Por: María Manuela de la Rosa Aguilar/
El coronavirus se ha extendido y silenciosamente está causando daños impensables. Sin duda estamos en el inicio de una gran crisis mundial con reacciones en cadena. Y no es para menos, pues ya hay más de 336,000 contagiados en 171 países. En China parece haberse controlado, pero en Italia suman ya casi 60,000, en España casi 29,000 y en Estados Unidos más de 33,000; no obstante el confinamiento al que se ha sometido a la población, y a que varios países han tenido que cerrar sus fronteras. Las pérdidas son realmente incalculables.
En México son ya más de 200 casos confirmados y unos 600 sospechosos, por lo que se espera que aumente el número de contagios y lo cierto es que el gobierno, si bien ha suspendido actividades en todo el sistema educativo y cancelado múltiples eventos públicos, la contingencia se encuentra a nivel de recomendación para los ciudadanos.
México cuenta con una gran infraestructura, pero el problema de la falta de insumos en hospitales es grave, así como las precarias condiciones de los nosocomios, la falta del mantenimiento más elemental, en donde los médicos y enfermeras tienen que hacer milagros; temas de los cuales tenemos noticias a diario; sin embargo, no se observa que los altos funcionarios tomen medidas serias para solucionar las graves carencias del sistema de salud.
Lejos de ello, el presidente ha anunciado que será el Ejército el que se hará cargo de la crisis por el Covit-19, lo cual indica que, aunque no se haya declarado la contingencia como tal, si estamos ante un problema de alto impacto. El hecho de activar el Plan DN-III-E con motivo de la pandemia del coronavirus, evidentemente es un indicador del desastre que se avecina.
Las fuerzas armadas tienen la preparación y la experiencia para actuar en cualquier tipo de contingencia. En este caso de emergencia sanitaria, tienen una larga trayectoria en actividades de labor social, desde los años setenta, sobre todo en las áreas más inaccesibles del país. Su labor ha sido muy reconocida por la población.
Sin embargo, el servicio de sanidad militar ha ido mermándose desde hace tres décadas; la reducción de médicos ha sido inversamente proporcional al incremento de efectivos y a la fecha es realmente insuficiente, por lo que se ha tenido que recurrir al servicio social o a las prácticas clínicas que requieren las universidades, así como a contratar a médicos civiles para cubrir las escasas vacantes de médicos.
Las Unidades de tropas, que antes contaban con un pelotón de sanidad integrado por un médico, un dentista y un oficial de sanidad, como mínimo, ahora cuentan a lo más con un oficial de sanidad y las contadas unidades que tienen médico, tienen que destinarlo a las clínicas para que puedan atender a los militares y a los miles de derechohabientes que también requieren la atención médica.
Y sólo un dato para ilustrar esto: en el campo militar diariamente acuden cientos de derechohabientes desde las 3 de la mañana para alcanzar una ficha de las cien que se entregan para consulta, o una de las 40 para el servicio dental. Y no son personas que vivan cerca, sino que se trasladan desde muy diversos lugares del Valle de México, como Chimalhuacán, Texcoco, Iztapalapa, Ciudad Netzahualcóyotl, etc.; un gran esfuerzo para lograr alcanzar una simple consulta y es realmente indignante ver como niños e incluso ancianos tienen que esperar largas horas, muchos en el suelo, para ver al médico o al dentista.
Esto no sólo es penoso, sino humillante. Mientras el militar, padre, madre o esposo del enfermo, arriesga la vida para servir a su país, este tipo de atención recibe su familia.
Así que para estar en condiciones de enfrentar la contingencia de la pandemia del Covit-19, necesariamente se tendrá que posponer la atención de miles de derechohabientes, lo cual realmente escapa a toda lógica de justicia, puesto que existen instituciones de salud que deberían tener la capacidad, puesto que tienen la infraestructura, el personal y un presupuesto del cual se desconoce su administración.
Pero no sólo eso, las fuerzas armadas ahora, según lo anunció el primer mandatario, serán las encargadas de la construcción del tren maya así como del aeropuerto de Santa Lucía. Y no olvidemos que también son las fuerzas armadas las que se están haciendo cargo de la seguridad interior, por eso se creó la Guardia Nacional. ¿Quién integra dicha corporación? Las fuerzas armadas mexicanas.
¿Estamos ante una crisis? Obviamente que sí. ¿México está enfrentando una contingencia nacional? Por supuesto. La prueba es que ante la ineficiencia de las dependencias federales se ordena que el ejército haga su trabajo. Y ante la falta de adecuadas políticas públicas, el ejército se hace cargo. Ante la inoperancia política ¿También el ejército se hará cargo? O ¿sólo es el caballito de batalla? Y ante el menor de los incidentes, entonces sí, las fuerzas armadas ante el paredón de los derechos humanos, porque ahí si muestran su eficiencia, para poner en entredicho a una de las instituciones, y tal vez la única, que realmente es profesional y leal a México, sin matices partidistas ni de grupos políticos, porque su bandera sólo es la tricolor.
Ante su probada lealtad, se olvida muy fácilmente que es un sector real de poder.
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