Por. Redacción/
México “no quedó muy bien” ante la Organización de Países Exportadores de Petróleo y aliados (OPEP+) al decidir recortar en cien mil barriles diarios –en lugar de los 400 mil propuestos por ese organismo internacional– como parte de la estrategia de estabilización del mercado del crudo, consideró el doctor Roberto Gutiérrez Rodríguez, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
No fue bueno proyectar la imagen de única nación que no estuvo de acuerdo –sobre todo con Arabia Saudita– durante la reciente negociación, además de haber quedado en deuda con Estados Unidos, después de que su presidente, Donald Trump, aceptó absorber 250 mil barriles de los 400 mil solicitados, opinó el jefe del Departamento de Economía de la Unidad Iztapalapa.
“El mandatario estadounidense manifestó que ya se lo cobrará a nuestro país, pero todavía no se sabe cómo y quizá represente una obligación muy alta por un favor muy pequeño, porque en un momento en que los precios de los hidrocarburos están tan bajos suena inconcebible que hayamos adquirido un compromiso de esas magnitudes”.
Además, México pudo intentar una táctica diferente: pedir que el recorte se calculara, no a partir de la obtención, sino de las exportaciones, que en su caso son de un millón 100 mil barriles diarios, con lo cual se retiraría una oferta de siete millones de barriles diarios y se pediría a los grandes productores –Rusia, Arabia Saudita, Estados Unidos, Irán, Irak, Nigeria, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos– que completaran el resto, pues incluso Canadá, que pertenece a ese grupo aun sin ser miembro, pudo haber colaborado.
A partir de mayo, los 25 integrantes del llamado grupo OPEP+ –signatarios en 2016 de la Declaración de Cooperación de Ajuste Voluntario de la Producción Petrolera– reducirán su plataforma conjunta en 9.7 millones de barriles diarios, lo que equivale a casi 75 por ciento de los 99.6 millones de barriles diarios que se generaban en el mundo al cierre de 2019.
La negativa mexicana estaría fundamentada en la política económica del gobierno federal, que descansa en cuatro ejes: el combate a la corrupción, con ahorros anuales esperados al principio de la administración de unos 550 mil millones de pesos, incluido el huachicol.
La reversión de la reforma energética mediante la reinstauración de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) como semimonopolios estatales, lo que debiera significar más de 1.9 millones de barriles diarios de crudo a fines de 2020 y más de 2.4 millones de barriles diarios al concluir 2024, constituye un compromiso, no sólo económico sino ideológico del presidente consigo mismo y con el electorado.
La reconversión de la política social hacia la asignación de transferencias, más que de programas antipobreza, incluyó reformar el artículo 4º de la Constitución, con lo que se espera que en este año al menos un miembro de la mitad de los 30 millones de familias del país cuente con ese tipo de beneficios e implica una erogación presupuestal de unos 350 mil millones de pesos, sin contrapartida productiva.
El cuarto eje consiste en impulsar la inversión mediante la creación de infraestructura que aliente sobre todo el progreso en el sureste: la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, el Corredor Transísmico y la reubicación-conclusión del Aeropuerto Internacional de México.
“Ante la crisis por el COVID-19, las finanzas públicas deberían acusar un fuerte desequilibrio, como en otros países o como en 2009, pero el titular del Ejecutivo ha declarado que no endeudará más a la nación ni modificará la política fiscal, pues calcula que con los recursos ahorrados, el cobro de impuestos pendientes y el combate a la evasión y elusión de impuestos será posible paliar los gastos en que deberá incurrir, que como proporción del PIB son de los más bajos del mundo, comparables con los de los Estados más pobres”.
En este marco, no queda claro cómo van a restituirse los ingresos por las menores exportaciones de crudo, tanto la parte que corresponde a Pemex como la que absorbe vía gravámenes la administración federal. “Y por cierto, las coberturas petroleras que adquirieron, tanto Pemex como la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), no van a ser suficientes”.
