hernán Contreras, investigador del CEIICH, de la UNAM
Por: Redacción/
La migración, primero del campo a la ciudad y luego de México a Estados Unidos, modifica las condiciones del Valle del Mezquital, Hidalgo, región tradicionalmente descrita por la antropología mexicana como representativa de la pobreza y el rezago de los indígenas mexicanos.
El investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM, Raúl Hernán Contreras Román, señala que según el Banco de México la cantidad de dinero que llegó anualmente al estado de Hidalgo, producto de las remesas, en la última década, fue:
En 2010, de 715.51 millones de dólares (mdd); 2011, 762.66 mdd; 2012, 721.49 mdd; 2013, 630.14; 2014, 720.5 mdd; 2015, 725.53 mdd; 2016, 763.75 mdd; 2017, 834.67 mdd; 2018, 905 mdd; 2019, 952.02 mdd; y 2020, mil 023 mdd. Con esta última cifra, la entidad se acerca al máximo histórico alcanzado en 2007: mil 092 mdd.
A nivel estatal, los municipios del Mezquital suelen ser los que más remesas reciben, destaca Ixmiquilpan el cual durante los últimos diez años ha ocupado el primer y segundo lugar. En 2019 recibió 124 mdd; en 2020, 129 mmd. De enero a marzo de 2021, 34 mmd, y de abril a junio 42 mmd.
Otros de alta captación son Actopan, Zimapán y Huichapan. Durante 2020 obtuvieron 62 mdd, 32 mdd y 30 mmd, respectivamente. A comienzos de 2018, según la Dirección General de Atención al Migrante del Estado de Hidalgo, los municipios mezquitalenses recibían a diario de cuatro a cinco millones de pesos mexicanos por conceptos de remesas.
Actualmente, en una comunidad de esa zona se construyen casas de cemento, se busca la electrificación y fomenta la educación de los niños en escuelas rurales, además se reciben remesas que periódicamente ayudan a las familias de los migrantes, concluye la tesis doctoral en Antropología de Hernán Contreras Román.
En la localidad indígena otomí-hñahñu El Boxo (de más de 210 habitantes), los migrantes viven una realidad discontinua en donde viajan al norte y retornan a su pueblo, trabajan periódicamente en la construcción en Estados Unidos y vuelven a su tierra para cosechar y reintegrarse a su comunidad, señala el académico en su trabajo titulado “Imaginar futuros: la temporalidad de ganarse la vida en el Valle del Mezquital, Hidalgo, México”.
“La metodología de la tesis vincula las transformaciones a nivel de la economía y de las condiciones materiales de la existencia, con las maneras en que dichas transformaciones se expresan en los sustratos temporales en los cuales las personas evocan su pasado, viven su presente e imaginan su futuro”, explicó Contreras Román.
La investigación se sitúa entre la antropología económica y la antropología del tiempo, y a nivel teórico se enmarca en las recientes discusiones sobre las antropologías del futuro, añadió.
La tesis sostiene que el Valle del Mezquital tiene zonas de retorno migratorio, subsiste de las remesas pero los migrantes siempre consideran volver, incluso si no están vivos. “Es una migración con temporalidad, donde la movilidad permite la supervivencia de las comunidades”, señaló.
El trabajo de investigación ha sido distinguido con el Premio Fray Bernardino de Sahagún 2020 a la Mejor Tesis de Doctorado en Antropología Social del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); así como con el Premio Noemí Quezada 2021, otorgado por el Coloquio Internacional sobre Pueblos Otopames.
En la investigación Contreras Román expone que los habitantes de El Boxo, que tempranamente se vieron obligados a la movilidad laboral, primero a la Ciudad de México y luego a Estados Unidos, descubrieron en este proceso un repertorio para ganarse la vida, lo cual posibilitó la reproducción social y contribuye en los cambios más significativos que ha vivido la localidad en las últimas siete décadas.
“Lo que ha hecho posible la reproducción social en El Boxo, es el temprano vínculo que sus habitantes establecieron entre el esfuerzo manifiesto en el trabajo fuera de la comunidad para hacer posible la vida en ésta, y la proyección de ese esfuerzo en la transformación de las nociones locales de vida buena”, explicó el científico social.
La migración con temporalidad permite la supervivencia de las comunidades y facilita en el imaginario colectivo (de quien se va y de las familias que se quedan) un horizonte de futuro, donde la posibilidad del retorno se vuelve en “una gestión de la ausencia”, señaló el autor.
Impacto positivo
Con respecto al número de personas de la región estudiada que laboran en el extranjero, el antropólogo anotó que de 2005 a 2010 se registró la migración hacia Estados Unidos de 41 mil 154 hidalguenses, mientras que de 2009 a 2014 solo 22 mil 580; es decir, hubo decrecimiento en la salida de 45 por ciento. Esa cifra continuó en descenso, ya que en el quinquenio 2015-2020 fueron 21 mil 410 personas.
Durante ese periodo, entre los municipios del Valle del Mezquital con mayor número de migrantes se encuentran: Ixmiquilpan (mil 216), Huichapan (980), Tecozautla (845) y Zimapán (798).
Sobre cuántos inmuebles de cemento se construyeron en fechas recientes, el investigador consideró que es difícil establecer un número. Sin embargo, es posible señalar, a partir del trabajo etnográfico, que los edificados con cemento son la mayoría en el Valle.
La casa vernácula (de techo de maguey) así como la elaborada a partir de una mezcla de materiales locales (madera, piedra, maguey, tepetate, barro, etcétera) y exógenos (como el cemento o la techumbre de cartón alquitranado o láminas de zinc) son, en la actualidad, prácticamente inexistentes en la región, y las que persisten son ocupadas, por lo general, como bodegas, talleres o cocinas de humo.
Los inmuebles construidos con lo que se conoce en la región como “estilo americano” tienen presencia significativa, especialmente en aquellas zonas con mayor intensidad migratoria en las últimas tres décadas, finalizó.
No Comment