- La edificación de esa nación, el sentido de pertenencia, el orgullo nacional es clave y fuente para legitimar la soberanía y un Estado independiente, su autodeterminación, afirma Fernando Vizcaíno, del IIS de la UNAM.
Por: Redacción/
La construcción del Estado-nación mexicano ha sido un proceso complejo, impulsado desde la centralidad y regido por la tensión entre las diversas élites que asumen el poder y las distintas identidades regionales y culturales presentes en nuestro territorio.
Pese a ello, los mexicanos tenemos mayor sentido de pertenencia y orgullo nacional que otras sociedades, afirma el investigador del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, Fernando Vizcaíno Guerra.
A principios del siglo XIX, explica, aproximadamente 80 por ciento de la población mexicana era indígena y el resto criollos o europeos, y se transitó hacia una homogeneidad racial, cultural, lingüística, jurídica, en la que la mayoría hoy en día no se autoadscribe como indígena ni habla una lengua originaria.
El doctor en Ciencia Política agrega que no hay ninguna sociedad en el mundo en la cual la homogeneidad identitaria alcance a la totalidad. Lo que existe es una identidad nacional predominante: elementos comunes a la mayoría que dan pertenencia y orgullo nacional.
“Hemos construido una sociedad mayoritariamente mestiza, que tiene una forma de vivir el catolicismo, aunque no todos seamos católicos; una forma específica del uso del español; con formas jurídicas homogéneas y elementos que han constituido un Estado independiente”, añade.
Sin embargo, también persisten referentes fundamentales a las minorías culturales en el país que no han sido recuperados por el gobierno central para construir esa identidad hegemónica.
La edificación de esa nación, el sentido de pertenencia, el orgullo nacional es clave y fuente para legitimar la soberanía y un Estado independiente, su autodeterminación, agrega.
Educación, fiestas cívicas y la Virgen de Guadalupe
Entre los elementos claves para construir esa identidad están la educación y el control que el sistema educativo tiene de la historia oficial, a través de los libros de texto: la manera en que se enseñan los hechos del pasado, los que no aparecen en ella y los que se exaltan.
En la historia de México hay numerosos sucesos que tienen algo de real, pero también de épico o hasta mágico. Por ejemplo: la figura de El Pípila, del padre Miguel Hidalgo, los Niños Héroes y de los villanos.
“¿Por qué se exalta a Miguel Hidalgo y no a Agustín de Iturbide que fue quien consumó la Independencia? Las distintas élites mexicanas, las generaciones del liberalismo mexicano, dependiendo de sus intereses seleccionaron ciertos símbolos de la identidad, de los pueblos y de las regiones”, asevera Vizcaíno Guerra.
La historia oficial hace que aquellos que estamos dentro de la jurisdicción del Estado mexicano tengamos algo en común. Por ello fue fundamental que el Estado asumiera el control de la educación desde el siglo XIX y le quitara esa influencia a la Iglesia y a los grupos privados.
Otro elemento constructor de identidad son las fiestas cívicas, los monumentos y la pintura, ejemplo de ello es el papel que el muralismo mexicano jugó en esta tarea después de la Revolución.
Asimismo, la imagen de la Virgen de Guadalupe ha ayudado a construir el sentido de pertenencia a la nación. “Desde el siglo XVII y hasta el gobierno de Vicente Fox -quien se atrevió a sacar el estandarte de la virgen en su toma de posesión como presidente- ha tenido un capital simbólico en disputa entre el gobierno mexicano y la sociedad civil en general, y con la Iglesia católica”, señala.
Aunque la Virgen quedó al margen del discurso político mexicano después de la Revolución, es parte de la identidad nacional. ”Por eso los mexicanos en Estados Unidos la portan en sus playeras, bufandas, en cuadros y la han colocado en iglesias católicas o incluso cristianas no católicas. Se puede decir que son mexicanos no tanto por su relación con las instituciones del Estado, sino por su relación con la imagen de la Virgen”.
Para la construcción de la identidad son claves las instituciones que promuevan valores al respecto, el sentido de amenaza y el nacionalismo que exalta sus componentes: la historia y ciertos héroes, el territorio, la idea de que hay un antipatriota a vencer y un enemigo interno y/o externo ante el cual hay que defendernos.
“Son constantes las ideas de la defensa de la soberanía y de un futuro que siempre será crecientemente justo”, agrega Vizcaíno Guerra.
Autonomía y democracia
El especialista en actores y procesos sociales explica que las élites criollas que llevaron a cabo el movimiento independentista de lo que hoy es nuestro país tuvieron la influencia de las revoluciones del siglo XVIII, de Estados Unidos y Francia, pero sobre todo la revolución española de 1808 a 1813, que por un lado expulsaba a los franceses de su territorio y por otro buscaba poner límites al absolutismo de la Corona.
Al instalarse las Cortes de Cádiz -asambleas constituyentes con representantes de los territorios de España- que se conformaron en un congreso representativo a partir de 1811, por elecciones populares, se llevaron a cabo las primeras elecciones en lo que hoy es México y fueron también la primera experiencia práctica, democrática.
“Asociado a ello hay una serie de ideas que tiene que ver con el tránsito del vasallo al ciudadano; de la soberanía del rey, a la soberanía del pueblo; de la hacienda real a la hacienda pública; muy importante la libertad, en general de la ciudadanía, y todo eso se expresa en las Cortes de Cádiz, en el proceso legislativo, particularmente en la Constitución de marzo de 1812”, refiere el experto.
Otra segunda influencia importante del liberalismo español fue el de las Cortes de Madrid, 1818-1821, a las que asisten novohispanos como Lucas Alamán que idearon cómo construir la autonomía de los territorios hispanoamericanos. “Esos esfuerzos son los más importantes, los más significativos de los primeros pasos de una sociedad representativa, que puede ser el eje de la democracia”.
Después de la República Restaurada, agrega el especialista universitario, México siguió un largo proceso de revoluciones, levantamientos, caudillos, en el cual el país quedó bajo la influencia de Estados Unidos. “Casi todos los caudillos que se levantan lo hacen a nombre de la democracia, incluido Porfirio Díaz, Francisco I. Madero. La democracia es la palabra que usan todos los caudillos para legitimar su gobierno”.
Finalmente explica que el Estado-nación no es sólo un proceso de la vida interna de un país, sino en su relación con la sociedad internacional y los intereses de las potencias mundiales. Así, se entiende que las primeras en reconocer la Independencia y la soberanía de México fueron Inglaterra y los Estados Unidos; España, una de las últimas.
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