Por: Redacción/
Miguel Ángel de Quevedo, gran impulsor de los bosques en México y conocido como el Apóstol del árbol por su promoción de la investigación y el crecimiento de las áreas verdes en la capital del país, logró un incremento de 800 por ciento de los parques en una década, informó el doctor Alejandro Tortolero Villaseñor, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Durante el Segundo Coloquio internacional Technical and cultural transfers in rural history between Europe and the Americas, realizado en el Auditorio Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez de la Rectoría General de la UAM, afirmó que el modelo francés de educación agronómica vigente a fines del siglo XIX fue adoptado por el gobierno para implementarlo en la Escuela Nacional de Agricultura (ENA).
Porfirio Díaz pretendía convertir al país en agrominero-exportador, aprovechando la riqueza en recursos naturales e insertarlo en el mercado mundial, lo que implicaba fomentar la agricultura de exportación como un objetivo fundamental de la política oficial, vislumbrándose la modernización del campo para el largo plazo.
El académico del Departamento de Filosofía de la Unidad Iztapalapa recordó que en 1893 Díaz mandó a un grupo de notables agrónomos a Francia, en búsqueda de los mejores planes y programas de estudio en torno a ese campo, para mejorar y promover los estudios de la ENA.
La Escuela fungió como formadora de una generación de jóvenes agrónomos comprometidos con el progreso de México, quienes recibieron capacitación tecnológica y selectiva en temas ambientales, y que durante y después de la revolución de 1910 jugaron un papel fundamental en la construcción de la vida institucional del país.
De fondo la silvicultura parecía oscilar entre dos vertientes del modelo francés que se debatían entre lo local y lo estatal, la primera de ellas daba importancia a las sociedades locales por considerarlas cuidadoras y conocedoras naturales del entorno, mientras la segunda buscaba la dirección estatal para el manejo de los bosques y las áreas verdes.
Frédéric Le Play, un ingeniero de minas reconocido y respetado en aquel entonces, decía: “bosques y ciudades locales son capaces de estabilizarse mutuamente, los primeros conservan valores sociales, las capas vegetales resguardan a la familia y la clave es el equilibrio, no es entonces el Estado sino las sociedades locales las que pueden mantener los bosques”, señaló el historiador.
Frente a ese modelo se impuso triunfante el Estado, manteniendo al margen a las sociedades locales, en tanto la población de la montaña fue juzgada de egoísta, cerrada, vandálica y avara, al considerar que “el pastor no tiene sentimiento hacia los bosques, destruye por destruir y es la imprevisión de los habitantes más que la constitución geográfica del suelo a lo que hay que atribuir la rápida deforestación”.
Para Quevedo era necesario un Estado regulador encargado de la administración y la conducción de los destinos colectivos de la nación y de la ciencia, como un medio privilegiado para la puesta en práctica de la ingeniería social, por ello las vías para garantizar el cumplimiento de los objetivos de la revolución son la labor legislativa y la conducción paternalista encaminadas a garantizar la conservación y la gestión racional de los recursos.
El plan de estudio para la ENA se copió prácticamente de la Escuela Forestal de Nancy, Francia, y gracias a ella surgieron los primeros estudios dasométricos del bosque mexicano con mapas del Desierto de los Leones, Quintana Roo, Islas Marías y Nayarit, además se creó la base del servicio forestal mexicano y se empezaron a reforestar zonas como El Chico en Veracruz y bosques tropicales de Campeche, Tabasco y Veracruz.
Para entonces se criticaba que México invirtiera tanto en la formación de agrónomos y fueran menos de 300 los egresados por año, sin embargo las aportaciones fueron cuantiosas, llegándose a fundar estaciones agronómicas en Tabasco, Veracruz, San Luis Potosí, Chihuahua y Ciudad de México, así como algunas escuelas regionales en Morelos, Veracruz, Nuevo León y el Estado de México.
Con la llegada de Quevedo como presidente de la Junta Central de Bosques y la adopción del modelo francés la ENA adquirió el carácter tanto de centro educativo, como de institución de investigación, difusión y apoyo a los agricultores del país.
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