“La SHCP también protege sus ingresos petroleros con coberturas, pero por alguna razón este año no ha revelado los detalles de dicha operación, pero debe recordarse que por cada dólar promedio anual que cae el precio del petróleo, los ingresos en divisas del país disminuyen cerca de 420 millones de dólares” y si en 2020 bajan 30 dólares, la pérdida sería de unos 12,600 millones de dólares.
En la crisis de precios de 2014, las aseguradoras devolvieron a la SHCP cinco mil millones de dólares por coberturas, aunque Secretaría invirtió cerca de 900 millones, así que ¿cuánto invirtió en el presupuesto de este año y cuánto le van a devolver?: eso es una incógnita, mencionó el especialista en comercio internacional, economía de los energéticos y finanzas públicas.
Hasta 2013, Pemex contribuía con 33 por ciento de los ingresos programables del gobierno federal; después la cifra bajó a 17 y posiblemente en este año quede en 10.
Esto a pesar de que mantiene una enorme inversión en varios frentes: la nueva refinería, con ocho mil millones de dólares y programada para concluirse en 2022, y la modernización de las seis refinerías en operación, aunque algunas están casi paradas, y absorberán 50 mil millones de pesos. También la modernización de las plantas hidroeléctricas de la CFE, con un presupuesto de 20 mil millones de pesos.
“Si hacemos un balance entre los costos para relanzar la industria energética y los ingresos que vamos a recibir, debido a que los beneficios son a largo plazo, en una coyuntura como la actual será muy difícil soportar un plan de esta naturaleza”.
El 17 de enero de 2020, la mezcla de crudo mexicano de exportación se colocó en 58 dólares por barril, mientras el Brent se cotizaba en 65 dólares y el West Texas Intermediate (WTI) en 63. Tres meses después, la nacional está en 15 dólares, el Brent en 20 y el WTI en 22, con caídas de 74, 60 y 65 por ciento, respectivamente, es decir, el que más ha caído ha sido la mexicana, que es menos competitiva, sobre todo por su contenido de azufre.
Para México se conjuntan el descalabro en el mercado de hidrocarburos y la pandemia por el coronavirus, lo que se expresa en tres choques: “uno de demanda, ya que los consumidores y las empresas adquieren menos bienes y servicios, se invierte menos y se adquieren menos importaciones”.
Otro de oferta, al frenarse las cadenas de producción globales, por ejemplo, los suministros de China para las industrias automotriz, electrónica y de componentes diversos de todo el mundo, no sólo de México.
“Y un tercer choque de expectativas, que quizá sea el más preocupante, ya que impide que las compañías se decidan a recontratar a sus trabajadores y reiniciar con normalidad sus actividades, no sólo por las restricciones de movilidad y sana distancia impuestas por los gobiernos, sino porque no pueden calcular lo que va a estar dispuesto a demandar el mercado, incluyendo la penetración de las tecnologías verdes como sustitutas de las fuentes fósiles de energía”.
Hay una reducción global en los flujos comerciales de al menos 30 por ciento y se teme que al cierre del año poco haya mejorado la cifra, pues la recuperación de la producción va a ser lenta: a nivel global y de Estados Unidos será de al menos 3.3 por ciento y en México entre 6 y 9 por ciento.
“Nuestro problema es que somos una de las economías más abiertas del mundo, con un coeficiente de apertura –suma de exportaciones más importaciones sobre PIB– de 67 por ciento”.
Además es muy probable que aumente la inflación no subyacente, sobre todo por el encarecimiento de los alimentos, “algo que hemos notado cuando vamos al supermercado”, aunque no sucede lo mismo con las gasolinas y el diésel, cuyos precios han bajado y ayudarán a compensar el alza anterior.
“La tasa de desempleo abierto llegaría en 2020 en Estados Unidos a 15 por ciento a partir de un mínimo de 3.25 en 2019, mientras en México podría subir a seis por ciento, cuando estaba en 3.5. Las calificadoras de riesgo Moody’s, Fitch Ratings y Standard & Poor’s han puesto en nivel especulativo el déficit de Pemex y eso ha contaminado la deuda soberana, cerca de perder el grado de inversión”, concluyó el doctor en Estudios Sociales.
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