Académicos e investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dijeron que México fue el primer país en vías de desarrollo y de Latinoamérica en contar con acceso a la Internet, pero sólo el 25 por ciento de sus ciudadanos dispone de este servicio.
A nivel mundial, México cayó a los últimos lugares en calidad y velocidad de acceso a la red de redes, agregaron durante la presentación, en San Lázaro, del libro “Los Inicios de Internet en México”.
Subrayaron que la ventaja estratégica adquirida hace 26 años no se aprovechó correctamente y se pronunciaron por estrechar lazos con el Poder Legislativo, para “tener la vista puesta en el futuro” y resolver este rezago, pues “la tecnología ha rebasado por kilómetros la mentalidad de legislación”.
En el año de 1989, se estableció el primer contacto satelital de cómputo de la UNAM. Gracias a esto, México se ubicó entre las primeras naciones en acceder a Internet, junto a Estados Unidos, Holanda, Suecia, Israel, Japón e Inglaterra.
En entrevista, la autora del libro, Gloria Koenigsberger, indicó que entre los aspectos que legalmente deben atenderse para aprovechar el potencial del Internet en México, se encuentran la competitividad -pues actualmente sólo existen dos proveedores- y la renovación de la infraestructura del país, al ser anticuada en comparación con otras naciones.
Para ello, sostuvo, “es necesario que los legisladores se asesoren con los científicos, pues se requiere ver más allá de la utilidad que el Internet genera hoy. La cercanía con ellos está mejorando; sin embargo, los legisladores nos ven tan lejos que muchas veces no se dan cuenta de que existimos”.
Asimismo, recordó que en sus inicios el Internet era de carácter gratuito y no pertenecía a ninguna empresa, gracias a lo cual tuvo penetración entre la comunidad científica. Este rasgo de “libertad”, subrayó, debe ser vigilado por los legisladores.
El director general de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, José Franco, señaló la necesidad de un acercamiento de los sectores público, privado y académico, a fin de resolver problemas nodales para la ciencia, como es el presupuesto.
“Lo ideal es llegar al 1.0 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), como primer paso, pero lo deseable sería alcanzar el 2.5 por ciento en inversión para ciencia, tecnología e innovación”, acotó.
Mencionó que, a pesar de que se ha llegado a una alta inversión pública y de gasto en la investigación y desarrollo experimental, el presupuesto asignado es aún pequeño, por lo que “es necesario que aumente la inversión privada, ya que la innovación tiene que ser financiada por el sector productivo”.
Al recapitular el surgimiento de Internet en México, José Franco precisó que esta herramienta surge por una necesidad de ciencia básica, en un lugar emblemático como el Instituto de Astronomía.
Sin embargo, detalló, una de las condiciones que pusieron las autoridades para poner la antena en la UNAM era colocar una más en otra institución, que fue el Tecnológico de Monterrey, que se adjudica haber sido de los primeros que se enlazaron a la red mundial, aunque el verdadero inicio se dio en la UNAM.
Comentó que Internet surge de una situación política específica que data de 1957, cuando Rusia lanza el satélite espacial “Sputnik”, lo que pone en alerta a Estados Unidos para armar un proyecto donde la ex Unión Soviética no volviera a estar delante de ellos en ningún esquema, siendo el espacio un lugar estratégico donde las ventajas políticas y militares eran obvias.
Es entonces, continuó, cuando Estados Unidos decide crear la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (ARPA), la cual se dedicó a financiar proyectos científicos y tecnológicos y dentro de esta se hizo la primera conexión entre computadoras en 1962.
El director general de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación de la UNAM, Felipe Bracho Carpizo, señaló que no debe quedar duda de que Internet es una gran innovación si se considera que inventar no es sólo que a alguien se le ocurra hacer algo nuevo y aclaró que no toda la ciencia y tecnología lleva al descubrimiento de algo, ya que “esto debe tener una parte social”.
“Hay innovación en la medida en que cambia nuestra manera de ser y de ver la vida, de relacionarnos y experimentar”, aclaró.
Mencionó que los científicos están ávidos de creaciones que les permitan tener mejores instrumentos para resolver nuevas preguntas y cuando se presentan oportunidades tecnológicas que le generen respuestas y ver más allá; “la sociedad científica es un caldo de cultivo fantástico para eso”, apuntó.
El titular del Instituto de Astronomía de la UNAM, William Lee, precisó que una adecuada infraestructura ayuda a desarrollar capacidades que posicionan mejor a la ciencia y la tecnología de México.
Por tanto, dijo, se requiere que cuente con los apoyos legales necesarios para que funcionen adecuadamente, así como más inversiones. “La vinculación entre la ciencia, el desarrollo tecnológico y la atracción de inversiones, es importante, pues el contexto del país lo exige cada vez más”, agregó.
Avelina Morales Robles, representante de la dirección general de Documentación, Información y Análisis de la Cámara de Diputados, subrayó que la vinculación con los académicos y el Poder Legislativo permite visualizar la falta de armonización entre la perspectiva académica, tecnológica y los ordenamientos jurídicos.
Agradeció la participación de los investigadores de la UNAM y pidió que la cooperación académica continúe entre ambas instituciones.
El libro, editado por la coordinación de la Investigación Científica, la dirección general de Divulgación de la Ciencia, el Instituto de Astronomía y la dirección general de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación de la UNAM, se difundirá vía electrónica y de manera gratuita en las páginas de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados y la de Senadores.
Así también, en la Academia Mexicana de Ciencias; el Instituto de Astronomía, la coordinación de Investigación Científica y la dirección general de Divulgación de la Ciencia, de la UNAM, entre otras.
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