Por: Redacción/
Las instituciones de educación superior no pueden seguir funcionando con las mismas estructuras, en virtud de que el padrón de investigadores se quintuplicó en las últimas tres décadas, señaló el doctor William Henry Lee Alardín, coordinador de la Investigación Científica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En el Primer Foro Interunidades La investigación en la UAM: presente y futuro, convocado por la Rectoría General de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el especialista expuso que el crecimiento de la planta docente en ese nivel de enseñanza del país ha sido considerable, al pasar de seis mil académicos inscritos en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en 1990, a 28 mil en 2018.
Esto refleja el fortalecimiento del sistema y es un buen indicador del aumento de la comunidad científica nacional, pero también es cierto que ante tal realidad no se puede seguir funcionando con los mismos patrones, puntualizó en la mesa Experiencias institucionales en la organización de la investigación.
La evolución del SNI se dio en buena medida mediante una serie de criterios que fomentaba la documentación, la producción científica de calidad y la formación de recursos humanos, pero “probablemente sesgada a la producción individual, más que la grupal y a líneas institucionales o de infraestructura compartida”.
Con la masa crítica de investigación con la que México cuenta ya “estamos en un punto en el que debiera haber una transición, no sólo de cuántos somos sino de cómo trabajamos colectivamente para alcanzar ciertas metas”.
La multidisciplina es poderosa, pero se trata de una herramienta y no de un fin, por lo que “si hay proyectos sobre energía, agua, salud y materiales que consideramos importantes para el país, las estructuras deberán ser articuladas en función de los fines de esos programas”, es decir, “si se reúnen un matemático, un geógrafo y un historiador sólo van a poder hablar juntos si hay un problema alrededor del cual se pueden centrar para avanzar”, expuso.
Las instituciones de educación superior “deberían desarrollar y preservar la capacidad de adaptación estructural”, tratando de quitar las que anquilosan, tanto desde el punto de vista administrativo, como jurídico y tratar de diversificar las fuentes de ingresos para plantear proyectos de gran envergadura en todas las áreas relevantes.
El doctor Juan Manuel Alcocer González, secretario de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico de la Universidad Autónoma de Nuevo León, expuso que los retos prioritarios rumbo a su visión 2020 y 2030, son, entre otros, asegurar que los profesores de tiempo completo alcancen el reconocimiento para que puedan acceder al SNI; lograr la plena consolidación de los cuerpos académicos y sus líneas de aplicación y generación del conocimiento.
Además de consolidar sus sistemas de investigación, innovación y desarrollo tecnológico; garantizar la vinculación con la sociedad para contribuir a elevar sus niveles de bienestar y contar con una normativa institucional que responda a las necesidades de desarrollo y transformación institucional.
En una nueva propuesta para impulsar la investigación en la institución, la actual administración se propone construir un ecosistema para que los investigadores y profesores universitarios encuentren las condiciones favorables para crear empresas, así como para que la creatividad y las ideas se conviertan en empresa de los universitarios.
El doctor Jorge Fernando Toro Vázquez, secretario de Investigación y Posgrado de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, refirió que la institución impulsó estrategias desde el año 2000 para favorecer la investigación y el posgrado.
En 2004 se establecieron los principios esenciales que deberían sustentar el desarrollo institucional, se establecieron organismos colegiados para tomar decisiones que también fueran colectivas y no unilaterales, en tanto que el foco del ser y quehacer de ese centro de estudios fue uno de los puntos primordiales a través de los cuales “asentamos una transformación para tener siempre libertad de cátedra dentro de los criterios de la autonomía”.
Los resultados de estos esfuerzos han permitido una transformación profunda de la planta académica conformada por 859 profesores de tiempo completo, de los cuales 605 tienen doctorado, 202 maestría, 19 especialidad y 33 licenciatura, así como contar con un laboratorio nacional y los centros de Biociencias y de Investigación en Ciencias de la Salud y Biomedicina.
Algunos de los retos que enfrenta la institución son ciertas asimetrías en el desarrollo de la investigación y, por lo tanto, del posgrado entre las dependencias universitarias, además de la generación de recursos para la indagación más allá de los obtenidos vía el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y de los que aporta la propia casa de estudios.
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